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jueves, 17 de octubre de 2024

El Resurgir - Cap.- 01

 

"Ver con los ojos cerrados" 01

 

         Les ayudó a recoger y tras despedirse de ellos uno por uno con un fuerte abrazo (bueno a Gervasio, solo la mano) se fue para casa bailando por la acera al son de una melodía que silbaba sin saber muy bien a que canción pertenecía.

 Cuando entraba por la puerta de casa, el péndulo del reloj de pared que seguía adornando el vestíbulo desde tiempos olvidados hacía sonar unas campanadas, cinco para ser precisos  y justo al lado, de pie, estaba verónica (su mujer) con cara de pocos amigos.

Verónica.- ¿se puede saber de dónde vienes?

         Manuel se quedó parado, pensando en qué responder

Verónica.- Toda la mañana preocupada, llamaron del trabajo que no habías aparecido;  a la hora de comer he llamado a todos sitios y nada ¿Y el móvil? ¿Para qué quieres el móvil? ¿Para tenerlo apagado? Al final nos vas a volver locos a todos

Manuel.- si yo te contara
                      Verónica cogió el abrigo del perchero

Verónica.- ahora me tengo que ir, que he quedado con Pilar, no armes nada en la cocina y tómate las pastillas que para algo te las han recetado

           Manuel en voz baja se limitó a decir: .- a sus órdenes.   Ahora ya todo era igual, nada le iba a quitar esa sensación de felicidad que le recorría el cuerpo de arriba abajo.     Se fue al sofá y puso el televisor por sentirse acompañado por el murmullo de aquellos tertulianos que hablaban de vidas ajenas.

      Deseaba contar aquella experiencia a cualquiera que la quisiese oír, pero a quién.   Hacía mucho tiempo que a nadie parecía importarle lo que él pensaba, simplemente se empeñaban en que él, pensase tal y como piensan los demás.

       Qué ironía;   Le prohibieron soñar y las noches se plagaron de pesadillas.

     Salió de nuevo a la calle intentando encontrar un sitio tranquilo.   A esa hora el parque estaba lleno de gente, de niños maleducados chillando y abuelos que se quejaban de todo, criticando a los demás y sin poner coto a sus nietos.

    Se fue de nuevo a sentarse frente a aquel edificio viejo y destartalado.

        Estaba cerrado por las noches no daban cenas.           El banco ocupado y la temperatura en la calle no es que fuera demasiado agradable. Así que volvió a casa, al comedor, al sofá, a la compañía de la cruel soledad aderezada por los tertulianos de la tele.

         A las siete llegó su hijo, (Samuel) recorrió el pasillo hasta su habitación se cambió de camisa, cogió una cazadora y se fue por donde había venido, sin ni siquiera decir ni hola, ni adiós.    Lo habitual.

      Al rato llegó su hija, (Lourdes) esta como siempre se asomó al comedor

Manuel.- ¿Qué tal el día? ¿Te sientas aquí un poco?

Lourdes.-  papá siempre estás igual, pues bien como siempre, voy a merendar algo que he quedado

    Pasados unos minutos, Manuel decidió acercarse a la cocina con la intención de contarle donde había estado por la mañana y lo que había hecho.        Justo, según se levantaba del sofá, se oían los últimos pasos en el pasillo y el cerrar de la puerta.

      Era algo normal en los dos, igual que el cenar mirando el móvil e irse luego a sus respectivos cuartos sin un hasta mañana.

    El resto de días se quedada allí sentado pensando simplemente que todo era una mierda, pero hoy no, hoy sabía que tras esa puerta de la calle, no tan solo estaba el monótono trabajo, el ruido y gente que solo va a lo suyo.

       Hoy había descubierto a otras personas diferentes en tantas cosas que las hacían especiales y no solo porque así las etiquetase la sociedad, en realidad lo eran, y él, se había prometido al menos ser un poco como ellos e intentar reír y ayudar a mantener viva su ilusión o la de alguno más.

               Esa noche, a las diez, antes de que ninguno de la familia regresase, se tomó un vaso de leche con galletas y se fue a la cama.  Se quedó dormido tan profundamente que no se enteró de nada.

