Después de
examinar aleatoriamente, las 299 entradas editadas hasta este momento en mi
blog; me parecía la hora de dar una
pincelada en forma de opinión al tramo de espacio en el tiempo que transcurre
entre un cerrar y abrir de ojos.
Al volver a oír, aquellas composiciones
para (seres queridos), me han dado ganas de retomar el tiempo ya perdido y sí,
volver a conversar con mi antigua amiga un rato, moviendo mis deditos al ritmo
de unos valses peruanos de los que cantaba María Dolores Pradera y por su
puesto con los ojos cerrados aquel que siempre dediqué con el alma a las tres
mujeres de mi casa cada vez que lo tocaba en cualquier actuación: la princesa
del acordeón. Pero no pudo ser; la falta
de interés hizo que el amplificador no estuviese en casa y en realidad, a ver qué
día me acuerdo y lo reintegro al sitio donde debe de estar y lo enchufo, que
esa es otra.
La
letra cursiva en algunas publicaciones, me han hecho leer más lentamente,
haciendo aflorar sentimientos del momento, a veces incluso me han provocado envidia
de aquel que las escribió con calma, dando vueltas con un papel y un bolígrafo
en la mano, esperando encontrar la palabra perfecta para definir lo que en su
cerebro rondaba.
Cuantas personas retratadas, a las que se les
puso un antifaz para no divulgar su identidad o intentar enmascarar un poco sus
facciones ante la gente mundana.
Cuantas cosas que contar, escondidas entre frases sin sentido mezclando
las ansias de escribirlas y el temor a que fueran leídas.
Donde estará
la valiente rebeldía de contenían aquellas letras que compuse cuando tenía
dieciséis años; la verbal inconsciencia
de mis primeras canciones de amor; los poemas e historias en la cama escritas
antes de dormir a modo de diario; los temas en tono menor tocados en mi soledad
y nunca grabadas. Bastantes recuerdos
quedaron guardados en esa carpeta de cartón;
Otros, rotos por despecho o temor
a provocar daño quienes los pudiesen leer en el futuro; muchos perdidos en los cambios de domicilio
y los que aún conservo, olvidados en el cajón donde pacientemente aguardan el
momento en que sienta la necesidad de recordarlos.
Esta
foto, (que no recuerdo de donde saqué) dice mucho de mi siguiente relato. Tan solo que fue la portada de mi facebook
durante un tiempo. Después de volverla a
observar con voluntad retrospectiva, he creído conveniente desnudarla, anularle
el color y dejarla en su más turbia expresión. Por mi
mente, han pasado cantidad de formas de titular esta publicación.
Algunas
demasiado escurridizas y circunstanciales; otras sin embargo perversas con avaricia. Así, que debido a su buscada coincidencia, me declinaré
por un título simple; la llamaré:
Nº-300
Aquella persona, se percató que
echaba de menos a un casi olvidado dicharachero y genuino figurante del que no
sabía nada hacía bastante tiempo
Era sábado por
la tarde y se acababa de dar cuenta de que al día siguiente sería domingo. ¿Domingo? Sí. ¿Y
qué le traería la noche del domingo? Ojala trajera un nuevo lunes. Y el lunes llegó, lo pasó pensando donde
buscar a su antiguo conocido.
Llegada la noche, reflexionó durante aquellos últimos quince minutos del
día, mirando atentamente como se movían
las agujas de su reloj de cuco antes de que estas coincidieran en la parte superior
marcando las doce y aquella figurita saliese para señalar que ya comenzaba el
martes.
Primero preguntó a
los conocidos de la infancia, pero allí, nadie parecía querer hacer el mínimo
esfuerzo para acordarse ni de él ni de
nada. Hacía muchos años y por unas cosas u otras, a nadie
le apetecía, husmear en ese pasado; era
un tiempo demasiado lejano; todos tenían
motivos para olvidar las jugarretas perpetradas para así poder criminalizar sin
contemplaciones las acciones de los infantes de hoy.
Se
fue a buscar a sus amistades de la adolescencia, algunos preferían no
recordarlo, otros bajaban la cara y no sabían cómo describirlo, para el resto, había pasado inadvertido por sus vidas.
Llegó a sus
compañeros de juventud. Nada más decir su nombre, sin preguntar por él, todos recordaban tal y como era, a muchos les
gustaría saber de él, saber de su vida y su destino, pero habían perdido la
pista desde el día en que se alejó. Solo
sabían que estaba bien, por boca de su familia.
