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lunes, 31 de octubre de 2016

CAP.- 11º--- La gruta del musgo ---



Dulce.- Luis ¿qué haces aquí?
Luis.-  te tenía que dar ahora mismo una guantá. ¿Y tú? Responde
Dulce.- que he subido a ver la cueva que hay debajo de la peña, pero nada, no es esa
Luis.- ¿y por qué no me has dicho nada? Habríamos ido juntos. Verás cómo se enteren papá y mamá
Dulce.- pero si cada vez que te saco el tema te haces el loco
Luis.- cuando empezarás a pensar un poco en los demás

   Algo pareció moverse tras aquellos matojos. Un escalofrió les sacudió la espalda dejándoles las vertebras crispadas.

Dulce.- ¿qué es eso?
Luis.- será un conejo
Dulce.- pues tiene que ser grande

     El miedo no les dejaba moverse del sitio. Ella no quería mirar, cerraba los ojos esperando que nada la rozase.
           Él no quería volver a ver, aquella abertura en la roca dándole la bienvenida.

     Por un momento se levantó viento, silbaba una melodía hipnótica susurrando una nana.
        Para intentar refugiarse de él, se agazaparon junto a los matojos, en cuclillas.   
Temblorosa se abrazó a su hermano, tenía mucho sueño.
    Luis puso las palmas de sus manos en los oídos para no escucharlo.   Luego el viento paró.

Luis.- vamos para casa antes de que nos echen de menos
Dulce.- que miedo y que paz, casi me quedo dormida
Luis.- solo era el viento, no pasa nada
Dulce.- además, estoy contigo
Luis.- pues claro, mi pequeñaja
Dulce.- ese sitio tiene algo
Luis.-  sí un nido de culebras
Dulce.- calla, que me da repelús
Luis.- anda tira pá casa mocosa

      De vuelta cogieron unas florecillas silvestres, había que poner algún pretexto para esa excursión.

Dulce.- mamá, quédate quieta y cierra los ojos
Madre.- ¿Dónde habéis ido?
Dulce.- calla y cierra los ojos
Madre.- a ver qué vais a armar

    Entonces entró Luis a la cocina, se pudieron ante ella de rodillas y con gesto de ofrenda…

Luis.- ya los puedes abrir
Madre.- pero y estas flores
Dulce.- para ti

    La madre, cayó de rodillas al suelo y los abrazo a los dos con toda su alma.

Madre.- sois más tontos
Luis.- papá, trae la toalla
Madre.- calla imbécil
Padre.- ¿pero qué hacéis ahí de rodillas?
Madre.- mira lo que me han traído
Padre.- habréis roto lo hucha, sois más tacaños
Dulce.- pues son bien bonitas
Madre.- di que si hija. Para eso tú. A ver cuando se te ve un detalle
Luis.- bueno no discutáis. Que él también te hemos traído algo.   Cierra los ojos

     Dulce miró extrañada. Se volvieron a poner de rodillas y Luis sacó de su bolsillo una piedra.

Madre.- ya los puedes abrir

              El padre abrió los ojos, miró balanceando un poco la cabeza de un lado a otro, se arrodilló junto a ellos.  Sí, los abrazó, aproximó su boca al oído de Luis y antes de soltar una carcajada, le dijo en voz baja… vete a la mierda chaval.

     Los tres se revolcaban de la risa por el suelo, mientras la madre mantenía en sus manos aquel pequeño gran ramo.

Dulce.- nos quitamos esta ropa y desayunamos
Padre.- hoy voy hacer yo el desayuno, para que luego digas
Madre.- chicos hoy me da que vais a llegar a la hora de la comida con hambre

             Subieron juntos las escaleras, recorrieron el pasillo haciéndose cosquillas y cuando se separaron para cada uno entrar en su habitación, Dulce cogió por el brazo a Luis, lo miro fijamente a los ojos…  Tú y yo, ya hablaremos.   Él… respondió a la afrenta sacándole la lengua.

