Tras pasar por la academia del cuerpo nacional
de policía y superar los exámenes con buenos resultados (creía ella), su nombre
no constaba en la lista de aprobados expuesta en el tablón anuncios. Tampoco sus datos se encontraban en la lista
de suspensos, por lo que fue a dirección a reclamar su expediente. Seguro que era un simple error.
Ni en los archivadores, ni en el
ordenador, constaba ningún papel ni mención de que ella hubiese acudido allí a
clases y mucho menos que hubiera realizado ningún examen. Todo había desaparecido; el funcionario la miraba callado, esperando
a que se fuese de una vez y se diera cuenta que tal vez, simplemente lo había
soñado.
Se dirigió de nuevo al pasillo a volver a
repasar las listas, no se lo podía creer, esos años perdidos por un error sin
explicación.
Ya
todos se habían marchado; ella
permanecía sola, sentada en el suelo con la espalda apoyada en la pared. Un señor se aproximaba a ella con paso
lento, con traje y gafas negras, portando un sobre en su mano.
Señor.- es usted
Soledad
Soledad.- menos mal, alguien que me reconoce
Señor.- en este sobre está todo lo que necesita saber
Soledad.- ¿y eso es todo?
Señor.- mucha suerte
El señor se dio la vuelta y la dejó
allí con la palabra en la boca.
La rabia y la impotencia, no le dejaba ni
abrir el sobre, no había derecho, su esfuerzo se resumía en un sobre donde unas
simples disculpas zanjarían la cuestión.
Pero
eso no iba a quedar así, tenía ella muchas agallas para remover cielo y tierra
hasta esclarecer lo sucedido y que se reparase aquella injusticia.
Era
viernes; el sábado y domingo, era
imposible hacer nada, por lo que decidió irse a casa, pero no comentar nada a
nadie; seguro que el lunes habría aparecido su expediente y no era cuestión de
preocupar a sus viejos, que tanto habían gastado en esos años de estudios.
Padre.- anda ¿y eso?
Soledad.- tenemos que volver el lunes, como éramos muchos,
no habían terminado de corregir y confeccionar las listas
Madre.- la administración, está cada día peor
Soledad.- que le vamos hacer
Padre.- pero tranquila, seguro que has aprobado
El sobre dormía en el bolso sin abrir, de
todas formas nada podía hacer y prefería pasar tranquila el fin de semana, sin
saber nada de nada; lo que tenga que ser, será.
El lunes a primera hora, cogía de nuevo
el autobús que la llevaría a la ciudad.
Llevaba
la cremallera del bolso abierta, y al sentarse el sobre se cayó al suelo del
pasillo. Un chico se lo dio y ella lo dejó
entre sus manos. Cuando llegó a la terminal
de autobuses, era demasiado pronto como para ir a ningún sitio, por lo que
decidió entrar en un bar a desayunar algo.
Por fin se decidió a abrir el sobre y ver
su contenido, no fuera a ser que se tuviese que presentar en las oficinas de un
talante diferente.
Dentro, tan solo una dirección a la que
acudir ese mismo día lunes a las doce de la mañana. Qué cosa más extraña; buscaría la calle en el
móvil y se dirigiría hasta allí.
En una calle alejada del centro, la
esperaba un edificio destartalado que parecía deshabitado, con las paredes de
la escalera llena de grafitis y la apariencia de estar usado por okupas en la
noche.
Subió los escalones con miedo a lo que se
pudiera encontrar en algún rellano o
tras alguna puerta. Estaban todas abiertas de par en par (eso en las que no
quedaba ni la madera del marco).
Al llegar a la tercera planta (como
indicaba la notación) aquel señor que le había entregado el sobre, esperaba
sentado en la carcasa de un mueble de cocina. Frente a él, un cubo de plástico
puesto boca abajo.
Soledad.- ¿qué clase de broma es esta?
Señor.- siéntete, por favor
Soledad.- y usted quién es
Señor.- solo puedes saber que soy tu superior y único
enlace
Soledad.- haga el favor de identificarse
Señor.- ¡Que te sientes!
Con el miedo metido en el cuerpo,
Soledad se sentó en el cubo, el señor se quitó las gafas y el silencio entre
ambos se instauró durante unos minutos, en los que sus miradas hablaban
desafiantes, comprobando el aguante que demostraba cada uno.
El sudor le empapaba el cabello
escurriéndole las primeras gotas por la frente.
Señor.- has ido demostrando tu genio y templanza en cada
prueba que has ido superando, pero ahora ya no estoy tan seguro de mi elección
Soledad.- pero esto a que viene
Señor.- de entre todas, te escogí a ti, para algo
especial.