        Cuando llegó su mujer, al ver que no estaba en el comedor se acercó a la cocina para descubrir el vaso en el fregadero, miró el pastillero y pudo observar que no se había tomado ninguna de las tres de antes de irse a dormir, fue hasta la habitación para recordárselo, pero lo vio tan dormido, que dio media vuelta dejándolo tranquilo. Tampoco le apetecía discutir, que hiciera lo que le diera la gana.     Allá él.

          En la cena, Verónica comentó lo sucedido a Samuel y Lourdes.

Lourdes.- yo esta tarde cuando vine me dijo que me sentase con él y no le he hecho ni caso, pero es que siempre pregunta lo mismo

Samuel.- yo lo vi como siempre, no estoy seguro pero creo que estaba dormido con la tele encendida

Verónica.- lleva mucho tiempo que no está bien y las pastillas  que le recetó el psiquiatra yo no sé, creo que lo tienen más apalancado

Lourdes.- yo creo que estaba mejor cuando iba solo al psicólogo

Samuel.- como no se quiera ayudar él, el resto poco podemos hacer

Verónica.- vámonos a dormir y a ver cómo está mañana

         Samuel se asomó a la puerta del dormitorio y sonrió a ver que dormía felizmente; Lourdes se aproximó y le dio un beso en la frente; Verónica cogió una manta del armario y se fue a dormir al sofá para no molestar su sueño. 

           Hoy no se había tomado las pastillas, pero hacía mucho que no lo veía descansar tan relajado y con esa cara de felicidad.

 

  A la mañana siguiente al oír el despertador, Manuel se levantó como siempre, apático, sin ganas de nada.  Le extrañó que Verónica estuviese en el sofá y que no lo hubiese despertado para darle la tabarra con las dichosas pastillas.

      Entró en el cuarto de baño y cuando se disponía a lavarse la cara, se quedó mirando al espejo.      .- Oye ceporro, ahora mismo te vas a afeitar y a ponerte colonia, que huelas bien, esa gente no se merece este careto.

   Se afeitó y se arregló un poco el bigote con las tijeras, cogió ropa limpia del armario y se metió en la ducha, tras secarse y echarse desodorante “cosa que jamás hacía”  dibujó una sonrisa en su cara y salió a la calle.

    Esa mañana parecía distinta a las demás, caminaba con alegría hasta el banco del día anterior donde esperaría a que llegasen los demás, para así comenzar la faena junto a ellos.

     Al pasar justo por la puerta del trabajo se quedó parado.

                 .- si hoy no subo a trabajar se van a preocupar todos, mi mujer se va a enfadar conmigo y con algo hay que pagar los estudios de lo que me queda de esos, mis hijos.

      Con recelo subió las escaleras y entro en la oficina.         A ninguno parecía extrañarle que no hubiese aparecido el día anterior, les daba igual, pero eso no iba a importarle;   fue saludando a uno por uno dándoles los buenos días hasta llegar a su mesa y allí esperó a que llegase el primer cliente para atenderlo con agrado, tal y como hoy creía se merece cualquier persona.

                  Cuando llegaron las dos, llamó a su mujer:

Manuel.- Verónica, no me esperes para comer

Verónica.- ¿te pasa algo? ¿Estás bien?

Manuel.- tranquila, estoy mejor que nunca

Verónica.- ¿te tomaste las pastillas?

Manuel.- solo una de las tres

Verónica.- a ti te pasa algo, espera que vaya a buscarte

Manuel.- estate en casa no sé a qué hora llegaré

Verónica.- pero he quedado con Pilar a las cuatro

Manuel.- pues tú tranquila, ya te espero yo para la hora de cenar.  Te cuelgo que tengo cosas que hacer.

         Verónica quedó refunfuñando, al momento lo volvió a llamar (no debía de salir del trabajo hasta las tres) pero el teléfono ya lo tenía apagado.

        Como no sabía donde localizarlo llamo a Pilar para decirle lo que pasaba y que no acudiría a la cita de cada tarde para jugar la partida de parchís.

