Por
fin encontró la llave
que
nunca quiso buscar,
se
despojo de grilletes
de
cadenas y candados
que
le impedían volar.
Se
sentó pacientemente
en
la habitación, al alba,
fueron
creciéndole alas
sobre
su desnuda espalda.
Su
pelo se volvió rubio
con
rizos de querubín,
se
transformó en asexual
y su piel blanco marfil.
Asomado
a la ventana
de
la más alta atalaya
sintió
la brisa en su rostro
rayos
de sol en su pecho
oyó
el canto de un jilguero
que
lo invitaba a soñar,
y
dejó caer su cuerpo
haciendo
su voluntad.
Con
fuerza agitó las plumas
inexpertas
en el vuelo
y
vio como se elevaba
antes
de alcanzar el suelo.
Sintió
la ayuda del viento
y
ascendiendo a lo más alto
miró
la almena de rejas
que
ya no lo retenía,
y
a forma de despedida,
se
fue agitando su mano,
dejando
sobre el desierto
sus
lágrimas de alegría.
Hermoso vuelo, amigo mío. Mejor poema.
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