Luis se ponía el pijama
con la luz apagada, sin percatarse de que Dulce aún no estaba dormida. Tan solo unos finos hilos de luz, entraban
entre las láminas de la persiana.
Dulce.-
Luis, siéntate aquí
Luis.-
estoy muy cansado
Dulce.-
no, no estás cansado. Yo ya no me acordaba de cómo éramos de
pequeños
Luis.-
pues pequeños
Dulce.-
¿tú te acuerdas del día que dicen que nos perdimos?
Luis.-
no, ya no me acuerdo
Dulce.-
hay que averiguar dónde nos encontraron
Luis.-
¿para qué? No merece la pena
Dulce.-
llevo soñando dos meses, con unos niños bajando unas escaleras
Luis.-
todos soñamos
Dulce.-
si, pero es que esos niños son los que están en esta foto, somos tú y yo. No me mientas más ¿Qué pasó?
Luis.-
de verdad, olvídalo. Desde que empezaste
a remover y darle vueltas a esta historia, cada día estoy peor y hoy que estoy
bien, déjame dormir.
Dulce.-
¿te quieres acostar aquí a mi lado y nos dormimos abrazados?
Luis.-
¿te acuerdas de cuando lo hacíamos de pequeños?
Dulce.-
no mucho
Luis.-
yo sí, era algo maravilloso
Dulce.-
elige, pared o borde
Luis.-
yo siempre borde, para que no te cayeses
Dulce.-
ay Luis, cuanto te quiero
Esa noche, abrazados,
durmieron como hacía tiempo no lo hacían.
Ni un sueño perturbó su descanso.
Como estaba previsto
a la mañana siguiente salieron de compras.
Dulce ya tenía pensado a que tiendas llevar a su querida tía.
Hacía tiempo que tenía ganas de unas
zapatillas chulas, pero eran caras y su madre no estaba por la labor.
Primero se acercaron a
un comercio de ropa juvenil.
Dulce.-
mira tía que chaqueta, que con esta
camisa y este pantalón, Luis iría hecho un pincel
Tía.-
pero deja a tu hermano que escoja él
Luis.-
hombre esta chaqueta está muy bien, pero…
Dulce.-
no la quiere porque es muy cara
Luis.-
eres tonta, cállate
Tía.-
tampoco es tan cara, además para una cosa que os voy a regalar en un montón de
años
Luis.-
ya, pero mamá se va a enfadar
Dulce.-
y si le quitamos las etiquetas
Tía.-
ja, ja, mujer tenias que ser
Luis.-
bueno pero solo la chaqueta y el pantalón
Tía.-
decidido, las tres cosas
Luis.-
¿y tú?
Dulce.-
para mí, vamos a otro sitio
Tía.-
¿dónde?
Dulce.-
seguirme
...Tras unos minutos
andando…
Dulce.-
aquí es
A dulce se le salían los
ojos mirando aquellas deportivas.
Tía.-
¿y qué quieres de aquí?
Dulce.-
esas zapatillas tía
Luis.-
estás loca, que valen un pastón
Tía.-
¿Cuánto es un pastón?
Dulce.-
más o menos lo que te has gastado en la ropa de Luis
Tía.-
a no, eso me parece que es tirar el dinero
Dulce.-
tía, pero yo solo quiero una cosa. Nada más
Tía.-
pero esto es una estafa
Luis.-
pero como su amiga las tiene, pues claro
Tía.-
ay madre mía, esta pre-adolescencia
Dulce.-
¿eso es un sí?
Tía.-
sí, creo que sí
Luis.-
mamá se va a enfadar
Tía.-
vamos entra y pídelas
Dulce.-
las rosas, quiero las rosas
Luis.-
eres más pija…
Dulce.-
ay tía, pero cuanto te quiero
Tía.-
y ahora, ¿dónde queréis que vallamos a tomar algo?
Luis.-
hay una terraza en un bar del centro, que sirven unos croissants de escándalo.
Tía.-
¿y por qué no? Vamos a probarlos
En la terraza, sentados,
desayunaban y hablaban de cómo iban en el instituto con los estudios. Ante la mirada atónita de Dulce,
increíblemente Luis, directo y conciso preguntó a su tía:
Luis.-
¿Qué pasó realmente el día aquel en que estuvimos perdidos?
