Se acomodaron en torno a una
piedra ovalada, en cuya superficie estaba grabada una estrella de siete puntas.
Los hermanos desde una distancia
prudencial observaban como el sitio correspondiente al brazo más largo, quedaba
vacío.
Después de estar un rato en absoluto
silencio, cada uno de ellos, comió un poco de musgo y se dispersaron por las
inmediaciones.
Hopkin.- Tú
Didacus, serás el responsable del cuidado y custodia de estos pequeños.
Cualquier cosa que hagan o les ocurra, solo será responsabilidad tuya.
Didacus.-
venid, mejor dormiréis conmigo. Pero
antes comed un poco de musgo tierno
Blazh.- qué
asco, a mi no me gusta el musgo
Didacus.-
cierra los ojos, cómelo sin pensar en lo que es y te sabrá distinto
Aloys.- es
verdad está buenísimo (intentando tragar sin masticar)
Blazh.-
¿estás seguro?
Aloys.- si
prueba, ya veras
Blazh.-
buahg, que asco
Aloys.- pues
trajeló, sin que casi te roce la lengua. Algo tendremos que comer
Blazh.- yo
es que ahora no tengo mucha hambre, si eso ya, mañana.
Aloys.-
casi mejor que sí, estoy muy cansado
En la estancia de las hojas secas, se tumbaron
sobre la piel de Demelza aprovechando así el calor que desprendía, siendo
acunados por su relajada respiración.
Aloys.-
¿podemos hablar un poco?
Didacus.- sí
pero muy, muy bajito
Aloys.- usted ¿porqué sigue teniendo forma de
persona?
Didacus.- siempre respeté las enseñanzas de Dubracko,
nuestro emérito general.
Blazh.- ¿y
porque manda más el duendecillo?
Didacus.-
Hopkin fue su primer escogido y en su ausencia es a quien se le debe obediencia
Blazh.-
¡ahhh!
Aloys.- ¿Qué edad tiene?
Didacus.-
¿Quién? ¿Hopkin?
Aloys.- no,
usted
Didacus.- no
lo sé, ¿y vosotros?
Blazh.- yo
tengo seis años
Aloys.- y
yo once
Didacus.-
¿años? ¿Qué es un año?
Aloys.- un
año, trescientos sesenta y cinco días
Didacus.- no
entiendo
Blazh.- ya sé.
Un día es desde que sale en sol, hasta que se oculta y luego viene la noche que es desde
que sale la luna hasta que vuelve a salir el sol
Didacus.- sí,
eso aún lo recuerdo, me gustaba ver salir el sol, ¿pero y el año? ¿Por qué
trescientos sesenta y cinco?
Aloys.- yo
se lo explico… En la primavera, se
deshiela la nieve y salen las flores, todo se vuelve verde y luminoso. Luego
viene el verano, hace muchísimo calor, se secan y se cosechan los campos. Cuando las hojas de los árboles se ponen
amarillentas y cubren el suelo, eso es el otoño. Y después, aparece el invierno, con mucho
frio y de nuevo se cubren las cumbres de nieve.
Pues entonces, cuando todo está
pintado de blanco, ha pasado un año y otra y otra vez se repite la historia
Didacus.-
entonces tú, has visto salir las flores once veces
Blazh.- ¡claro!
y yo seis.
Didacus.-
pues yo, estando aquí me lo perdí, pero debería haberlas visto nacer muchas
veces, tantas como patas tiene un sinphyla.
Blazh.-
¿Qué bicho es ese?
Aloys.- se
debe referir a algo como una escolopendra
Blazh.-
¿una qué?
Aloys.- un,
cien pies
Didacus.- me
alegra que estéis aquí
Blazh.- no
se enfade, pero… ¿Cuándo podremos marchar?
Didacus.- eso
es complicado, pero cuando llegue la hora, todos volveremos por fin a lucir
nuestras galas junto a Dubracko, para reunidos bajo el firmamento de Slacko,
cumplir con nuestro cometido.
Las antorchas fueron debilitando su luz hasta
quedar extinta. En la extrema
oscuridad se oyó un susurro.
Didacus.- Ssssss…
es la hora de dormir.
El tiempo se transformó en infinito, la
respiración cesó y el corazón de los pequeños fue desplomando sus latidos hasta
quedar en incondicional reposo.
El silencio, ahogo incluso el tintineo de
las gotas de agua que se desprendían del techo de la gruta impactando contra el
suelo.
De pronto, las bisagras chirriaron, molestando
el sueño de Demelza. Su leve sacudida, hizo parpadear a Didacus.
Didacus.-
niños, niños, despertad
Aloys
y Blazh, permanecían sumidos en un intangible desvanecimiento.
Didacus, lleno de contradicciones, entre su
deber y su querer, se incorporó y ascendió por la estrecha escalinata para
cerciorarse de que la puerta estaba de nuevo abierta.
