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domingo, 17 de agosto de 2014

El Cojo (15) final


Los Olvidados

.-madre que esta noche cenamos en la casona de Don Esteban, con su señora y el señor Celedonio
     .-entonces ¿todo ha salido bien?
.-veras que sorpresa os espera
     .-o me la cuentas o te callas, siempre está hurgando el  mequetrefe este
.-entiéndelo, me hace ilusión que os enteréis mientras la cena
      .-pues cállate y todo arreglado, ahora me vas a tener en vilo toda la tarde
.-pero es que en parte, también quiero que tú lo sepas
     .-déjame en paz, prefiero no saber nada
.-bueno a ti te lo puedo contar
      .-me tienes harta de tanta mandanga y secretos de un lado para el otro
.-la idea le ha gustado a Don Esteban, pero eso no es lo importante imagínatelo por un momento: ¿cómo verías a padre y a Bernardo como oficiales de mantenimiento, trabajando de dos a ocho de la tarde y sin tenerse que reventar el espinazo?
     .-hijo mío pues como si me dijeses que has visto a un burro volando;  como ayudantes vale, pero de oficiales como que no los veo
.-pues ya le puedes poner alas al burro, porque eso ya está conseguido, padre estará como oficial de primera y trabajará con migo y Bernardo  oficial de segunda para  ayudar al señor Celedonio
     .- ¿pero estáis locos?, ¿y que ha dicho Don esteban?
.-que le parece muy bien y esta noche hablamos de los sueldos
     .-para la próxima que me coloque a mí de cocinera
.-de eso nada, tus manjares son solo para nosotros, ya bastante trabajas en casa.
           Empezaba a caer la tarde:
                  .-Justina ¿cómo me ves?
     .-bueno Celedonio, si vienes hecho un pincel
                   .-la ocasión lo merece; usted también se ha puesto de tiros largos; muy guapa
    .-deja de llamarme de usted que me haces mayor; al fin y al cavo eres tú mayor que yo
                 .-sí, pero poquito
.-a ver si llegan estos pesados
    .-mira ya ves, hablando del rey de Roma por la puerta asoma
       .- ¿pero qué pasa hoy que estáis los tres vestidos de día de fiesta?
    .-que hoy cenamos todos en casa de Don Esteban
        .- ¿y eso porqué?
   .-por lo que a ti no te importa, daros aire, a lavarse  y rapidito; la ropa la tenéis preparada encima de la cama y afeitaros no me seáis gochos
             .-padre y échate colonia
        .-eso tú, que desprendes olor a humanidad
    .-vale de tonterías y al lio, que nos están esperando
               Los cinco bajaban calle abajo ataviados como si fueran de boda,  dando de qué murmurar cada vez que pasaban por delante de algún corrillo de vecinas que ya a esas horas estaban tomando el fresco.
              Después de llamar a la puerta, salió a abrirles el meapilas de Pascual (no le importaba hacer de sirviente a cualquier hora, con tal de hacer la pelota)
          .-pasar hasta el final del pasillo, allí, Don Esteban y Doña Amparo os están esperando en el salón
      .-pero que agrio eres majo
           .-calla, déjalo
    .-pues a mí que no me hinche las narices
.-madre por favor
     .-el día que lo pille a solas, me va a explicar este a mi eso de milloneti
                  .-buenas noches, espero que no lleven mucho tiempo esperado
    .-Doña Amparo, cuánto tiempo sin verla
           .-ya ves hija, no salgo demasiado, estas piernas ya no aguantan
    .-pero si está usted hecha una moza
           .-sí, sí, menuda moza
        .-vamos sentaros y a cenar.   Herminia por favor, ya puede servir la cena
               Durante la velada, explicaron sus planes a Doña Amparo que se veía estaba encantada con la idea.    Una vez ya en los postres, dijeron a Artemio y Bernardo que eran los nuevos oficiales de mantenimiento y para su sorpresa el sueldo era superior a lo que ganaban en la cantera ya que por la edad, no podía poner a Felipe en nómina y así compensaba su sueldecillo.
       Terminada la charla, Don Esteban mandó traer unas copas y la botella de champán, que tenía guardada para una ocasión especial.   Descorcharon la botella para que saliese el tapón con fuerza y sirvieron las copas.
    Para sorpresa de todos, Doña Amparo se puso en pie.
            .-quiero que brindemos por una persona en la que tanto confiaba mi padre que se decidió a hacerle caso y construir la primera nave con la que empezó a funcionar el aserradero; estoy hablando de Lisardo una persona brillante, como ahora es su sobrino a la misma edad; él decidió marchar a recorrer mundo, pero aquí, en esta casa siempre tendrá un sitio mientras yo viva.
      Después de brindar por él, un ratito de conversación y cada mochuelo a su olivo.
      Al llegar el otoño, todo estaba funcionando como un reloj suizo; aquella empresa no solo daba trabajo a casi toda la gente del pueblo; algunos decidieron comprarse un camión para transportar la producción por la zona y provincia;  otros como Tomás, convirtió su paupérrima cantina en un moderno bar con servicio de comidas y hospedaje, para todos aquellos que pasaban a cargar y descargar madera;  las viviendas poco a poco se fueron acondicionando a los nuevos tiempos.
           Ahora después de pasados los años, todos tienen: cocinas de gas, calefacción, lavadoras, cuartos de baño, una buena red eléctrica, calles asfaltadas...  
      Todos recuerdan a Don Esteban y el impulso que le dio al pueblo esa fábrica, la que hoy ya es bastante más grande y que ahora regenta un sobrino desde el día en que Doña Amparo y Don Esteban, ya fallecidos tomasen la decisión de que era hora de descansar; eso sí, todavía conserva colgado en la puerta el viejo cartel, un gran tablón grabado a fuego donde se lee: ASERRADERO.
      Pero ya nadie recuerda a aquel niño cojo, que años después, marcho junto a su familia a cumplir el sueño de su tío.  (Dijeron que a un pueblo bien situado de la zona de la Alcarria) donde su padre, su tío Lisardo y el señor Celedonio, contando con lo que sacaron de mal vender su casa, la de Celedonio y la de los abuelos, el dinerillo ahorrado en esos años y  gracias a un jugoso préstamo que les hizo como agradecimiento a sus ideas Don Esteban a fondo perdido, de quinientas mil pesetas de las de entonces; montaron una pequeña fábrica para la elaboración de piensos compuestos, como unos años antes había sugerido el tío Lisardo.
          Que yo sepa, nunca regresaron a aquel ensoñador lugar de la serranía de Cuenca.
     Por mucho que se les deba por sus ideas, en su lugar de nacimiento, ningún anciano se acuerda de ellos.
        Ni de las picardías de aquel pequeño y delgaducho cojo travieso.

 F I N

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