Sentado en una simple silla,
relajado tranquilo, una mantita sobre las pernas, los brazos pegados al cuerpo,
con antebrazos cruzados sobre el abdomen y las manos escondidas bajo los codos,
lo hacen entrar en calor.
Dejando caer los parpados por su propio peso, sin forzar nada. Las
pupilas retienen en su interior restos de luz que forman estrellitas
destellantes que poco a poco se opacan y paulatinamente van perdiendo
luminosidad.
La espalda se acomoda
contra el respaldo, el cuello relaja sus músculos y la cabeza se inclina
ligeramente hacia delante.
la sensibilidad del oído se extrema hasta tal punto que el pasar
la sangre por las sienes con un bombeo constante, difumina el exterior
dejando el tic-tac del reloj biológico como única forma de medición, para
recrear la más bella canción, sin acompañamiento, sin letra, sin melodía,
tan solo un toc-toc acompasado a cincuenta pulsaciones por minuto.
Cero sueños, cero pensamientos, todo se envuelve
en un sentimiento, el cuerpo flota, La insensibilidad es total, la gravedad no
existe, la piel desnuda, como sin ropas,
la nula sensación térmica, y los planos vertical y horizontal se fusionan,
hacen que toda molécula esté situada en el mismo grado de importancia vital.
Un movimiento espontaneo, sin
premeditación, hace que un brazo, lentamente se desplaza hacia el frente.
Una leve brisa recorre los dedos de
la mano al salir al exterior, el bello se siente erizado de placer y osombro.
La mente, abstraída por
el delirio siente la necesidad de investigar, quiere ver la forma no carnal de
su cuerpo.
Las pestañas parecen
entrelazadas, al tiempo que sus orbitas le muestran su propio yo, desde la
conjunción de los vértices de una dimensión piramidal.
Los zapatos apoyados en el suelo; sobre la
silla su ropa erguida, la manta; junto a una manga el reloj y flotando como por arte de magia
sus lentes.
La materia corporal
transparente, inexistente; entonces su racionalidad entra en pánico.
Una sacudida, en latigazo, hace que su cabeza,
cuello y espalda, se lancen hacia atrás con tal brío que las patas delanteras
de la silla pierden contacto con el suelo; todo su cuerpo cae derrumbado
como árbol talado por la base.
Abre los
ojos, se levanta, mira la silla tendida, se ríe y piensa…. Buuf, mejor me voy a
la cama.
humo de Juan Manuel
Rogado
Singular, curioso, pero me gusta.
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