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viernes, 8 de agosto de 2014

El cojo (11)


Fenómenos extraños

        Después de cenar, los vecinos salían a la puerta un rato a tomar el fresco.        En cada zona del pueblo, se formaban corrillos de sillas para aprovechar y echar un parlao.
      Los mozos bajaban un rato a la cantina y las mozas daban una vuelta por el pueblo, terminando al final en la plaza, donde se agrupaban todos e iban formándose  las parejas a espaldas de sus padres.
         Debido a estos encuentros primeros, esporádicos, detrás de la iglesia y luego el típico paseo nocturno por la carretera (como había ocurrido siempre), las madres mandaban a jugar a los pequeños, donde pudiesen ver a sus hermanas para que hicieran de carabina.
   Aquellos enanos se chivaban de todo incluso si alguna pareja se daba un paseo por la carretera, acompañada como era natural de un par de amigas que hiciesen de sujeta velas, para evitar habladurías.
    Con todo y con eso, algunos se apostaban encima  del zopetero de la primera curva para vigilar lo que hicieran dentro de lo que se podía apreciar.    Escondidos tras la maleza con la exclusiva iluminación del resplandor de la luna. Para después contar a los demás con detalle todo aquello que habían visto cuando volvían a la plaza.
           Por mucho que las chicas intentaban distraerlos y entretenerlos con juegos, mientras los chicos bebían en la cantina un tercio, como alguien se ausentase  de  ese entorno, aun tratándose de una persona sola;   siempre había alguno que marchaba detrás y más todavía si esta era del género femenino. 
         De principio a finales de julio, se notaba como los días se iban acortando. Los trabajadores iban volviendo un poco antes a casa por la ausencia de luz. Igualmente, se adelantaba la hora de cenar y salir al fresco,  aunque fueran tan solo diez minutos.
       En la segunda quincena del mes, una noche de luna nueva, hacía un aire de espanto. Todo el pueblo quedó sin luz. Era algo habitual por otra parte, ya que no había mes en que no cayese algún poste al suelo, por lo que seguían haciendo su vida normal.
      Las mujeres con sus sillas, se resguardaban en algún portal a la luz de un candil y seguían como si nada.
        En la cantina en unas palmatorias, ponían dos velas sobre el mostrador y en la plaza, todos hacían un corro sentados en el suelo y contaban historias de miedo.
        Después de aquello no había moza que quisiese ir a dar una vuelta.
          Las parejas de novios más mayores, aprovechaban esa ocasión para ir a visitar los rincones oscuros y poder  desahogarse, a sabiendas, que esa noche, fijo que nadie los seguía;  ni las sujeta velas querían acompañarlos.
      .-pues sí, pues sí, (comentaba uno de ellos)
     Dice mi padre que hace tiempo, sobre estas alturas del año, una noche, se levantó un gran viento.  Estaba raso como hoy y la luna no daba nada de luz.
        Un pastor volvía envuelto en su capote del campo, cuando creyó ver como se movía algo entre los árboles, rápidamente echó mano de su navaja cabritera, cuando  de repente algo brillante se interpuso en su camino, era la forma de los ojos de un ser que estaba como colgado por hilos a unos palmos del suelo. Quedó parado frente a él, con la sangre helada y de pronto: uuuuh,  Vengo a por ti, con una voz terrorífica.   (Todos juntos, pequeños y mayores, cerraban el circulo y se abrazaban entre sí)
    Con la otra mano, el pastor sacó el cachorrillo de la faja y ¡BUM! (diciéndolo con fuerza y levantándose de golpe alzando los brazos).  El susto fue tremendo.
    .-tranquilos, que no pasa nada
    Disparó su única carga contra aquella silueta que ni se inmutó. Estiró hacia él pastor sus largos brazos a los que no se le veían las manos cubiertos por las mangas de su negra túnica y sin llegarlo a tocar lo levanto del suelo quedando este suspendido en el aire. Ahora viene lo mejor.
        .-lo mejor es que yo me voy a casa
              .-y yo
                   .-os acompaño
                       .-esperar que yo no quiero subir sola
    En fin, que con aquella oscuridad, nadie quería saber el final de aquella historia.   Todos a casa y a intentar no soñar con aquel pastor y aquella silueta negra con ojos brillantes.   A dormir todo el mundo,  la siguiente noche y con luz arreglada ya bajarían de nuevo a la plaza. 
