alegrías
convertidas
en
recuerdos de otros tiempos,
soledades
dedicadas
como
canciones al viento.
Refugio tras bambalinas
al
final de la función,
cuando
las luces se apagan
y
el escenario desnudo
se
esconde tras el telón.
Cuando la voz ya no canta
y
el público se ha marchado,
cuando
los aplausos son
un
retumbar del pasado.
Están desiertas las plazas
que
me vieron sonreír,
oculto
tras la careta
que
se ajusta a tu fingir.
Fuente
que lanza sus aguas
envueltas
en colorines
que
ofrecen felicidad.
Melodía que generan
sus
gotas chapoteando,
percusionando
la edad.
Los años siguen pasando.
Pero
mi entrañable amigo,
el
lago de mis anhelos,
el
de las noches calladas,
siempre
esperándome está.
Qué bonito Carlos , qué bonito 🙏
ResponderEliminarMelancolía para una mañana lluviosa. Buen poema, maese.
ResponderEliminarPrecioso, dan ganas de sentarse ante el lago. Un abrazo
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