      Entre tanto Manuel, caminando aprisa llegaba justo para ayudar a sacar las bandejas de la cocina.

Manuel.- ya estoy aquí

Julia.- ¿quién entra tan perfumado?

Carolina.- el nuevo, que el segundo día ya llega tarde

Roberto.- nadie estamos obligados a nada, sus razones tendrá

Manuel.- perdón por el retraso, luego os lo explico

       Más que ayudar estorbaba por lo que se fue al almacén a ver en qué podía echar una mano a Gervasio.

Manuel.- Gervasio ¿a qué te puedo ayudar?

Gervasio.- calla, siéntate, Julia está tocando una canción que me gusta

Manuel.- ¿quieres que salgamos a oírla al comedor?

Gervasio.- no, no, que hacen mucho ruido

Manuel.- tú tranquilo, espera que ahora vuelvo

     Salió al comedor y se acercó a Julia que paró de tocar al instante.

Julia.- que quieres Manuel

Manuel.- ¿cómo sabes que estoy aquí?
Julia.- soy ciega pero no tonta y hoy traes un perfume que tira para atrás

Manuel.- me gustaría que volvieses a tocar esta canción de nuevo, voy a traer aquí a Gervasio para que te vea tocarla

Antonio.- y yo también la toco con la flauta

Julia.- no, tú no, que el sonido desafinado le hace daño

Manuel.- pero luego Antonio, tocas una para mí ¿quieres?

Antonio.- sí, sí, luego toco yo una, pero me tiene que acompañar Julia

Manuel.- pues claro, Julia te acompaña

            Manuel, mandó a todos por favor que estuviesen en silencio, o hablando bajito.

Gervasio.- que pasa, ¿porqué se han callado todos?

Manuel.- ven, es una sorpresa

       Salieron al comedor y nada más sentir el olor Julia se puso a tocar
Manuel.- esta canción está dedicada únicamente a ti

            Gervasio estaba emocionado, nunca había visto tocar a Julia y como movía sus dedos sobre las teclas para hacer sonar aquella dulce melodía que siempre le había encantado.

    Cuando acabo la canción, nadie aplaudió, ni gritó un bravo, todos en silencio hasta que Gervasio volvió al almacén; mientras Antonio preparaba el sonido de su flauta esperando nervioso a que saliese de nuevo Manuel.

Julia.- tranquilo Antonio, lo vas a hacer muy bien

Antonio.- pongo el pie junto al tuyo, si desafino mucho me pisas

Julia.- qué tontería, si no vas a desafinar

Antonio.- bueno yo pongo el pie

Julia.- tú me avisas

       -- Nada más abrir la puerta de la cocina Manuel—

Antonio.- ya, ya,

Julia.- con tranquilidad.  Un, dos, un, dos, tres, y…

      Las notas de una balada empezaron a bailar en el aire, nunca antes había sonado tan bien esa flauta y jamás había sido escuchada con tanta atención.

 Se podía percibir que hasta las sartenes de la cocina habían hecho una pausa en su chisporrotear para disfrutar del momento.

         Cuando terminaron de tocar aquella preciosa melodía, de nuevo Roberto siguió friendo las alitas de pollo, Manuel comenzó a aplaudir y el resto soltaron sus cucharas para hacer lo mismo.   Julia se levanto del taburete para abrazar a Antonio.  Los dos visiblemente emocionados por lo sentido en las neuronas de Antonio y la oscuridad de Julia, cogidos del brazo, se dirigieron despacio hasta la puerta donde estaba apoyado Manuel para regalarle algo, lo más valioso que poseían:    

                Un abrazo y una sonrisa.

 

3 comentarios:

  1. A Manuel le ha cambiado la vida sentirse un poquito querido. Muy buena ambientación maese. Deseando seguir la historia.

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  2. Me está empezando a entusiasmar, como estudias cada detalle

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  3. Así es por desgracia en las familias. Poco cuesta dar cariño, es la mejor medicina, me gusta, me gusta.

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