La estrella fugaz
Llega el día de vuestro cumpleaños y no puedo dejar de pensar en que escribiros, es difícil, no quiero repetirme, pero mis aptitudes como escritor no dan para más. En fin, habrá que intentarlo:
Queridísimas hijas, ya cumplís 18 y 14 años, os voy a contar la historia de un señor que vivía rodeado de magnificas realidades que pasaban inadvertidas, nubladas por un deseo irrealizable: tocar una estrella.
Hace años, muchos, muchos años; un niño, subió a una montaña en una tarde de verano, el cansancio y el calor, le hizo quedarse dormido a la sombra de un arbolito que se hallaba en todo lo alto.
Al despertar, había caído la noche. Ante sus ojos, un cielo despejado lleno de lucecitas, junto a ellas el gran contorno de una luna menguante en su punto extremo antes de pasar a ser nueva.
Embelesado con aquel espectáculo, su corazón latía tímidamente, su cuerpo y mente en estado de reposo, dejaba correr el tiempo, hasta que algo extraño, muy brillante, cruzaba el firmamento dejando una estela de luminosidad y desapareciendo en el resplandor de las luces de la gran ciudad que estaba situada allá a lo lejos, al fondo, en el valle que formaba el cauce de un gran rio.
En ese momento volvió a la realidad, era demasiado tarde, se olvidó del camino y bajó campo a través, dando tropezones, esquivando piedras y matojos hasta su casa, que estaba sumida en una arboleda. Abrió la puerta. De la cocina salió una voz enfurecida: .- ¿de dónde vienes a estas horas? ya hablará mañana con tigo tu padre.
Jadeando, sin aliento, con la voz entrecortada:
.- perdona mamá, es que me he entretenido viendo el cielo como nunca lo había visto.
.- el cielo, el cielo, cuando se levante mañana tu padre, te va a dar cielo.
.- si mamá, y he visto caer una estrella.
.- si, pues lo mismo las vuelves a ver, pero del guantazo que te vas a llevar como no te calles; y ahora a la cama sin cenar, a ver si con el hambre ves caer un pollo.
Toda la noche estuvo pensando en esa estrella ¿donde habría caído? ¿Quien la habría encontrado? lo que le gustaría haber sido él. Y si algún día encontrase una ¿qué haría con ella?.......
A la mañana siguiente, cuando empezaba a amanecer:
.- Vamos, arriba, que se te van a quitar las ganas de trasnochar, mientras esperamos a ver si cae otra estrella, doblas los riñones con la azada, que seguro que entre las patatas encuentras alguna.
Salieron de casa, durante todo el camino, permanecieron callados. Su padre y él se dirigieron al huerto, donde trabajaron toda la mañana sin mediar ni una sola palabra.
Llego la hora de regresar a casa para comer, su padre no le había dado un momento de respiro. Extasiado, avanzaba por el sendero arrastrando las zapatillas, solo quería llegar y dejar su cuerpo dolorido caer sobre la silla, sin importarle lo que pudiera haber en el plato.
Al entrar, el padre preguntó:
.- ¿Qué tenemos hoy de comida?
La madre con una sonrisa burlesca, asomándose a la puerta de la cocina le contesta:
.- pá nosotros potaje, al mozalbete, le he preparado una sopa de estrellas.
Mientras el padre soltaba una carcajada, la abuela sentada ya a la mesa, se mordía el labio inferior con un gesto de indignación y rabia contenida, no le parecía bien tanta guasa.
Comieron tranquilamente, hasta dejar todos los platos vacios, excepto el suyo, el cansancio le había cerrado la boca del estomago.
Después, como cada día, su padre se fue a echar una siesta, su madre recogió la mesa y se puso a fregar los cacharros, él y la abuela se sentaron en torno a una mesa camilla que estaba cerca de la ventana.
.-a ver pequeño, ¿Qué pasó anoche?
.-nada abuela, que me quedé embobado mirando el cielo, y, y además, vi caer una estrella.
.- ¿Qué viste caer una estrella?
.- si, cayó en la ciudad
.- eso es que algún hombre la tocó con su dedo para coger su poder
.- ¿coger su poder? ¿Cómo?
.- ahora estudia cuanto puedas, cuando seas mayor trabaja y vete ahorrando, cuando tengas suficiente dinero, estira el brazo y con tu dedo índice toca una estrella, eso te concederá todo su poder.
.- ¿y cómo sabré cuando tengo suficiente ahorrado?
.- intentando alzar tu brazo cada poco y algún día lo conseguirás, pero no tengas prisa, aún tiene que pasar mucho tiempo, ahora, sobre todo estudia y hazte un hombre de bien.
.- gracias abuela, algún día la tocaré, entonces vendré y compartiremos su poder.
Pasó el tiempo, cuando cumplió los doce años y su padre lo acompañó hasta la ciudad. Allí conocía a un señor que era el dueño de un gran aserradero, donde entró como aprendiz a cambio de cama, comida y un poco dinero que su padre se encargaba cada mes de ir a recoger.
Cerca del aserradero, en un descampado cercano, había un pequeño taller de ebanistería. En sus ratos libres, al atardecer, aunque estuviese baldado de cargar con maderos toda la jornada, hacía una escapada para ir allí. Se sentaba y admiraba como un señor tallaba la madera con rapidez y habilidad; era un tipo simpático, siempre le sonreía, siempre solo, parecía agradecer esa compañía.
Un día, el señor se acercó y le dijo:
.- ¿te gustaría ayudarme?
.- ¿ayudarle?
