Tras dar unos cuantos pasos, Soledad fijó
la mirada, sus ojos se quedaron clavados en un gran cartel de bienvenida. Después lanzo la vista un poco más allá; un
cartel verde donde estaba la palabra esperada: SALIDA con una flecha que
indicaba la dirección de su nueva vida.
Se
aproximó a la puerta de un taxi que estaba allí parado y le indicó la dirección
del piso a el conductor. Era demasiado tarde como para deambular por una ciudad
que no conocía. La verdad es que tampoco quedaba demasiado
lejos, pero mejor así.
Soledad.- buenas noches, ¿hay alguien en casa?
Andrea.- tú debes de ser la nueva, yo me llamo Andrea
Soledad.- a mí todos me llaman Sole
Andrea.- Chus, mira,
que ya llegó Sole
Chus.- pues muy bien llegas a punto para cenar, hemos
hecho de más porque nos dijeron que llegarías hoy
Soledad.- cual es mi habitación, tengo unas ganas de
quitarme los zapatos, ponerme el pijama y estar cómoda
Chus.- acompáñala tú que yo termino de poner la mesa
A las preguntas de las nuevas compañeras
de piso, Soledad iba dando respuestas
coherentes con su pasado para recordar lo preciso, pero cambiando la ubicación
de los sitios de donde venía y ciertas cosas vividas en años atrás. Le resultaba divertido el ser alguien incluso
desconocida para ella misma y lo mismo haría en cualquier lugar donde la
llevasen sus pasos.
Andrea.- yo me voy a la cama que mañana tengo que madrugar
Chus.- no te preocupes, ya recogemos nosotras
Soledad.- ¿hay alguna norma establecida que deba conocer?
Chus.- normas como tal no tenemos, pero para evitar
discusiones y no andar siempre dividiendo los espacios (por ejemplo en el
frigorífico) ponemos un dinero a la semana para hacer una compra conjunta y
todo es de todas. Normalmente cenamos
juntas
Soledad.- ¿y a la hora de comer?
Chus.- yo como en el trabajo y Andrea trabaja lejos, por
lo que no le merece la pena venir hasta aquí, pero tú si quieres venir, no nos
vamos a arruinar por eso
Soledad.- ¿y en tema de chicos?
Chus.- el novio de Andrea cuando viene alguna noche a
dormir no da guerra ninguna; llega tarde y se va pronto
Soledad.- ¿y el tuyo?
Chus.- los hombres no me atraen y las mujeres, me dan
mucho miedo
Soledad.- miedo por qué
Chus.- me conozco lo suficiente y si doy con una como
yo, a me mata o la mato
Soledad.- pues sí que te tienes en gran estima
Chus.- y tú ¿Cómo andas de amores?
Soledad.- acabo de llegar y vengo sin mochila; la verdad es
que nunca me han gustado los compromisos
Chus.- haces bien
Soledad.- me voy a descansar, que vengo cansada de estar
sentada en un asiento.
Chus. Hasta mañana, que descanses
Cuando se levantó se fue caminando hasta
el bar donde la esperaban para no sabía muy bien que día, incorporarse a su
puesto de trabajo. No quedaba muy
lejos de allí (diez minutos, más o menos andando sin prisas). Parada en la acera observó por la
cristalera. Una señora se afanaba en dar
desayunos, corriendo de un sitio a otro entre la cafetera y la tostadora. Los clientes parecían gente trabajadora, y
algunos tenían toda la pinta de ser personas venidas de fuera para hacer
papeles y volverse a su casa. Gente como ella, de pueblo, que se acerca a la
ciudad por obligación.
Entró y se sentó en la barra sin
identificarse.
Señora.- buenos días, que le apetece
Soledad.- un café solo
Señora.- ¿te apetece una tostada? Están riquísimas
Soledad.- vale, póngame una
El
bar se iba despejando y el trabajo parecía relajarse.
Señora.- ahí tiene una mesa libre por si quiere tomarse el
café tranquila
Soledad.- no, estoy aquí bien en la barra
Señora.- pues si no le importa córrase un poquito para ese
lado, que este sitio me viene muy bien para ir dejando las tazas y los platos
Soledad.- perdone, no me había dado cuenta
Señora.- es que tengo justo aquí debajo el lavavajillas
Era simpática y aunque se le notaba
agotada, no se le borraba la sonrisa de su cara ni un momento.