         Un mozo, al que llamaban Villalba desde pequeño, por descender su padre de esa localidad.  Estaba picado a la verdina con la tal Cris, pero al final por unas cosas u otras, cada noche,  nunca podía pasar de irse para casa con un gran calentón por culpa de aquellos mocosos.
     Aunque Cris era algo reacia a pasear cerca de aquel sitio y más de noche, él la convenció como única forma de esconderse de todos. No había manera, según ella lo abrazó y se empezaron a besar, un ruido salió de entre aquellos arbustos de enfrente. 
       .-vámonos, me entran escalofríos por la espalda
           .-pero si no pasa nada
      .-ya te dije que no era una buena idea venir hasta las tapias del cementerio
           .-bueno pero ya que estamos aquí
     .-yo me voy, tú haz lo que quieras
           .-espera, que voy a ver quien coño hay tras esos matojos
    .-no me dejes aquí sola, déjate ahora de tonterías
           .-mira que siempre igual con estos enanos 
         Cuando llegaron a la plaza, allí faltaban algunos de los mozalbetes que junto a un par de diablillos, llegaron justo detrás de ellos.
        Se sentaron al pie de la puerta del ayuntamiento y empezaron a sonreírse con sorna.    De pronto una voz se oyó salir de aquel grupo de mangurrianes.
       .-Alguien hoy se va con la calentura pá casa
             Villalba, se mordió la lengua para ni descubrir el pastel.    Cris, miro fijamente a Felipe y solo le hizo falta para que se pusiese a temblar, verla cómo hacía con los dedos índice y corazón de la mano derecha,   una ligera pantomima representando una tijera.   Se puso la mano sobre la bragueta y retiró su mirada hacia un lado.  
      Ya estaba advertido por segunda vez.
                Eso había que solucionarlo de alguna manera.  A Cris, le iba más la juerga que a los chivos la leche y el tal Villalba, no estaba dispuesto a que algún espabilado le levantase esa liebre.
           Unas noches, y pidió ayuda a un par de amigos ya con novia para poder alcanzar su objetivo sin que nadie lo siguiese.
      Una pareja, salió de la plaza dirección a la parte baja del pueblo;    unos pocos se apresuraron a seguirlos.
     A los pocos minutos, otra salió,  se dirigió en sentido contrario; el resto de muchachada fue tras ellos.
           Villalba y Cris, con todo despejado y nadie que se percatase de su huida, fueron hasta la tapia trasera del cementerio. 
      A Felipe, aquella estrategia, le olía mal, aunque dos parejas salieran de la plaza, normalmente iban juntas y con alguna amiga de apoyo, por muy novios que fuesen y estuviese reconocida ya su relación.
      Se volvió a la plaza y sin entrar en ella observó:   Allí faltaba alguien.    ¡Ajá!, esa era la ocasión para vengarse de la mala pécora de la Cris.
       Estaba seguro de donde podía encontrarlos.  Se fue  hasta el cementerio, una vez cerca, en silencio, pudo oír que hablaban en voz baja.   Entre abrazo y beso, beso y abrazo; alguna palabra con el aliento entrecortado, con la que intentaba tranquilizarla,  pues Cris, no paraba de mirar a todos sitios, ya que seguía teniendo demasiado respeto aquel lugar.
      Felipe que era un experto en arrastrarse por el suelo sin hacer ruido, se fue aproximando, hasta llegar al sitio desde donde poder observar sin ser visto.        Tenía que tener un poco de paciencia, no moverse lo más mínimo y esperar el momento oportuno para al fin llevar a cavo  la venganza; esa que le debía desde el día del rio y que tanto tiempo llevaba con ganas de cobrarse.
     El desenlace, no podía retrasarse más, daba igual el sitio por tétrico que fuese; los dos, estaban empapados en sudor e embriagados de deseo.  Cris, aprovechó un pequeño montículo de arena para dejarse caer sobre él, al tiempo que se terminaba de desabrochar la camisa.  Villalba, tiró de cinturón y se echó sobre ella.
     Su mente solo repetía: .-calma Felipe. Pero ya estaba aburrido de tanto esperar.
