Dulce.-
Luis ¿qué haces aquí?
Luis.- te tenía que dar ahora mismo una guantá. ¿Y
tú? Responde
Dulce.-
que he subido a ver la cueva que hay debajo de la peña, pero nada, no es esa
Luis.-
¿y por qué no me has dicho nada? Habríamos ido juntos. Verás cómo se enteren
papá y mamá
Dulce.-
pero si cada vez que te saco el tema te haces el loco
Luis.-
cuando empezarás a pensar un poco en los demás
Algo pareció moverse tras aquellos matojos. Un
escalofrió les sacudió la espalda dejándoles las vertebras crispadas.
Dulce.-
¿qué es eso?
Luis.-
será un conejo
Dulce.-
pues tiene que ser grande
El miedo no les dejaba
moverse del sitio. Ella no quería mirar, cerraba los ojos esperando que nada la
rozase.
Él no
quería volver a ver, aquella abertura en la roca dándole la bienvenida.
Por un momento se
levantó viento, silbaba una melodía hipnótica susurrando una nana.
Para intentar refugiarse de él, se agazaparon
junto a los matojos, en cuclillas.
Temblorosa se abrazó a su hermano, tenía mucho sueño.
Luis puso las palmas de
sus manos en los oídos para no escucharlo. Luego el viento paró.
Luis.-
vamos para casa antes de que nos echen de menos
Dulce.-
que miedo y que paz, casi me quedo dormida
Luis.-
solo era el viento, no pasa nada
Dulce.-
además, estoy contigo
Luis.-
pues claro, mi pequeñaja
Dulce.-
ese sitio tiene algo
Luis.- sí un nido de culebras
Dulce.-
calla, que me da repelús
Luis.-
anda tira pá casa mocosa
De vuelta cogieron unas
florecillas silvestres, había que poner algún pretexto para esa excursión.
Dulce.-
mamá, quédate quieta y cierra los ojos
Madre.-
¿Dónde habéis ido?
Dulce.-
calla y cierra los ojos
Madre.-
a ver qué vais a armar
Entonces entró Luis a la
cocina, se pudieron ante ella de rodillas y con gesto de ofrenda…
Luis.-
ya los puedes abrir
Madre.-
pero y estas flores
Dulce.-
para ti
La madre, cayó de
rodillas al suelo y los abrazo a los dos con toda su alma.
Madre.-
sois más tontos
Luis.-
papá, trae la toalla
Madre.-
calla imbécil
Padre.-
¿pero qué hacéis ahí de rodillas?
Madre.-
mira lo que me han traído
Padre.-
habréis roto lo hucha, sois más tacaños
Dulce.-
pues son bien bonitas
Madre.-
di que si hija. Para eso tú. A ver cuando se te ve un detalle
Luis.-
bueno no discutáis. Que él también te hemos traído algo. Cierra los ojos
Dulce miró extrañada.
Se volvieron a poner de rodillas y Luis sacó de su bolsillo una piedra.
Madre.-
ya los puedes abrir
El padre abrió
los ojos, miró balanceando un poco la cabeza de un lado a otro, se arrodilló
junto a ellos. Sí, los abrazó, aproximó
su boca al oído de Luis y antes de soltar una carcajada, le dijo en voz baja…
vete a la mierda chaval.
Los tres se revolcaban
de la risa por el suelo, mientras la madre mantenía en sus manos aquel pequeño
gran ramo.
Dulce.-
nos quitamos esta ropa y desayunamos
Padre.-
hoy voy hacer yo el desayuno, para que luego digas
Madre.-
chicos hoy me da que vais a llegar a la hora de la comida con hambre
Subieron juntos
las escaleras, recorrieron el pasillo haciéndose cosquillas y cuando se
separaron para cada uno entrar en su habitación, Dulce cogió por el brazo a
Luis, lo miro fijamente a los ojos… Tú y
yo, ya hablaremos. Él… respondió a la
afrenta sacándole la lengua.
Madre.-
vamos que se enfrían los torreznos
Padre.-
qué coño torreznos, son tostas
Luis.-
tienes razón, un poco tostás, sí que están
Padre.-
así es como las preparaba el abuelo para que tengan el gustillo. Se
rayan un poco con el cuchillo y luego se les echa un chorrito de aceite de
oliva, una mijita de sal y para chuparse los dedos
Dulce.- yo voy a untarle un poco de mantequilla
Padre.-
mantequilla, eso son pijadas
Madre.-
no untes mantequilla que se va a poner gris
Padre.-
no tenéis ni idea de lo que es bueno
Luis.-
vamos, hagamos caso a la voz de la experiencia
Padre.-
tú hijo tranquilo, si no te mueres es que está bueno
Luis.-
tú primero
Dulce.-
espera, yo que tú, antes bendeciría la mesa. Por si acaso
Madre.-
vaya hachazo te acaba de dar
Padre.-
como quede una miga en el plato, os pongo toda la semana a régimen
El teléfono sonó a
media tarde. El padre, confirmaba así la asistencia al
evento solidario. Todos los años
acudían a la cena benéfica en representación de la asociación vecinal del
barrio. Casi siempre asistían las
mismas parejas, por lo que ya se conocían y pasaban una maravillosa velada.