Recorrió los
callejones estrechos y empinados del lugar, por los que solía pasear. De
noche, en silencio, solo; pensando en
nada y observando todo, intentando encontrar algún rastro que lo condujese
hasta él.
Decidió hablar con
su mejor amiga y confidente. Esta, llevaba tiempo esperándolo, pero no se había
dignado de volver a saludarla, su nexo de unión blanco y negro, estaba tapado, olvidado
bajo una manta en un recinto silencioso de donde ya, los pentagramas, claves y
notas que florecían en el ambiente, habían desistido de seguir esperando a que
se recogiese su fruto. Todo se había
marchitado y el peso del polvo acumulado en su ficticia superficie les había hecho precipitarse a la inexistencia.
No quedaba
aparentemente nadie más a quien poder preguntar en el mundo de los recuerdos,
por lo que ya decidió dirigirse a las profundidades del bosque. Ese, en el que
él siempre se refugiaba. Ese, del que siempre él hablaba. Ese bosque encantado donde albergaba sus
sueños llenos de sombras, donde le gustaba perderse y moverse con total
libertad, hablar con sus moradores e ir recogiendo y almacenando en su mente,
todo aquello que encontraba a su paso, para plasmarlo más tarde en cualquier
papel, bien fuera pautado o cuadriculado.
A tientas entre la
maleza, pudo ver, como pequeñas lucecitas se movían de un lado a otro. Les preguntó quienes eran, y si lo
habían visto. Aquellas diminutas y
resplandecientes fosforescencias eran
las hadas. Hacia una eternidad que no
contaba con ellas; que se hallaba en un círculo, construido por él mismo y custodiado
por las brujas; debería preguntarles a
ellas del lugar donde se encontraba.
La única forma
era adentrarse en el lodazal, contra más oscuro, profundo y putrefacto fuese,
muchas más posibilidades tendría de que saliesen a su encuentro.
Una mano delgada
y sucia, con uñas largas, lo paró apoyándose en su pecho. Por fin las había
encontrado, solo quería saber de su conocido, donde estaba y cuál era el motivo
de su larga ausencia.
Las brujas con sus hechizos,
proporcionaban nuevos embaucadores matices a sus ensoñaciones; tal vez
por eso él, no hacia ningún esfuerzo para abandonar aquel sitio, pero el
egoísmo por poseer también su cuerpo, les empujó a proponer un trato:
Si conseguía sacarlo de su pedestal y llegar
con él, antes de que el día miércoles prescribiese, a la zona del bosque donde la claridad empieza a infiltrarse entre las copas de los arboles, les
dejarían ir. Pero si no era así, los dos quedarían
recluidos en el infinito espacio de las tribulaciones para siempre.
Lo llevaron
hasta un montículo, en el que se hallaba un tipo de escenario cubierto por una
gasa. Dentro, una silueta, interpretaba un papel disfrazado de marioneta
parlanchina. Llevaba ya tanto
tiempo representando al mismo personaje, que este había engullido a la poca
sensatez lúcida que podría quedar bajo el disfraz.
Lo llamó
a gritos repetidamente por su nombre, pero no parecía reconocer ni su propia
voz. Seguía de pie, encumbrado en
aquel circulo hecho de absurdos y rodeado por un telón tejido como una tela de
araña por complejos, miedos, mentiras e hipocresía.
De un empujón,
hizo desmoronarse aquel castillo de naipes y con sus propias manos, desgarró
con rabia la tela apelmazada y podrida, haciéndola jirones.
Lo despojó del
disfraz y desnudo lo cogió en brazos. Raudo, volvió a atravesar el cenagal
hasta llegar al lugar donde los estaban esperándolos las hadas, todas juntas
para que su luz pudiera marcar el sendero irrumpiendo entre las ramas y densa
hojarasca antes de que el reloj marcase el principio del jueves y poderlo
liberar al final de aquella calamidad de sueño donde tuvo la osadía de entrar
para engañarse a sí mismo. Solo él sabrá porqué.
De donde tenía tantos motivos por que
salir, que la perdida de la noción del tiempo casi le hace olvidarlos y ser
olvidado; enmarañado en una parodia teatral de la que
nadie escribió guión excepto su subconsciente.
Aún hoy sigue sin
poder entender porqué, personaje tan ominoso, algunas veces se empeña en seguir
siendo interpretado.
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