Translate

domingo, 12 de enero de 2025

Tres estrellas - Cap.-02

 

 

     En el bar, en casa, iban pasando los días.   Los fines de semana cerraban el bar al público, de todas formas no había demasiado movimiento y el sábado por la tarde, aprovechaban las dos mano a mano, para hacer una limpieza a fondo.

  Luego Soledad se iba a cambiarse de ropa a casa; junto con Andrea y Chus, cenaba algo en cualquier sitio y se iban las tres de discoteca hasta las tantas (cosa normal en gente de su edad).

Soledad.- dijiste que hoy venía tu novio

Andrea.- sí, llegó sobre esta tarde las cinco

Soledad.- ¿y luego viene por aquí?

Chus.-  Antón siempre esta liado con reuniones

Andrea.- luego a las cuatro o así suele llegar a casa

Soledad.- vale, vale

Andrea.- pero mañana seguro que come con nosotras

Chus.- verás que es muy majo, pero muy vergonzoso

Andrea.- es muy suyo

Chus.- y feo con ganas

Andrea.- ¡como que feo!

Chus.- ja, ja, como sabía yo que saltaba     

Soledad.- mira que eres mala

 

   Soledad, llevada un rato viendo apoyado en la esquina de la barra de la discoteca a un cliente del bar ya entrado en canas, estaba solo y mirando hacia la pista como si estuviese buscando algo.

Soledad.- señor Roberto, como usted por aquí

Roberto.- pues ya ves Sole, matando el aburrimiento

Soledad.- y su señora

Roberto.- a esa le gusta más el bingo que a los chivos la leche y a mí me aburre  

Soledad.- venga si quiere con nosotras

Roberto.- no, no, estoy bien aquí, yo soy demasiado mayor y vosotras tendréis que encontrar novio

Soledad.- no tengo yo otra cosa que hacer

Roberto.- tira, que te están esperando, yo todos los miércoles y sábados, aquí estoy hasta que cierran, ya sabes, para lo que necesites

Soledad.- pues mire, lo mismo me paso por aquí algún miércoles

            --Así quedó la cosa, sin más--.

 

    Roberto era un señor muy apuesto y agradable; llamaba la atención porque siempre iba como un pincel, y en sus ojos no se veía la típica mirada babosa de otros que iban por el bar. Tenía pinta de ser culto y una persona con la que poder entablar cualquier conversación.   Así que bueno, al miércoles siguiente, cuando salió del trabajo, cenó algo por ahí y pasó por la discoteca a estar un rato charlando con el señor Roberto.

Soledad.- he venido a verle, como le dije

Roberto.- pues te lo agradezco, la verdad es que ya me aburre siempre lo mismo

Soledad.- además los días de diario hay poca gente, se le debe de hacer larga la noche

Roberto.- pero no me llames de usted, que bastante mayor soy ya

Soledad.- hay una cosa que me tiene con la intriga
Roberto.- pues tú dirás

Soledad.- usted, bueno tú, ¿en que trabajas?

Roberto.- nada, tú te lanzas sin anestesia

Soledad.- no, verá, es que es extraño, siempre lleva chofer y un acompañante que parece un armario

Roberto.- son cosas del ministerio, pero no tiene importancia

Soledad.- no serás ministro, yo es que soy muy despistada

Roberto.- no maja, ahora soy un funcionario cualquiera, que dentro de unos meses se jubila y a pasar de tanta tontería

Soledad.- pero no es muy joven para jubilarse

Roberto.- privilegios del escalafón

Soledad.- pues mira, mejor, que eso tiene que ser una incomodidad

Roberto.- y que lo digas, mi mujer está harta de no poder ir a ningún sitio solos

Soledad.- y para ellos, vaya rollo, ahora les toca esperar aparcados en la puerta

Roberto.-  no, se los ha llevado mi mujer.  Que la escolten a ella, y al paso que jueguen unos cartones

Soledad.- ¿pero ella también está en el ministerio?

Roberto.- que va, pero que yo tampoco estoy en ningún ministerio; que son los del ministerio los que nos imponen los escoltas dependiendo del nivel que se marca en cada momento, pero es una tontería, ya ves aquí, si en esta ciudad somos cuatro gatos y nos conocemos todos

       Cambiaron de conversación, con una copa entre las manos.   Semana tras semana aquello se convirtió en algo habitual; otra forma de vida nueva que guardar en secreto, para evitar malas interpretaciones de aquellas citas nocturnas, que podían incomodar a su esposa.