Luis y Dulce, quedaban
solos en casa y al día siguiente no había que madrugar.
Luis.-
¿Qué hay esta noche en la tele?
Dulce.-
nada, un rollo
Luis.-
podemos echar unas partidas a la consola
Dulce.-
no, hoy vamos a jugar a otra cosa
Luis.-
¿a otra cosa?, ¿a qué?
Dulce.-
siéntate. Yo pregunto y Tú no te escabulles
Luis.-
eres muy pesada, no ves que no quiero hablar de eso
Dulce.-
porqué has ido a buscarme esta mañana a ese sitio
Luis.-
porque pensaba que allí te encontraría
Dulce.-
¿y por qué allí?
Luis.-
porque te has llevado las botas de campo
Dulce.-
¿qué hay detrás de aquellas ramas?, ¿por qué te has tapado los oídos para no
oír el viento? Luis, dime, ¿qué me estás ocultando?
Luis.-
no te oculto nada, tienes mucha imaginación y eso solo es un libro, no lo
entiendes???
Dulce.-
a mi no me engañas, hoy lo he podido ver
en tú cara, tenías tanto o más miedo que yo, pero el motivo no era el
mismo
Luis.-
¿jugamos a la consola o no?
Dulce.-
vale, porque está visto que no quieres hablar, pero yo creo que te vendría bien
de una vez, soltar esas cosas que tienes guardadas
Se
pusieron a jugar olvidándose de la conversación mantenida. Luis
ganaba todo el rato, pero Dulce no daba su brazo a torcer. Insistía en seguir jugando aunque fuese
ya tarde, eso no podía quedar así.
Luis.-
vámonos a dormir
Dulce.-
la última, quien gane esta, gana todas
Luis.-
pero la última
Dulce.-
pero no te dejes ganar, en esta voy a tener ayuda
Luis la miró con
extrañeza, empezó la partida, Luis veía como inexplicablemente lo superaba en
puntuación. No le importaba perder con
tal de irse a la cama, pero no de esa manera.
Dulce veía como su hermano se esforzaba por
superarla, pero era incapaz.
Al terminar, ella se
levanto alzando los brazos al aire gritando: GRACIAS SLAVKO, HEMOS GANADO.
Las luces empezaron a
parpadear y la pantalla se cubrió de rayas horizontales de diferentes colores. Luis
sentado, sentía como le faltaba la respiración, su vista se nublaba y el pulso
se disparaba mientras Dulce seguía saltando, poseída por la alegría.
Dulce.- Lo sabía, lo sabía.
Sabía que tenía razón. No es solo un libro.
Una gama de
grises, dibujó en las retinas de Luis las columnas caídas de aquella gruta.
Este se frotó los ojos y al abrirlos de nuevo, pudo apreciar en la pantalla la
imagen de un sapo, dormido a los pies de la tumba de Dubracko.
Luis.-
¡para Dulce, para!
Tenía el rostro
pálido y desencajado, el sudor le había empapado la camiseta y sus manos
temblaban apoyadas en sus pantorrillas.
Dulce.-
qué te pasa Luis, qué te pasa
Luis.-
no lo sé, todo es por tu culpa
Dulce.-
no pasa nada, tranquilo, estamos juntos
Luis.-
no, no puedo, no quiero
En ese momento, se dejó
caer sobre el respaldo del sofá, tardó unos segundos en relajarse y romper a
llorar.
Dulce.-
tranquilo, vámonos a dormir
Luis.-
yo hoy duermo en el sofá
Dulce.-
no seas tonto, que dormimos juntos
Luis.-
que no, que yo hasta que lleguen, de aquí no me muevo
Dulce.-
pero si estás helado
Luis.-
me da igual, yo me quedo aquí
Dulce, subió a la
habitación a por un edredón, se sentó junto a Luis, estrujó su cara contra el
pecho y tapados se quedaron dormidos.
Sus padres al llegar,
allí los encontraron. Buena gana de molestarlos, ya se subirían a la cama,
cuando abriesen el ojo.