Soledad.- ¿entonces estoy aprobada?
Señor.- como ya sabes, nunca acudiste a la academia y eso
no se puede cambiar
Soledad.- si es una broma, no me está haciendo ninguna
gracia
Señor.- en mi profesión nunca se bromea
Soledad.- mire, mejor me voy, ya he escuchado bastantes
tonterías, pero esto no va a quedar así
No había acabado de levantarse, cuando la
mano le cayó sobre el hombro.
Señor.- ¡Que te sientes!
Sentía unas ganas irrefrenables de
rebelarse, pero la prudencia le hacía permanecer sentada frente a aquel hombre
corpulento que bajo su chaqueta abierta dejaba ver la culata de una pistola de
gran calibre.
Señor.- ahora me vas a escuchar en silencio, has sido
elegida para una misión que puede salvar vidas de tus compañeros, pero la tuya,
nadie la protegerá.
Soledad.- pero…
Señor.- tú, nunca has tenido ningún contacto con la
policía; no eres más que una nueva trabajadora de un bar en una ciudad que no
conoces, y por ahora no tienes que saber nada más
Soledad.- cómo que no tengo que saber nada más
Señor.- este es el billete de tren para el jueves, la
dirección del bar donde vas a trabajar de camarera y las llaves de un piso;
allí dispones de una habitación con derecho a cocina y los dos mil euros son
para los gastos del primer mes, hasta que cobres. Pasado un tiempo me pasaré por el bar para
entregarte un sobre con nuevas indicaciones. Invéntate lo que quieras, pero
considera esto como secreto de estado
Sin más se levantó y se fue. Ella quedó allí sin saber cómo
reaccionar. Le era imposible aceptar
que algo tan estrambótico le acababa de pasar.
¿Qué diría en su casa? Cómo
justificar un viaje tan repentino a un destino del que no podía revelar ningún
detalle.
Tras horas sentada en aquel cubo, sin
poderse mover, oyó ruidos en la escalera; unos drogadictos entraban en el piso
de enfrente a administrarse unas dosis sin dar ninguna importancia a su
presencia. Salió de nuevo a la calle y
se fue hasta una tienda que conocía de uniformes. Compro uno de ellos tipo camuflaje y volvió
de nuevo en autobús a su pueblo.
La habían destinado a una misión
internacional. El destino se le asignaría en el aeropuerto, pero que en cuanto
llegase al lugar de acuartelamiento, escribirá para decir donde se encontraba.
No tenían de que preocuparse, era una misión de Naciones Unidas para ayuda
humanitaria en algún país del tercer mundo;
cosa de custodiar el transporte de alimentos y medicamentos, para que
llegasen perfectamente a su destino.
El jueves llegaba a la estación de trenes
ataviada con el uniforme nuevo; tal y como se había despedido de sus padres
andes de montar en el autobús. En los
aseos, se sentó en la taza del servicio sin saber qué hacer. Sus impulsos eran mandar todo a la mierda, ir
hasta el ministerio del interior y contar todo lo sucedido, volverse de nuevo a
su pueblo y que le dieran por saco al mundo.
Ella siempre había querido ser policía, pero no a ese precio; aparte de las dudas, sobre cual era en
realidad su cometido, si lo que iba a hacer estaba dentro de la legalidad y
quién era aquel señor, que sí, le dijo que era su superior, pero sin
identificarse.
Por los altavoces anunciaban la salida de
su tren. Metió el uniforme en la
papelera y se puso de nuevo ropa de paisano, se miró en el espejo, lavó su cara
con agua fría y salió de nuevo al andén.
El tren estaba a punto de salir; mientras tiraba de su maleta con ruedas
con la mano derecha, su izquierda se acercó a su cabeza y quitó las cuatro
horquillas de su recogido, dejando el cabello al aire antes de entrar en el
vagón.
Durante el viaje, con los cascos puestos,
viendo una película en la pantalla incrustada en el respaldo de asiento de
adelante, fue desprendiéndose de miedos a
lo que era desconocido, de preguntas que no tenían respuesta, a pensar
en el mañana sin haber vivido el hoy.
Cuando llegó a su destino, se había
desprendido de todas las capas que la envolvían atemorizándola, y al poner pie
en tierra, era una persona nueva, sin pasado, sin recuerdos, sin nada que le
impidiera dar un paso adelante y empezar a vivir una nueva etapa que intentaría
resultase única e irrepetible.
Un comienzo misterioso y prometedor. 🤗
ResponderEliminarBuen lugar donde pasar en rato
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