Quedaban ella y tres más en el local y por
fin la señora tenía un momento para secarse el sudor con una servilleta y
respirar.
Soledad.- qué hay, mucho trabajo
Señora.- no, son cuatro empujones al día; el desayuno, un
poco en el vermut, luego algo a la hora del café y a partir de las ocho la
gente del barrio, a tomar unos vinos y unas cañas, antes de cenar
Soledad.- ¿y está usted sola?
Señora.- por poco tiempo, estoy esperando a que venga en
unos días una chica que me han recomendado, y entre las dos esto va que
jode. A mí solo con que se encargue de
la tostadora en el desayuno y la freidora a la hora del vermut y por la tarde,
ya me hace una reina
Soledad.- ¿quiere que le vaya recogiendo la vajilla de las
mesas?
Señora.- no maja, a ver si te vas a manchar. Lo que si te
voy a pedir es que si viene alguien, le digas que espere un momento, que no me
aguanto más
Mientras estaba en el servicio, Soledad
recogió todas las mesas, pasó por ellas un paño húmedo que había sobre la
barra, y colocó las sillas.
Señora.- ¿pero y esto?
Soledad.- ahora solo falta que me diga dónde está la escoba
y que quede ya barrido
Señora.- muchas gracias yo me llamo Luisa y cuando te
apetezca un café, pasa por aquí, que estás invitada. Se ve a la legua que eres nueva en la ciudad.
Soledad.- pues yo soy Sole, y creo que es aquí donde tengo
que empezar a trabajar pero no me han dicho que día
Señora.- ¿tú eres Soledad? Ay qué alegría, que chica más
maja. Pero hoy de trabajar nada; date una vuelta y conoce la ciudad que es muy
bonita; mañana a las ocho te espero y ya nos organizaremos
Soledad.- me alegro mucho que sea usted así, nos llevaremos
bien
Señora.- ¡ah! a las dos y media, tendré la comida
preparada para las dos, a esa hora no hay gente y hablamos un rato hasta que
lleguen los del café
Soledad recorrió unas cuantas calles y
llegó un poco antes de la hora de comer, así iría viendo a los clientes del
vermut. Lo mismo que hizo después de comer antes de
irse a dar otra vuelta.
-- A las siete estaba harta de
pasear –
Luisa.- ¿pero ya estás aquí otra vez?
Soledad.- no conozco a nadie y me aburro
Luisa.- ¿y vives muy lejos de aquí?
Soledad.- nada a una carrera
Luisa.- ya verás ahora en un momento vienen los cuatro de
siempre a tomar unos vinos y luego más tarde un par de matrimonios y unos
chavales jóvenes que hacen aquí una parada antes de la hora de cenar; ya verás,
son más majos
Soledad.- oye Luisa.- que te iba a decir que yo de cocina,
no tengo ni idea
Luisa.- anda, ni yo.
Me compré una freidora buena y a base de croquetas y calamares
congelados, ya tengo cubierta la hora del vermut
Soledad.- ¿y así da
este bar para pagar un sueldo?
Luisa.- mira, yo ya tengo una edad, el piso pagado y de
todas formas no voy a salir de pobre, lo que necesito ahora es compañía y
tranquilidad. Con sacar para el alquiler
y pagarte a ti, a mí para comer me sobra
Soledad.- bueno, visto de esa manera
Luisa.- eres muy niña, no cojas nunca un bar por tu
cuenta, pierdes toda la vida detrás de una barra y cuando te quieres dar
cuenta, ya es demasiado tarde
Soledad.- ¿y usted está casada?
Luisa.- oye, de usted nada y de señora menos, en tal caso
señorita
La tarde se pasó volando, a las diez
Luisa cerraba la trapa del bar, y con un hasta mañana, Soledad se iba a ayudar
con la cena a Chus, cenar las tres juntas, un poco de charla viendo la tele y a
dormir.
Nuevamente sedienta de más desde el primer capítulo…Grande Maestro 😘
ResponderEliminarEmpieza el discurrir de una nueva vida.
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