Deslizó su mirada entre la vegetación y
pudo ver una estrella que llenó su mustio pecho de luz.
Didacus.- niños,
despertad, la puerta se ha vuelto a abrir
Los niños no despertaban. Primero cogió a la niña y la puso en sus
brazos. En silencio, con la espalda pegada a los muros, volvió a subir los
empinados escalones y la depositó en el exterior.
Cuando
volvió a bajar, quedó desvanecido sobre Demelza, su respiración era jadeante,
tumbado junto al muchacho.
Didacus.-
despierta por favor, despierta, a tu hermana ya la he puesto a salvo, pero ya
no me quedan fuerzas, necesito que pongas algo de tu parte, para hacer lo mismo
contigo.
Despierta
por favor, despierta.
Todo su intento no daba resultado. Lo puso sobre sus espaldas y a gatas, lo
llevo hasta el principio de la escalera.
Didacus.-
despierta, despierta,
Lo zarandeó una y cien veces, le mojó
la cara con sus manos empapadas, pero el chiquillo no respondía.
Con su larga barba, anudó sus muñecas y
arrastrándolo peldaño a peldaño, logró dejarlo cerca de la entrada. Solo le quedaban unas míseras fuerzas, para empujar
con los pies a Aloys al otro lado de la
abertura, lanzando un gemido en su último esfuerzo.
Hopkin.- ¡Quien anda ahí!
Kazimir dio un chillido
agudo y escalofriante, cerrándose bruscamente la puerta de nuevo y segando a la
mitad las barbas de Didacus.
Las antorchas se encendieron. Demelza en
su sobresalto, hizo temblar toda la gruta. Todos, excepto Didacus que estaba
agotado, se dirigieron a buscar
protección junto al sarcófago de Dubracko.
Kazimir.- que
también sobre él, caiga un castigo ejemplar por la desobediencia
Hopkin.-
¿Qué has hecho, insensato?
Didacus.- no
por favor, no, clemencia para este pobre viejo
A
Hopkin, se le encendieron los ojos, estiró su brazo y por sus uñas, salió toda
la furia que contienen mil Azraeles.
Didacus cayó desde lo alto
precipitándose al vacío convertido en un sapo de color grisáceo, con la
piel llena de pústulas y aspecto
repugnante.
Kazimir.- ¿Quién es ahora el traidor?
Larkin.-
¡cállate! Esto no habría ocurrido si tú no hubieses cerrado la puerta. Se habrían ido sin más
Kazimir.-
nadie les mandó entrar
Rohesia.- la
podías haber cerrado cuando se aproximaban
Kazimir.- yo
estaba dormida, al igual que vosotros
Noll.-
mentira, tú estabas como siempre cerca de la entrada, esperando al acecho
Kazimir.-
¿yo?
Noll.- sí,
yo también merodeo cuando entran los primeros rayos de luz para coger algún
insecto y tú siempre estás ahí, esperando a que el aire haga entrar algo que
degustar
Las voces, terminaron despertando a Demelza y
en su intento de jugar, hizo caer la gran lámpara, lo que provoco algo similar
a un seísmo en la ladera de la montaña
bajo la cual estaba la gruta
Hopkin.- ¡silencio
insolentes!, ¡quieta Demelza!, no es hora de jugar
Rohesia.- ven pequeña, hay que ir a dormir. Pero qué bonita eres, túmbate aquí con tu
amiga Rohesia
Hopkin.- ahora vamos hablar muy seriamente, nunca
jamás se volverá abrir esa puerta
Didacus.- y
cuando llegue el momento esperado ¿por dónde entrará Dubracko?
Hopkin.- por
donde salió
Noll.-
entonces nunca volverá
Hopkin.-
¿dudáis de su palabra? El dijo que
vendría y que en su luz traería el mensaje de Slavko. O acaso lo habéis
olvidado
Larkin.- no
pero ¿por dónde entrará su luz?
Hopkin.- no
lo sé, no lo sé, pero ahora es un peligro tener esa puerta abierta, los niños
pueden volver.
Didacus.-
creo, que esos niños, jamás regresaran
Kazimir.- los
teníamos que haber retenido hasta su muerte, ahora todo está en peligro,
vendrán más, destruirán lo poco que
queda en pie y saquearán los restos de
Dubracko
(Didacus, lanzó un esputo a la cara de
Kazimir)
Didacus.- cuando
por fin estemos en presencia de Slavko, recordadme que le corte la lengua a
esta rata
Kazimir, erizó el pelo de su lomo y se agarró
con las uñas, preparada para saltar sobre Didacus
Hopkin.-
quieto Kazimir, o seré yo quien te la corte junto con ese rabo asqueroso que te
persigue en todo momento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario