Era una
tarde del caluroso verano. En la casa
del pueblo. Esa de paredes de piedra cubierta por un manto de yedra y tejado de
pizarra sobre cobertura de cañizo. Esa casa tan fresca, que en su interior no
estorbaba la rebeca fina de lana.
La abuela
junto a la ventana, leía lindos cuentos, escritos en un cuaderno en blanco a su
pequeña nieta. El
cielo se vistió de negro, un estruendo rugió haciendo temblar el suelo y las
gordas gotas comenzaron a caer. Por un momento cerraron los ojos para
aspirar aquel dulce olor a ozono. La calle
se llenó de grandes charcos. Sus
brillantes miradas se cruzaron y con un
salto inesperado se levantaron de sus asientos y salieron a saltar sobre ellos,
entre los gritos de la madre: .- ¿pero no te da vergüenza? No sé quién es más cría de las dos--….. .- Ja, ja, ja, A mi no ¿y a ti no te da
envidia?.
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