.- si ayudarme, no te podre pagar, pero alguna que otra propinilla sacarás
.- pero…. Pero eso es muy difícil
.- ¿difícil? No, solo es cuestión de querer aprender
.- a mi no me importa aprender
.- pues si a ti no te importa aprender y a mí no me importa enseñarte, ya tenemos mucho camino andado.
.-pero….
.- no hay peros que valgan, toma este pequeño formón, este pequeño martillo y este trozo de madera
.- ¿y ahora?
.- solo empieza a hacer surcos finitos y poco profundos en ella y recuerda que la suavidad es lo más importante.
Allí, en aquel pequeño local, con el tiempo fue donde talló con sus manos una caja de madera con dos tapaderas que se unían en el centro haciendo la forma de una estrella; en ella iba guardando todas las propinas, una especie de joyero que lo acompañaría toda su vida allí donde fuera.
Llegada la hora, ya con los dieciséis cumplidos, decidió dejar el aserradero. Trabajaría para él y administraría su sueldo; el señor ebanista, lo recomendó para que trabajase en una fábrica de muebles modernos (de esos que se empezaban a estilar) que además tenía tienda, al otro lado de la ciudad.
El sueldecillo los primeros años, solo le daban para pagar el alquiler de un pequeño piso, comer y vestir dignamente, por lo que muchas tardes, después de su jornada, acudía a ayudar a su maestro, para sacarse unas propinillas que siempre iban a parar a su caja de caudales.
Como cualquier joven, se echó novia, se casó, tuvieron una niña, al tiempo tuvieron otra y así siguió pasando su vida.
Como todas las familias de aquel entonces andaban apretadas, el sueldo no daba para más, por lo que todos los días se quedaba en la fábrica haciendo horas extra y cada noche, antes de acostarse rebuscaba en sus bolsillos alguna que otra moneda para meter en la caja, a la que ponía de nuevo el candado y volvía a guardar en el fondo del armario.
Algunas noches, cuando todos dormían, se levantaba sin hacer ruido, subía a la terraza del edificio, miraba al cielo e intentaba estirar su brazo para tocar una estrella, pero todo era inútil.
Se acercaba el día del cumpleaños de sus hijas, por una de esas casualidades de la vida, coincidían los dos, en el mismo mes, con un solo día de diferencia, ellas siempre habían pedido algo sobre todas las cosas: poder ir un día a bañarse en el mar. Pero estaba el viaje, la pensión; en fin, muchos gastos para un par de días.
Cuando llegó el fin de semana, mando a su esposa preparar una pequeña maleta con ropa, abrió su tesoro, cogió todo el dinero y de madrugada, se encaminaron hasta la estación de ferrocarril.
Después de un largo viaje, al fin estaban frente a un inmenso paisaje, todo era arena blanca y al fondo una gran masa de agua azul.
Pasaron toda la tarde, corriendo de un lado a otro de la playa, dejándose atrapar por las olas que rompían en la orilla, chapuzándose en aquel agua tan salada, haciendo castillos de arena y lo más importante, disfrutando juntos, unidos en familia cada minuto.
Cuando cayó la tarde, ya oscurecido, agotados se fueron a cenar algo, luego a la pensión, donde habían reservado dos habitaciones, una de matrimonio para ellos y otra de dos camas para sus hijas, en las que cayeron reventadas.
A eso de la media noche, sigilosamente, se levantó para ir al servicio; de pie, por el ventanuco que en él había, pudo observar la inmensidad del mar, como brillaba y era el simple reflejo de la luna; miró al cielo y vio una gran luna llena, como brillaba y también era un simple reflejo del sol; miró las estrellas y le parecieron insignificantes motas de polvo en el firmamento.
Volvía a la cama, al pasar por la puerta de la habitación donde dormían sus hijas, entreabrió la puerta para ver como se encontraban. Sus caras resplandecían con una luz propia, que iluminaba su entorno, impregnando el aire de ilusión y felicidad, con tanta intensidad que incluso podía llegar a tocarla u olerla.
Al día siguiente, en el viaje de regreso sus risas, parecían llenar todo aquel viejo vagón de tercera clase.
Cuando llegaron a casa, él, sin decir nada, se dirigió a su habitación, quitó los pernos de las tapas de la caja y junto al candado y la llave, los tiró por la ventana con fuerza; luego en el fondo, pegó una foto de su boda, en cada una de las tapas, la fotografía de cada una de sus hijas, lo puso de lado, encima de una cómoda, a forma de portarretratos y seguidamente llamó a sus hijas.
Las sentó a los pies de la cama, una a cada lado, cerró los ojos hasta que sus parpados no podían retener tras ellos más lágrimas de felicidad, entonces, cogió a sus niñas por la cintura, abrió los ojos y les dijo:
.- perdonad mis pequeñas, he estado toda la vida estirándome para tocar una fugaz estrella y no me había dado cuenta que simplemente con llegar a casa podía tener dos soles entre mis brazos.
(2013) Para Raquel y Lucía.
FELIZ CUMPLEAÑOS
Qué herimos cuento, Carlos. Espero que a Raquel y a Lucía les haya encantado tanto como a mí. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarFernando
mejor
ResponderEliminarSegura estoy que es el poema más sentido, el que más amor encierra, Carlos. Hermoso!! Tus estrellas, siempre, siempre estuvieron allí. A veces buscamos sin necesitarlo, amigo mío. Felicidades a tus princesas.
ResponderEliminarCada año por su cumpleaños, una pequeña historieta sale a la luz.
EliminarHermosa narración amigo, de cierto tienes una delicada e intensa habilidad para atrapar al lector con tus bellas letras. Me encanto tu escrito amigo, abrazo.
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