El día de año nuevo otra
vez iban a ayudar en el bar.
Cuando
llegaron a casa Jaime estaba esperándolos sentado en la mesa de la cocina.
Laura.- tranquilo que ya estamos
aquí
Ernesto.- ¿tienes hambre?
Jaime.- no, hoy es año nuevo y
quiero que vayamos a ver a los abuelos
Laura.- vengo muy cansada
Jaime.- pues que conduzca papá
Ernesto.- yo creo que Jaime tiene
razón, que trabajo nos cuesta
Laura.- para que lo miren como un
bicho raro
Ernesto.- no puedes pensar por un
momento en que es su nieto, hazlo al menos por tu padre
Laura.- pero a la hora de cenar
aquí
-Conducía Ernesto,
Laura se dedicaba a mirar por la ventanilla con cara de pocos amigos-
Nada más parar en la puerta
Jaime bajo corriendo y entró en la cocina:
Jaime.- abuelo, abuela, que
estamos aquí
Al entrar ellos desde el corral, Jaime se
quitó la gorra.
Los dos quedaron parados al verlo, sus latidos
y respiración se desplomaron quedando como estatuas de piedra.
Ernesto.- buenas tardes
Laura.- ¿pero no le vais a dar un
abrazo a vuestro nieto?
-Pedro se agachó y Jaime
corrió a sus brazos, mientras Carmen seguía inmóvil-
Pedro.- ¿estás bien?
Jaime.- sí solo un poco cansado
Pedro.- yo creo que hasta has
crecido
Jaime.- aún guardo la piedra
Pedro.- ven vamos al corral a ver
a la burra
Laura.- sí yo también voy por no
ver a la otra burra
-Carmen bajó la cabeza y despacio fue a sentarse
sin decir palabra-
Ernesto.- Carmen, pero ni un abrazo
Carmen.- perdóname hijo, pero
siempre me dio miedo abrazar, no sé, al verlo así
Ernesto.- claro, si fueran los de
Alemania
Carmen.- no a ellos tampoco, a
nadie
Ernesto.- ponte de pie y levanta la
cabeza ¿Qué es eso de que te da miedo?
Carmen.- ¿te puedo pedir una
cosa? Que os quedéis hoy al menos a
dormir aquí
Ernesto.- no lo sé
Carmen.- voy a poner ropa en la
habitación de arriba
Carmen
aligeró el paso escaleras arriba, sacaría las colchas más bonitas del armario
para engalanar aquellas dos camas. Ernesto pensaba en las palabras de Carmen
mirando fijamente la lumbre donde ardían unos troncos.
Jaime.- papá, he montado en la
burra
Laura.- ¿y mi madre?
Ernesto.- arriba poniendo rapa
limpia en las camas
Laura.- perdona padre, pero nos
vamos ya a casa
Pedro.- calla, que sois iguales
Laura.- no aguanto ni un minuto
más aquí, vamos que ni un abrazo, si no ha dicho ni hola
Ernesto.- te dice tu padre que
calles, pues calla
Jaime.- ven abuelo, que vamos a
ver el coche que le ha comprado papá a mamá; es de segunda pero está como nuevo
Pedro.- ¿me lo enseñas?
Ernesto.- yo también voy
-Laura se sentó viendo
aparecer las piernas de su madre por la baranda de la escalera-
Laura.- no te da vergüenza
-Carmen se sentó frente a ella-
Carmen.- tienes un chico precioso,
un marido estupendo y eres una buena
madre, algo que yo nunca supe ser
-Laura ni contesto con un simple gesto-
Fuera Jaime le contaba a su
abuelo como era el sitio del hospital, decía uno por uno el nombre de sus
nuevos compañeros, hablaba maravillas del doctor Jesús, Ester, Fernando y como
no, de Paula y de Claudio.
Le relataba con pelos y señales
lo ocurrido en el colegio con Samuel y lo bien que lo pasaron la Nochebuena en
casa.
-Pedro bajó la mirada con un suspiro-
Pedro.- voy adentro a ver si
están las aguas calmadas
-Allí seguían las dos frente
a frente, serias, sin hablar ni mirarse a la cara-
Pedro.- ¿vais a hacer la cena o
qué?
Carmen.- hazla tú, me voy a
encerrar las gallinas que se hace de noche
Laura.- vamos Madre que te ayudo
-Esas palabras hicieron a
Pedro rebosar de alegría-
Pedro.- chavales, hoy nos toca
hacer la cena
Ernesto.- ¿como está la cosa?
Pedro.- no lo sé, pero no está
mal
-El abuelo cogió una
cacerola, la lleno de agua y la puso al fuego-
Jaime.- ¿qué vamos a hacer?
Pedro.- unas sopas que me salen
de miedo, vosotros vais a ser mis ayudantes.
Tú Ernesto vete pelando estos tomates y
picándolos. Tú Jaime, con cuidado vas haciendo cachitos
este pan, pero con mucho cuidado no sea que tengamos un disgusto y yo mientras
empieza a hervir el agua me encargo de los ajos.
-pusieron los platos y
cubiertos en la mesa, pasado un tiempo, las llamaron para cenar-
“La cena digamos que
estaba poco comible”
Laura.- esto es un asco
Carmen.- pero si no tiene ni sal
Pedro.- eso es culpa de Jaime
Jaime.- ¿Mía?
Pedro.- claro, te dije que le
echases sal
Jaime.- que no, que a mí no me
has dicho nada
Ernesto.- Pedro, esto no se lo comen ni las gallinas
Jaime.- y decía que le salían de
escándalo
Pedro.- pues la primera vez que me pasa
Carmen.- si la culpa es mía, desde
luego ¿la primera vez? ¿Pero cuando has hecho tu nada en la cocina?
