Oculta
por la densa vegetación, una abertura en la roca.
La
vieja puerta entreabierta que esperaba a ser traspasada por la curiosidad de
alguna criatura. Tras ella, una larga escalinata rodeaba un
pozo sin fondo y en la oscuridad.
Los ecos del silencio, parecían crear una
melodía jamás antes escuchada por el oído humano.
Los peldaños estaban resbaladizos…
Aloys.- Cuidado
Blazh.- no
se ve nada
Aloys.- arrímate
a la pared, la barandilla está medio rota
Blazh.- y
si nos damos la vuelta, me da miedo
Aloys.- nada
va a pasar, tenemos que descubrir que son esos ruidos
Blazh.- qué
asco, está mojada y pegajosa
Aloys.- es de la humedad
Blazh.- ¿por
qué no enciendes ya la linterna?
Aloys.- no,
espera a que lleguemos más abajo, hay que reservar las pilas
Blazh.- nos
deberíamos dar la vuelta
Aloys.- te
dije que no vinieras
Blazh.-
llevo contados ya cuarenta y cinco escalones, y hace frio
Aloys.- que
pesada, no vuelves a venir con migo a ningún sitio
Blazh.-
vale, pero vámonos
Aloys.-
espera, espera, ya no hay más escalones
Blazh.- menos
mal, vamos, enciende
Aloys.- no
funciona, no funciona
Blazh.-
déjalo, vámonos
Aloys.-
espera, lo intento otra vez
Blazh.-
¡ay!, algo me tocó la pierna
Aloys.-
pesada, nada que no va
Blazh.-
¿qué es eso?
Dos lucecitas verdes, se encendían y
apagaban a escasos metros de ellos.
Aloys.-
atrás, o te daré con la linterna
Un chirrido de bisagras, un estruendo,
luego el silencio de la oscuridad.
Blazh.-
corre, salgamos de aquí
Subieron la larga escalera rápidamente,
para encontrarse con una puerta cerrada imposible de abrir. Ni un pequeño hilo de luz entraba por su
contorno, como si la hubieran cegado, cubriéndola con piedras por la parte
exterior.
Blazh.-
¿Qué pasa?, ¿por qué no se abre?
Aloys.-
tranquila, tranquila, no llores, te sacaré de aquí
Se oyó un chasquido. Como
por arte de magia, se fueron encendiendo una a una las antorchas que estaban
situadas en las paredes de aquella grandiosa gruta, para culminar con el encendido
de una gran lámpara llena de cirios que colgaba del techo.
En aquel sitio solo quedaba en pie la
escalera de piedra. El suelo estaba cubierto por varias columnas derruidas,
amontonadas como amasijo de escombros. Del
techo desquebrajado, brotaban chorros de agua que se deslizaban por las paredes
llenas de musgo amarillento por la escasez de luz solar.
Aloys.- ayúdame, intentaremos quitar los clavos de
las bisagras, busca algo que sea puntiagudo y una piedra para golpear.
Blazh.- qué
asco, una rata peluda
Kazimir.-
¿asco? Tú sí que das asco, jamás podréis salir de aquí.
(Un murciélago se aproximo volando para
reñir a la rata)
Noll.-
déjalos en paz, Tú has sido quien los ha encerrado
Kazimir.-
estoy harta de comer musgo
Didacus.-
¡basta ya!
La grave voz, salía de uno de los pasadizos
y al momento un anciano vestido con ropajes de otra época, pelo amarillento y
barba a modo de bufanda, se presentaba ante sus ojos
Didacus.-
¿Quién os ha mandado venir a la gruta?
Una libélula azulada con voz tierna,
revoloteaba por las inmediaciones de la lámpara.
Rohesia.- no
hagáis caso del viejo, lleva demasiado tiempo en el mismo cuerpo y se le va la
olla.
Larkin.- a ti
sí que se te va la olla, desde que te convertiste en libélula te crees la más
bella.
Rohesia.- más
que tú fijo, que asco vivir en el cuerpo de una lombriz
Con sus botas bien calzadas, vestido de
verde, con sus manos en el cinturón y el gorro bien calado hasta las orejas,
apareció junto a ellos un pequeño duende.
Hopkin.-
silencio todos u os convierto en sapos llenos de granos pestilentes.
Blazh.-
nosotros no hemos hablado
Aloys.-
perdón señor, no queríamos…
Hopkin.-
silencio, de vosotros depende, seguir con ese aspecto o no. Ya que hemos de vivir juntos, bajar, os
enseñaremos la gruta.
Blazh.-
¡no! Yo me quiero ir a mi casa
Hopkin.-
nadie os mando venir y nadie os vendrá a buscar
Aloys.- déjela marchar señor, me quedaré aquí y
trabajaré por los dos
Hopkin.-
trabajar, trabajar, aquí no hay que trabajar, solo hay que dejar pasar el
tiempo
Aloys.-
¿dejar pasar el tiempo para qué?
Kazimir.-
para que alguno de vosotros muera y tener algo que comer aparte de ese maldito
musgo
Hopkin.-
¡silencio!
Bajaron las escaleras lentamente, con luz,
daba mucho más miedo, descender por aquellos húmedos escalones, viendo la
barandilla de madera carcomida en los pocos sitios donde aún quedaba en pie
algún balaustre que sujetaba un cacho de pasamanos.
Por un pasadizo, accedieron a un habitáculo
que estaba recubierto extrañamente por hojas secas. El
suelo parecía estar cubierto de escamas, estaba caliente y rítmicamente se movía arriba y abajo.
Hopkin.-
Ssss… aquí es mejor entrar pisando despacio y no alzar la voz
De repente, Kazimir, se puso a saltar y a
dar chillidos entre escandalosas carcajadas.
El suelo comenzó a moverse espasmódicamente,
en la pared de enfrente, se abrieron unos orificios y por ellos comenzó a salir
una brisa vaporizada con un fuerte olor a azufre.
Todos corrieron a refugiarse entre las
columnas derruidas.
Hopkin.-
eres una irresponsable incorregible.
Con
su dedo índice, señaló a Kazimir. Esta
salió despedida, hasta chocar contra la pared.
Con el pelo de su lomo erizado, ante la
impotencia de no poderse enfrentar a Hopkin, se escondió entre los cascotes de
los escombros murmurando blasfemias hacia todos.
Blazh.-
¿Qué es eso que hay ahí dentro?
Didacus.- es
Demelza, una cría de dragón, que
permanece dormida casi todo el tiempo
Larkin.- sí,
y será mejor que no despierte, cada vez que esto ocurre, causa algún destrozo
Noll.- no
es mala, pero muy juguetona y demasiado grande
Rohesia.-
pero es más mona, tiene una cara más rica
Aloys.-
bueno entonces será mejor que no despierte
Hopkin.- perece
que está tranquila, sigamos.
Otro pasadizo (este lleno de humedad)
conducía hasta una pequeña cueva, en ella, una tumba rectangular se alzaba en
el centro.
Hopkin.-
este es un lugar donde está enterrado el cuerpo de Dubracko, nuestro general.
Solo el gran día en que su alma decida volver, se abrirá la tapa del sarcófago
y él en persona nos devolverá nuestras armaduras.
Aloys.-
¿vuestras armaduras?
Noll.- sí,
somos soldados
Blazh.-
¿soldados? Pero si eres un murciélago
Hopkin.- no
seas insolente, en los territorios de Slavko, cualquier incumplimiento de las
normas, tiene un ejemplar castigo, ¿y tú quieres seguir siendo una niña verdad?
Aloys.- ¿y dónde está ese territorio?
Didacus.- el
territorio de Slavko, se extiende a todo lo la vista puede divisar y más allá
del infinito. Es el señor a quien nadie
ve y todo lo observa, quien rige el destino de los elementos, cuidador de
animales y plantas, quien da y quita la vida según su criterio.
Blazh.- o
sea, como un dios
Rohesia.- uy,
uy, uy, esta niña se quiere convertir en rana
Blazh.-
¿pero qué he dicho ahora?
Kazimir.-
conviértela mejor en cerdo y así cuando muera comeremos sus entrañas
Hopkin.-
¡silencio rata! A ti te debería haber convertido en víbora y aún así tendrías
la lengua menos suelta.
Didacus.- los
dioses como tú dices, son aquellas aureolas, que cumpliendo sus designios, imparten conocimientos a los generales de sus
ejércitos, en la misión de hacer cumplir las esenciales leyes de la naturaleza.
Hopkin.- bien
hablado Didacus, y tú pequeñaja ¿lo has entendido?
Blazh.- ¿Qué
tengo que responder? Que sí o que no
No hay comentarios:
Publicar un comentario