   

     El resto de la semana la rutina se había instalado en sus quehaceres cotidianos, pasando los días sin pena ni gloria, pero muy a gusto con las nuevas personas con las que compartía su tiempo.    Cada cierto tiempo una llamada de teléfono a sus padres para que supieran que estaba bien.  Por las noticias se enteraba de donde había tropas españolas y ellos en la televisión se entretenían mirando con detalle cuando veían las noticias, intentando ver a su hija entre los voluntarios.

 

   Habían pasado dos meses y todo seguía sin novedad, no entendía que hacía allí, pero bueno, en parte mejor, le gustaba esa forma de vivir, que nunca había imaginado para ella.

 

      A primeros de mes, una mañana, cuando más jaleo tenían con los desayunos, vio entrar al señor misterioso (su superior) al bar. Este se acercó a la máquina de tabaco y metió la mano en su parte trasera.    Antes de que le diera tiempo a salir de la barra, ya había desaparecido.

    Esperó a que se pasase el follón;  una vez terminaban con los cafés y las tostadas, ella recogía las mesas y Luisa se iba al servicio.  Ese momento lo aprovechó para mirar detrás de la máquina de tabaco.

    Allí había dejado un pequeño imán con una llave que tenía aspecto de ser de una taquilla o un candado.   Por las letras que llevaba troqueladas junto al número treinta, parecía ser de la terminal de autobuses.

     Después de comer y pasada la hora del café, tenía la costumbre de salir a dar una vuelta por la zona para despejarse y estirar un poco las piernas  (aunque estuviese siempre de pie, no era lo mismo y le venía muy bien un paseo con tranquilidad).

     Se acercó hasta la terminal; miró a un lado y otro, para ver si estaba por allí ese señor o si alguien la observaba demasiado.  Luego bajo las escaleras hasta cerca de los andenes y se dirigió a la zona de taquillas, buscó la marcada con el numero treinta para probar si esa llave la abría, no sin antes girar varias veces la cabeza para fijarse de que nadie estaba cerca.

    Efectivamente, dentro un sobre; lo cogió y volvió a intentar cerrar la taquilla.  Para volverla a cerrar y quedarse con la llave, debía de meter otra moneda, así que la dejó abierta, para que fuera utilizada por otra persona.

  Guardó el sobre en su bolso; no lo abriría hasta llegar a casa, y ya a solas en su cuarto, poder ver lo que contenía antes de dormir.

      

       Era una situación incómoda, con lo tranquila que había pasado ella esas semanas, y de nuevo tenía que aparecer ese tipo a tocar los pies.   Era algo previsible e inevitable, antes o después, tenía que saber de él y del porqué o para qué, estaba en ese nuevo lugar.

Luisa.- ¿te encuentras bien?

Soledad.- sí, por qué

Luisa.- te veo rara ¿estás nerviosa por algo?

Soledad.- no, debe de ser que lo mismo, está a punto de bajarme 

Luisa.- esto de ser mujer es una jodienda, di que yo ya, me olvidé hace tiempo de esa mandanga 

Soledad.- vamos, preparando que vienen los cagaprisas estos

Luisa.- siempre vienen que parece que pierden el tren y luego están aquí dos horas

Soledad.- bueno pero hacen gasto, siempre son cuatro o cinco rondas

Luisa.- es que si no, ya les había yo puesto las pilas

Soledad.- venga, que voy a hacer unas rabas y hoy los invitamos a una tapita para acompañar el vino

Luisa.- me parece bien, haz bastantes y las repartimos entre todos los clientes que vengan esta tarde.

     Mientras Luisa ponía los vinos de la barra y las diferentes consumiciones de las mesas, Soledad en la cocina distraía su mente calentando la freidora y rebuscando una bolsa de rabas que estuviese abierta en el congelador, que a saber donde la habría metido Luisa; seguro que abajo del todo. Esta mujer colocando era un desastre.

    Llegaban como cada tarde Roberto y su señora a ocupar la mesa de al lado de la ventana y enfrente siempre aparcado el coche con el chofer y el guardaespaldas.  Ella como de costumbre con un trato cordial hacia ellos al servirles y el usted por delante; la relación camarera / cliente, no tenía nada que ver con sus encuentros. Además eso, le daba una emoción especial a esas noches de miércoles, de las que solo ellos sabían.




 

 

1 comentario: