Como comienzan los
cuentos; Érase una vez.
Pues sí, echando la vista atrás, retrocediendo en el tiempo hasta un punto tan abstracto que su existencia
nadie recuerda. En un
lugar inexistente para todo aquel que solo supo ver con los ojos.
El sitio perfecto para jugar con los sueños. Donde solo los seres de luz tienen
acceso.
Más allá de las estrellas, donde la mano no
alcanza se encuentra el edén del érase.
Por un riachuelo de serpentinas se deslizaba un cangrejo panza arriba sobre la concha de una tortuga acariciado por las ramas cubiertas de hojas de un precioso sauce llorón.
Las florecillas lo saludaban a su paso; Su
vaivén daba como fruto una suave brisa que hacía sonreír a las briznas de
hierba.
Un cuervo guasón vierte sobre
su figura gentilezas con tales desparpajos, que las manzanas coloreaban de
rojo mientras el sol tapaba su boca con suave nube para no mostrar sus
carcajadas.
Los pececillos agitaban sus
aletas y saltaban por encima de él, provocando una llovizna transparente,
acompañada por una dulce melodía con aros concéntricos que intentaba coger con
sus pinzas.
La puerta de aquel nirvana es
flanqueada a izquierda y derecha por dos tejos -hembra y macho
respectivamente- que entrelazan sus ramas junto con los tentáculos espinados de
los rosales que junto a sus raíces crecen.
Alguien se acerca a
interrumpir ese momento. Es un niño
temeroso de las uñas negras que la noche ha traído a reposar en su almohada.
Las ramas se abren dejándole
paso. Hacia él, se dirige el cangrejo a darle la bienvenida y una fresa jugosa
se pone en sus labios para aplacar su desasosiego. Ya
puede estar tranquilo en ese mundo de sueños al que poco a poco, paso a paso,
irán llegando aquellos cuyos párpados se cerraron cargados de inocencia. Unos,
por tiempo definido hasta oír la voz del despertar. Otros… ay…
para esos se acabó todo lo banal y es tiempo de recolectar el grano de
lo sembrado.
Érase una vez un niño que
cada noche volvía a sentarse en las frágiles rodillas de su abuelo para oír asombrado como salen de sus labios
aquellas bellas palabras con las que siempre comenzaba a contar sus dulces
historias…
….Érase una vez.
Mola, me gusta mucho
ResponderEliminarErase una vez, que bonitos recuerdos de nuestras infancia, que nos contaban
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