Madre.- vamos que se enfrían los torreznos
Padre.- qué coño torreznos, son tostas
Luis.- tienes razón, un poco tostás, sí que están
Padre.- así es como las preparaba el abuelo para que tengan el gustillo.    Se rayan un poco con el cuchillo y luego se les echa un chorrito de aceite de oliva, una mijita de sal y para chuparse los dedos
Dulce.-  yo voy a untarle un poco de mantequilla
Padre.- mantequilla, eso son pijadas
Madre.- no untes mantequilla que se va a poner gris
Padre.- no tenéis ni idea de lo que es bueno
Luis.- vamos, hagamos caso a la voz de la experiencia
Padre.- tú hijo tranquilo, si no te mueres es que está bueno
Luis.- tú primero
Dulce.- espera, yo que tú, antes bendeciría la mesa.   Por si acaso
Madre.- vaya hachazo te acaba de dar
Padre.- como quede una miga en el plato, os pongo toda la semana a régimen

       El teléfono sonó a media tarde.    El padre, confirmaba así la asistencia al evento solidario.   Todos los años acudían a la cena benéfica en representación de la asociación vecinal del barrio.    Casi siempre asistían las mismas parejas, por lo que ya se conocían y pasaban una maravillosa velada.
     Luis y Dulce, quedaban solos en casa y al día siguiente no había que madrugar.

Luis.- ¿Qué hay esta noche en la tele?
Dulce.- nada, un rollo
Luis.- podemos echar unas partidas a la consola
Dulce.- no, hoy vamos a jugar a otra cosa
Luis.- ¿a otra cosa?, ¿a qué?
Dulce.- siéntate. Yo pregunto y Tú no te escabulles
Luis.- eres muy pesada, no ves que no quiero hablar de eso
Dulce.- porqué has ido a buscarme esta mañana a ese sitio
Luis.- porque pensaba que allí te encontraría
Dulce.- ¿y por qué allí?
Luis.- porque te has llevado las botas de campo
Dulce.- ¿qué hay detrás de aquellas ramas?, ¿por qué te has tapado los oídos para no oír el viento? Luis, dime, ¿qué me estás ocultando?
Luis.- no te oculto nada, tienes mucha imaginación y eso solo es un libro, no lo entiendes???
Dulce.- a mi no me engañas, hoy lo he podido ver  en tú cara, tenías tanto o más miedo que yo, pero el motivo no era el mismo
Luis.- ¿jugamos a la consola o no?
Dulce.- vale, porque está visto que no quieres hablar, pero yo creo que te vendría bien de una vez, soltar esas cosas que tienes guardadas

             Se pusieron a jugar olvidándose de la conversación mantenida.      Luis ganaba todo el rato, pero Dulce no daba su brazo a torcer.       Insistía en seguir jugando aunque fuese ya tarde, eso no podía quedar así.

Luis.- vámonos a dormir
Dulce.- la última, quien gane esta, gana todas
Luis.- pero la última
Dulce.- pero no te dejes ganar, en esta voy a tener ayuda

      Luis la miró con extrañeza, empezó la partida, Luis veía como inexplicablemente lo superaba en puntuación.  No le importaba perder con tal de irse a la cama, pero no de esa manera.
   Dulce veía como su hermano se esforzaba por superarla, pero era incapaz.

     Al terminar, ella se levanto alzando los brazos al aire gritando: GRACIAS SLAVKO, HEMOS GANADO.

     Las luces empezaron a parpadear y la pantalla se cubrió de rayas horizontales de diferentes colores.    Luis sentado, sentía como le faltaba la respiración, su vista se nublaba y el pulso se disparaba mientras Dulce seguía saltando, poseída por la alegría.   
 Dulce.- Lo sabía, lo sabía.    Sabía que tenía razón.   No es solo un libro.
           Una gama de grises, dibujó en las retinas de Luis las columnas caídas de aquella gruta. Este se frotó los ojos y al abrirlos de nuevo, pudo apreciar en la pantalla la imagen de un sapo, dormido a los pies de la tumba de Dubracko.

Luis.- ¡para Dulce, para!
       Tenía el rostro pálido y desencajado, el sudor le había empapado la camiseta y sus manos temblaban apoyadas en sus pantorrillas.

Dulce.- qué te pasa Luis, qué te pasa
Luis.- no lo sé, todo es por tu culpa
Dulce.- no pasa nada, tranquilo, estamos juntos
Luis.- no, no puedo, no quiero

    En ese momento, se dejó caer sobre el respaldo del sofá, tardó unos segundos en relajarse y romper a llorar.

Dulce.- tranquilo, vámonos a dormir
Luis.- yo hoy duermo en el sofá
Dulce.- no seas tonto, que dormimos juntos
Luis.- que no, que yo hasta que lleguen, de aquí no me muevo
Dulce.- pero si estás helado
Luis.- me da igual, yo me quedo aquí

      Dulce, subió a la habitación a por un edredón, se sentó junto a Luis, estrujó su cara contra el pecho y tapados se quedaron dormidos.

      Sus padres al llegar, allí los encontraron. Buena gana de molestarlos, ya se subirían a la cama, cuando abriesen el ojo.
     


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