Tía.-
es algo que está olvidado
Luis.-
yo recuerdo poco, pero Dulce no se acuerda de nada
Tía.-
mejor, ¿para qué recordar?
Luis.-
pero es que esta, quiere recordar
Dulce.-
Luis, ¿te pasa algo?
Luis.-
no. Tú quieres saber, pues aquí hay
alguien que te lo puede contar
Dulce.-
no majo. Yo quiero saber lo que sabes tú
Tía.-
no discutáis. Esa fue la decisión de
vuestros padres
Luis.-
por eso te lo pregunto a ti, a ellos no les quiero hacer recordar. ¿Lo
entiendes?
Tía.-
sí, entiendo.
Esa tarde, como muchas
tardes de verano, salíais a jugar a la calle.
Dulce, se quedaba en la acera con las demás niñas y tú, casi siempre
solo, te ibas al cerro a romper zapatos.
Nadie sabe porqué, esa
tarde Dulce se fue contigo.
Cuando empezó a anochecer, salimos a llamaros para cenar. No
estabais, nadie había ya en la calle, nadie sabía nada de vosotros, esa tarde nadie os había visto.
Vuestros padres, algunos
vecinos y yo, salimos a buscaros por el monte, pero no os encontramos. La noticia
corrió rápidamente y se pusieron a organizar una batida con perros sabuesos para
salir al amanecer coordinada por los servicios municipales y de emergencia.
Dulce.-
entonces no nos encontrasteis y pasamos la noche en el campo
Tía.- así fue, volvimos desolados después de
recorrer todo lo imaginable y nada.
Pasamos el
resto de la noche sentados en casa del abuelo, esperando a que alguien llamase
a la puerta y todo acabase. Los minutos
se hacían eternos y el silencio se nos metía en las entrañas.
Esa noche, en un momento
concreto nos sobresaltamos todos.
La montaña dio un rugido como nunca antes lo había hecho, parecía como
si algo la hubiese sacudido desde sus entrañas.
Como os he dicho al amanecer nos juntamos en
la plaza.
Nos dijeron que no debíamos haber salido por la noche al campo,
nos pidieron ropa vuestra para dársela a oler a los perros y nos obligaron a ir
por detrás.
Dijeron que nuestro
olor podía despistarlos y hacerles seguir nuestro rastro en vez del vuestro.
Allá a las diez de la
mañana, oímos silbar, a continuación empezaron a sonar los silbatos, para
indicar la dirección.
Cada uno íbamos por
un lado, haciendo una especie de abanico. Cuando yo llegue, a vuestros padres los
sujetaban a unos metros de donde estabais, a mí tampoco me dejaron acercarme. Pude oír como el médico decía:
.-----No se puede hacer nada.
Teníais la ropa empapada, y olía mucho a
humedad, como si hubieses estado en alguna cueva. Debisteis haber andado bastante, porque por
allí, la noche anterior habíamos pasado tanto a la ida como a la vuelta y puedo
asegurar que allí no estabais, porque esa zona la conocía bien.
Luego de repente, empezasteis a toser y a
respirar como por arte de magia.
(Luis y Dulce seguían mudos, escuchando el
relato con los ojos grandes como platos y a punto de desbordarse).
Os
bajamos a casa para acostaros, teníais cara de estar muy cansados. Cuando os desnudaron, vieron que no había
ningún síntoma de violencia. Estaba claro, se dio por hecho que os habíais
perdido y el cansancio hizo el resto.
Nos dijeron los
psicólogos, que no había que hacer de eso un episodio traumático. Todo había acabado bien, así que mejor olvidar aquel día, que dejásemos pasar
el tiempo y en unas semanas vosotros lo olvidaríais sin más.
Y eso es todo, nunca más volvimos a hablar
de ello, aunque eso sí, cada vez que tardabais en llegar, estábamos con el alma en vilo.
Dulce.-
pues sí, lo tuvisteis que pasar muy mal
Tía.-
mucho, hay situaciones en la vida que no se le desean ni al peor enemigo
Luis.-
pues ya sabes lo que pasó aquel día
Dulce, le dio un
puntapié y luego se sonrió diciendo con un susurro: mentiroso
Tía.-
pero si ya se nos ha hecho la hora de comer, vamos que estará mami geniuda.
Así que pagaron la
cuenta y se fueron a casa.
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