          Cogió dos buenos guijarros y los golpeó tres veces entre sí: tac, tac, tac.     Al momento, los hizo sonar otra vez, pero un poco más fuerte: tac, tac, tac.
           .- ¿has oído eso?
     .-yo no he oído nada
Otra vez: tac, tac, tac.
           .- para, para que he oído un ruido
    .-déjalo, no es nada
De nuevo: tac, tac, tac.
              Al escuchar aquel sonido, ella, se incorporó  de repente muerta de miedo al tiempo que se ponía como podía la ropa interior y se abrochaba la camisa deprisa, de cualquier forma.
      Él, enfadado se puso en pie. Mirando a su alrededor. En un alarde de valentía, con una ridícula estampa y los pantalones en los tobillos gritó:
       .- ¿quien anda ahí?
    Solo obtuvo por respuesta: tac, tac, tac.
         .-vámonos venga, ya te decía yo que este sitio no me gustaba
      Se subió los pantalones, apretó con fuerza el cinto y volvió a mirar a su alrededor preguntando:
    .- ¿quién eres?
           Esta vez Felipe, se tapó la boca con la palma de la mano y puso la voz lo más grave posible:
.-soy yo
      En ese instante la valentía, se trasformó en no poder tragar ni saliva.
     .-vamos, vamos, esto ya no me hace gracia
            .-espera, esa voz la conozco
   Felipe empezó a sudar al verse descubierto, le iban a caer manotazos por todos lados si averiguaban el lugar donde estaba escondido.
           .- ¿eres tú, abuelo?
    Al oír esto, respiró aliviado el chaval, se volvió a tapar la boca con la palma de la mano, tapándose esta vez la nariz cogiéndola entre sus dedos índice y pulgar, luego, contesto pausadamente lo más bronco posible:
.-sí.... soy yo
            Cris, pareció tranquilizarse, arrepintiéndose de lo que estaba haciendo junto a aquella tapia.    Pero él, no veía el momento de marchar, tiraba con toda su fuerza del brazo de ella
    .-vamos Cris, date prisa
         .-tranquilo, es mi abuelo
    .-por eso mismo, lo llamaban el capador
         .-perdona abuelo
    .-déjate de chácharas ahora y vamos. O te quedo aquí sola
       .-adiós abuelo.    Villalba, oye de esto ni una palabra a nadie
   .-de mi boca no va a salir, por eso no te preocupes
        .-vaya valiente de mierda
    .-no, si quieres con ese apodo me pongo a echar una partida de cartas con él
         Por suerte para Felipe, aunque Villalba, intentaba acelerar el paso.   Cris, bajaba tranquila, burlándose de aquel hombretón y del acojone que llevaba encima. 
        Mientras, las dos parejas, hacían tiempo paseando para no llegar a la plaza antes que ellos. Acordaron un tiempo razonable, como media hora o así.
      Cuando Felipe pasó por la esquina de la plaza, volvió a respirar.  Los demás aún seguían en su puesto, así que se fue hasta el zopetero de la curva y se quedó sentado a unos metros, hasta que estos se decidieron a volver.
.-jolín, que royo
     .-tienes razón, encima para dedicarse a pasear arriba y abajo todo el rato
           .-pues vaya, ni un triste beso, vaya sosos
     .-pero si hacen más, cuando traen a las sujeta velas
.-ya te digo, yo como ya estaba arto me he sentado aquí y por lo menos he estado más tranquilo
     .-venga vamos a la plaza a ver si han llegado los otros
        Esa noche, todo eran caras de decepción.    Llegó la hora de volver a casa.      Subían siempre todos juntos y cada uno se iba quedando en su puerta.
       A medio camino, antes de que Cris llegase a su casa, Felipe se acercó a ella.
.-oye, ¿te puedo decir una cosa?
       .- ¿qué quieres ahora mocoso?
.-entre tú y yo, perdona, pero hueles a un sudor fuerte y raro que tira pá tras
      Ella se puso colorada como un tomate y se metió en casa.  Que vergüenza, todos se habrían dado cuenta de aquel olor.
      Felipe siguió hasta casa riendo sin que nadie supiese el porqué de aquella maliciosa sonrisa
    .- y ahora cuando tenga ganas, que busque otro sitio, que ya sabré yo como encontrar a esta.

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