3.- Proceso
El sujeto, entra en un profundo
“peligroso” pero placido letargo, que se acrecienta según va examinando los
elementos por separado que siempre estuvieron valorados, pero algunos de ellos,
no lo suficientemente definidos.
En el fondo, quedan las piedrecitas de
mayor o menor tamaño, las más pesadas, representan esas cosas que siempre le
han importado, por las que ha luchado, para las que han ido dirigidos todos sus
esfuerzos y pensamientos, dejando de pensar quien era él.
Sobre ellas, residuos sólidos perceptibles,
convicciones morales, de ética, comportamiento, inculcadas en su infancia por
su familia, y creencias “religiosas,
ideológicas”.
Luego, se hallan partículas de diferente forma, tamaño,
color........ Ahí se encuentran las reflexiones, opiniones y aprendizaje de las
acciones u omisiones, experiencias varias de situaciones vividas que en forma
de tamo se mueven entre una solución viscosa.
Un líquido de color pardo claro (barquillo).
Lo que pudo ser y no fue, lo que fue y
no debería de haber sido; intenta separarse del resto condensando en él la frontera
entre la realidad y la ficción, una franja interesante de controlar, para
determinar, que mostrar u ocultar en cada momento ante los ojos de los demás.
Un espacio claro, transparente, sin
impurezas, quiere pasar inadvertido, tu interior, el que no desea ser
analizado, el que contiene toda tu verdad, la que no se deja ver, pretendiendo
evitar el estudio de algo que jamás comprenderías.
En la parte superior, todo lo contrario, fluidos aceitosos, forman hilos
suaves como la seda de diferentes texturas, formas y figuras que intentan
llamar tu atención con un movimiento lento pero continuo, pretenden que los
observes con detenimiento, que sigas gastando tu tiempo en actos banales,
sueños, ilusiones, cosas sin sentido. Te
absorben, te atrapan de tal manera, que es imposible no dejarse abrazar por
esos suaves tentáculos, nada más tiene la mínima importancia, quedas sumido en
un sueño hipnótico.
Cuando quieres reaccionar, piensas que es
demasiado tarde, desvías un segundo la mirada hasta la parte de abajo y ves
como esas piedrecitas, han perdido peso, lo que siempre ha estado en el altar
de un lugar sagrado, dentro de tus obligaciones, parecen perder consistencia, observas
que todo empieza a mezclarse, de una forma traviesa, nada parece tener sentido,
no reconoces tus sentimientos, afrontas lo que sucede a tu alrededor, con una
indiferencia y frialdad inusitada, tan solo el sueño, la abstracción del mundo parece
importarte.
Cada mañana intentas reaccionar sin
conseguirlo, cada noche realizas un acto de intereses, tengo que cambiar, pero
el día siguiente vuelve a suceder lo mismo y así uno tras otro, cada momento de
lucidez, se convierte en un infierno dominado por una inmensa culpabilidad que
te hace renegar de ti mismo, el malestar es tan intenso, que para aliviarte,
corres a refugiarte en tu sueño y cada vez que despiertas se acrecienta aún más
el desagradable pecado que otra vez has
cometido y la tentación incontrolable de volverlo a cometer.
Al final decides pedir ayuda, pero siempre
recibes la misma respuesta: Tu eres quien tiene que poner la voluntad. Y lo intentas, pero todo sigue igual,
después de varios intentos solo encuentras una escapatoria que no tiene salida,
fingir que todo está bien, ocultarte tras la mentira y buscar escusas para dar
veracidad a lo inexplicable, piensas que esto es una mierda, perdón, que TÚ
eres una mierda y lo peor es que no te falta razón.
La apatía, se convierte en un estado de
ánimo habitual, empiezas descuidando tu vida y la de los tuyos, continuas
pasando de comer, provocando un estado de debilidad que aún te hace más difícil
levantar tus, ya deterioradas ganas de vivir.
Tienes las manos atadas, en ese momento extremo,
te martirizas esperando que algo
“divino” quiera coger las tijeras (a las que tu no llegas, por más que lo
intentas) y corte esos tentáculos que ya no te permiten un solo movimiento; deseas poder alejarte, poder frenar esa
espiral, recolocar todo en su sitio, seguir hacia arriba, ver lo que aún no has
visto: de que están formados los gases que se encuentran en la zona más cercana
a la salida, los que habitan en el cuello de la botella, en caso de que exista
dicho espacio. Deseas salir de ese
estado, pero ahora que sabes dónde deben de estar situadas las cosas, no vas a
permitir que nadie te agite el cerebro para desordenar de nuevo tus
prioridades, antes sabias que estaban y cuáles eran, ahora, además, sabes donde
tienen que estar.
Comentas al resto de familiares tu situación,
con la única pretensión de informarles; has tardado demasiado en hacerlo, pero
la intención de no preocuparlos ha ido dejando pasar el tiempo. Todos te ofrecen palabras de apoyo,
quieren poner en ti, un punto de esperanza, con realismo, es tarea complicada y
no se deben esperar soluciones a corto plazo.
En la mente de todos ronronea la
misma pregunta, pero solo uno se atreve a plantearla:
¿Se te he pasado por la cabeza hacer
alguna tontería?, la respuesta es simple:
¿Para qué voy a molestarme en
quitarme la vida, si ya estoy muerto.
Esa pregunta y la respuesta, analizada
posteriormente, actúan como un resorte para volver a intentarlo.
Nunca
es demasiado tarde y en un alarde de valentía o desesperación, llamas a la
consulta de un “psi......” privado (por evitar la lista de espera) para que te
de cita lo antes posible, ante la duda de arrepentirte y no acudir a ella si
pasan unos días.
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