Pedro.- pues eso la primera vez
Laura.- voy a hacer unos huevos y
por lo menos que cenemos algo
Carmen.- y yo a sacar unas
costillas y chorizos de la orza que va a ser lo más rápido
Terminaron de cenar y no se
veía en las caras muchas ganas de conversación; Así
que se subieron a dormir.
-En la habitación una
cama de uno diez y otra de ochenta-
Jaime.- mamá ¿nos podemos acostar tú y yo en la grande y
papá que se acueste en la pequeña?
Laura.- pues claro, así estamos
más calentitos
Ya
estaban acostados cuando entró la madre en la habitación; traía en sus manos
una bolsa azul de goma llena de agua caliente.
Carmen.- venía a subirle al
pequeño la bolsa para que entrase antes en calor, pero como ya está contigo,
pues que se la ponga Ernesto. Pero
cuidado no te quemes
Jaime.- hasta mañana abuela
Carmen.- dame un beso de buenas
noches, pero no te destapes
Ernesto.- hasta mañana
Carmen.- adiós hija
Laura.- hasta mañana
Enseguida quedaron dormidos, allá al rato
Laura se despertó a causa de la discusión que mantenían sus padres en la
alcoba; no cambiarían nunca, algo que era habitual cuando ella era pequeña.
De madrugada ya estaba harta de dar vueltas en la cama, así que se bajó
a la cocina. Allí estaba su madre de pie frente a la lumbre,
atizando con el badil unas ascuas ya casi consumidas.
Laura.- ¿Qué haces aquí?
Carmen.- no podía dormir
Laura.- ¿y padre?
Carmen.- roncando como un cochino
Laura.- vamos a dar una vuelta en
el coche
Carmen.- no me apetece, por no
vestirme ahora
Laura.- a estas horas ¿quién nos
va a ver? Vamos Madre
Camino adelante en silencio; Laura con
cuidado pues había mucho barro y ella llena de orgullo contemplando el
amanecer.
Llegaron al lado del puente
junto al arroyo y se bajaron.
Laura.- ¿te acuerdas cuando de
niña bajábamos aquí a lavar la ropa?
Carmen.- pues claro que me acuerdo
Laura.- tú siempre te acercabas como para darme un
beso y me lamias toda la cara
Carmen.- y tú te ibas corriendo al
lavar gritando ¡qué asco!
Laura.- es el mejor recuerdo que
guardo de mi infancia
Laura la rodeó con sus
brazos; Carmen hizo un gran intento en
levantar los suyos pero no le fue posible.
Se tuvo que limitar a sacar un
poco la lengua y arrimarla a su mejilla.
En el suelo mojado, sobre un cacho de
plástico estuvieron sentadas un rato largo recordando aquellos lejanos años
En el camino de vuelta ni
una palabra más, como si el tiempo volviese al presente y el pasado solo
hubiese sido un sueño.
-
Al entrar de nuevo en la cocina-
Carmen.- parece que ya estáis
todos levantados
Ernesto.- ¿Dónde habéis ido?
-ninguna contestó-
Laura.- vamos a desayunar que así
salimos pronto para casa
Pedro.- ¿pero no os vais a quedar
a comer?
Ernesto.- No, yo tengo que ir a la
tienda aunque sea un poco más tarde de lo normal
-Laura se puso a preparar
el café, Jaime salió con el abuelo al corral a echarle a los animales y Carmen
desde la puerta llamó con un gesto a Ernesto-
-Carmen cogió las manos de
Ernesto y en ellas dejó dos mil pesetas-
Ernesto.- no hace falta Carmen
Carmen.- hijo no seas tonto, esto
es para que le compres algo a Jaime para los reyes y a ver si venís más a
menudo
Ernesto.- ¿y me darías un abrazo?
Carmen.- hoy no, a ver si la
próxima vez…
Ernesto.- estate tranquila “Cogiéndola
suavemente por los hombros para darle un beso”
-Entre tanto, el abuelo había
terminado de llenar los comederos-
Pedro.- recuerda de no perder la
piedra que te di
Jaime.- la tengo en un cajón,
pero los días que voy al hospital antes de salir la meto en el bolsillo
Pedro.- muy bien y te quiero
volver a ver muy pronto para que me cuentes cómo va la cosa
Jaime.- ahora que tenemos coche,
otro día les digo de venir
Pedro.- no tardéis mucho que tu
abuela y yo no estamos para muchos trotes y a la burra le queda una primavera
-los tazones ya estaban en la mesa-
Laura.- vamos que se enfría
-No tardaron nada en desayunar o quizás el tiempo se les hizo demasiado
corto-
Jaime.- un beso abuela que yo voy
montando en el coche
Laura.- adiós madre
Carmen.- hasta pronto hija
-Pedro salió con ella, le
cogió la mano y le puso dos mil pesetas-
Pedro.- esto para los reyes del
chaval
Laura.- ¿no dirá nada madre?
Pedro.- ni se va a enterar
Carmen.- bueno hijo, hasta pronto;
yo no salgo que no me gustan las despedidas
Ernesto.- quítate esas rarezas de
la cabeza, que lo único que hacen es daño, a ti y a los tuyos
Carmen.- ya va a ser tarde
Ernesto.- dame tus manos
-Las rodeó a su cintura
y apretó con fuerza-
Ernesto.- ves, no pasa nada
Carmen.- gracias hijo y venga vete que se os hace
tarde
Pedro.- bueno Ernesto cuida mucho
de ellos y ya les he dicho, que volváis pronto
Ernesto.- no te preocupes y
cuidaros mucho también vosotros.
👏👏👏👏👏👏
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