6.1- Consejos
(Creo que…)
Aclarado que es una enfermedad, no lo podemos tratar como otra cosa que
un enfermo, intentando colaborar en su recuperación; tal vez pensemos que no le
importamos, que no pone demasiado de su parte, pero tal vez, sea que no es
capaz de hacerlo por propia iniciativa.
Me referiré a él como enfermo, ÉL, sea
hombre o mujer, con el fin de expresarme con más facilidad.
Si vemos que actúa de forma poco usual y al preguntar varias veces al
cabo de un tiempo ¿qué te pasa?, siempre responde: nada, no sé, evita la
mirada, busca alguna excusa sin fundamento o simplemente da la callada por
respuesta, es que no quiere preocuparos,
es el momento de no dejarlo pasar. Llama a algún especialista, vete tú a su
consulta y si no te convence a otro, comprueba que el sitio y la atención pueda
ser de su agrado, para que el primer paso le de esperanza y seguridad, luego
coméntale el asistir a ella con ánimo, sin presión, como si fuera un juego en
el que nunca pierdes; si hay algo, mejor cogerlo al principio y si no es nada, habréis
ganado tranquilidad.
Si demuestra apatía, no lo trates como a un
vago, no le pidas que se busque algo que
hacer, ni le digas que te ayude, (no lo hará) ayúdale a ayudarte, cógele la
mano con una sonrisa y dile: ven, haciendo que participe con tigo en lo que
estés realizando, aunque esto te dé más trabajo, proponle salir a dar una
vuelta, antes de que esté recostado en el sofá, aunque haga mal tiempo o no te
apetezca.
En las conversaciones, saca siempre temas
de los que reíros, anécdotas del pasado, haz que florezca la niñez en su
interior, aunque para ello te debas comportar como un adolescente quinceañero,
haciendo cosas poco acordes con tu edad.
Da igual que seas: amigo, padre, cónyuge,
hijo; un abrazo de vez en cuando aún sin
venir a cuento, en el que no hace falta pronunciar ninguna frase, le demuestra
que no pides nada a cambio, que simplemente puede contar con tigo.
Puedes ir con él a la consulta, pero
déjalo entrar solo, a no ser que el profesional te lo pida, y a poder ser, la
primera vez nunca; a la salida un simple.-que
tal, sin insistir, él te contará lo que crea conveniente y enseguida se deja el
tema y a otra cosa más amena.
Es él, quien tiene que hacer partícipe
de la situación a su entorno, no tú, es la única manera que lo haga aceptando
la realidad con naturalidad, sin miedo al qué dirán o a dar pena; para que sepa del apoyo de los demás, no hace
falta que se le diga, lo mejor es no cambiar de comportamiento con él.
Habrá veces que saque el tema para
desahogarse, dependiendo de con quién esté hablando, intenta entenderlo, de
todas formas, después de un rato cambia de conversación, si vuelve a la
anterior, intenta cambiarla de nuevo, con suavidad, intenta que no solo quiera
hablar con tigo por ese motivo; corres el riesgo de conviértete en su paño de
lagrimas, al que al final van todos los problemas familiares, (vulgarmente: el
saco de las hostias; hostia pura, hostia santa,
no de esas no, de las otras) ninguno de los dos salís beneficiados.
Como todo en la vida, tiene altibajos,
incítalo a arreglarse, que se asee, que se ponga guapo para ti; en estos casos
los más convincentes son los hijos, a los que es más difícil negarles nada y
con tal de que no den la vara, él lo hará.
Supervisa que tanto el tratamiento,
cómo el seguimiento del profesional, se lleva a cabo perfectamente, como una
curiosidad, nunca como un control férreo, de forma que no llegue a sentirse
acosado.
Los mayores, deben sugerirle, que realice
actividades con los pequeños y los peques, provocar que preste atención a las
demandas de los mayores.
Si pretendemos que se sienta importante,
imprescindible, hemos de procurar que realice alguna actividad en la que sienta
necesaria su ayuda; prestarnos ayuda a nosotros, es algo que según él, no
necesitamos, la ayuda es él quien la necesita, pero si realiza alguna actividad
solidaria como voluntario para gente, que él opina que está en peor situación,
entonces se volcará en su labor; no
pensemos que le importan más que otros, NO, simplemente a nosotros no nos ve
necesitados y en vez de celosos, nos debemos sentir orgullosos de su acción.
6.2 Conclusión
(La mía)
Es como el “vecino del quinto” ese con el
que nos cruzamos cada día en la escalera, en el portal, en la calle; lo
conocemos y saludamos amablemente, pero sabemos que no debemos salir con él, un
trato, más allá de lo imprescindible solo nos puede traer problemas; es un
delincuente habitual y al final su compañía, nos hará cargar con la complicidad
y responsabilidad de sus actos.
OJO. Las personas, con los años pueden
cambiar, se merecen una segunda oportunidad; las enfermedades mentales
(depresión, alcoholismo, ludopatía, etc.) NO. Querido amigo: si alguna de ellas, vuelve a
llamar a tu puerta, intenta no abrirle, se te pueden cerrar todas las demás; si
tienes dudas, solicita ayuda urgente, apóyate en los tuyos para vivir y disfrutar
el presente y futuro.
V I V E
Espero no haberos aburrido
demasiado y gracias por leerme.
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