A la hora de la cena, bajaba por las
escaleras con los parpados cerrados,
aspirando la esencia que había quedado impregnada en la mente de Slavko.
Dulce.- que mal huele
Madre.- pero si te gusta mucho la coliflor
Dulce.- pues precisamente ahora, no era ese
olor en el que estaba pensando
Madre.- qué ¿Cómo lo llevas?
Dulce.- bien
Madre.- cuando lo termines me lo tienes que
dejar
Dulce.- habla del principio de los tiempos,
pero no sé, de una forma muy interesante
Luis.- vamos papá, a cenar
Padre.- ¿bajó ya la lumbrera?
Madre.- a ver tú y tú, coger los platos y a
comer al salón
Padre.- pues nos vamos al salón, menudo
problema
Madre.- mejor no, vosotros vais a cenar en
la cocina y así cuando acabéis, recogéis y fregáis, que Dulce y yo vamos a
hablar un rato mientras cenamos
Luis.- si claro
Madre.- Luis, lleva al salón nuestra cena,
cubiertos, vasos y servilletas
Luis.- que morro
Padre.- ¿Qué te ha dicho tu madre? Vamos,
sin rechistar
Dulce, se sintió orgullosa de lo que
en un día, había logrado ese libro.
Durante la cena, hablaron de muchas cosas
del las que hacía tiempo no hablaban. Como decía su madre, “cosas de chicas”
Terminaron de cenar y Dulce (a la que le
contaba mucho demostrar emociones) se abrazó con fuerza a su madre.
Dulce.- ay, mamá, pero cuanto te quiero
Madre.- pues claro, y yo a ti
Dulce.- tenemos que volver a hablar más a
menudo
Madre.- pues sí, ya ves. Se va dejando pasar el tiempo y nos perdemos
tantas cosas
Dulce.- me subo a leer un rato, nunca pensé
yo que iba a hacer esto por mi propia voluntad
Madre.- yo aún no se si creérmelo
Dulce.- ja, ja, hasta mañana mami
Madre.- hasta mañana mi niña.
Algo imperceptible, comenzaba a gestarse en los mares, algo que se
escapaba incluso a la imaginación del que todo lo sabe, algo fugaz que mutaba
en algo distinto inesperadamente a cada paso de su evolución.
A diferencia de las plantas, no
se anclaban a ningún sitio.
Esta nueva forma de vida, cada
vez empezó a parecerse más al mismísimo Slavko.
En su parte delantera se formaron dos ojos
con los que ver, y los adoctrinadores de enseñanzas, sintieron envida. (a
ellos se les había moldeado solo con uno)
Poco a poco fueron conquistando cada rincón
de las transparentes aguas. Se desplazaban
impulsándose por prominencias que crecieron a sus laterales y que movían con
habilidad.
Salieron del agua, para conquistar otros
espacios, y aquellas planas aletas, se fueron alargando, dando como resultado
unas extremidades, con las que fueron capaces de correr, saltar y encaramarse a
lo alto de los arboles. Se cubrieron de pelo y adoptaron formas diferentes
según su condición y lugar que habitaban.
Algunos de aquellos extraños seres, cubrieron su cuerpo con plumaje, y
sus patas delanteras se transformaron en grandes abanicos con los que se
elevaban estando presentes también en el aire. Tan solo el poder fuego estaba fuera de
sus dominios.
De simples herbívoros, pasaron a devorarse entre ellos, imperaba la ley
del más fuerte, la supervivencia dio paso a la supremacía, como el único fin de
su existencia.
Cada especie se adaptó a su
estatus, sorprendentemente se creó un equilibrio entre los elementos, las
plantas y los animales, hasta que uno de estos, solo uno, de una sola especie,
en un solo lugar y en un preciso instante, comenzó a desarrollar algo que tan
solo Slavko, había impregnado a sus
gestores: LA INTELIGENCIA.
Esta se fue acrecentando de generación en generación. Dio paso al
pensamiento, al sonido gutural, a la posesión, a los reinados y terminó
convirtiéndose en ANSIA. La inteligencia
dejó de ser un instrumento de perfección.
La inventiva derivo hacia
derroteros de crueldad y masacre, guerras con un único horizonte. EL PODER.
Dulce cerró de golpe las pastas del libro, por
esa noche ya era suficiente, debía dormir y descansar.
Los sueños la
hostigaban, despertándola sobresaltada a cada instante. Tenía que reflexionar
sobre lo leído, tomarlo como un punto de inflexión del cual sacar una enseñanza,
pero para ello, debía relajarse y colocar sus ideas.
Al amanecer como cada
mañana, salía de casa junto a su hermano.
El libro quedó sobre la cama
envuelto entre las sábanas.
Su madre ojeo las láminas, la desproporción
de los miembros de aquellos “soldados” y los trazos mal definidos hacían
incluso daño a la vista. Leyó unos párrafos
salteados de las páginas centrales. Le parecieron
pobres, el boceto de un simple relato, de
escasa calidad narrativa.
Dulce, estaba desanimada,
no sabía por qué, pero tenía un sentimiento de culpa que frustraba sus
intenciones de seguir leyendo aquella historia.
Después de comer subió a
la habitación y al coger el libro entre sus manos se sintió despreciable.
¿Quién le mandaría a ella leer esas cosas?
Mejor devolvería el libro a su sitio, al cutre escaparate de aquella
librería y que una vez terminada la semana del misterio, que el librero,
hiciese con él lo que creyese conveniente.
Dulce.-
buenas tardes
Librero.-
¿ya lo has terminado?
Dulce.-
no, he leído las primeras hojas y no tengo ganas de seguir
Librero.-
ya ves, me habías parecido una joven más valiente
Dulce.-
pues ya ve, se ha equivocado
Librero.-
tal vez el principio, no era todo lo que esperabas, ¿por qué no le das, una
segunda oportunidad?
Dulce.-
si es que en realidad a mí, no me gusta leer
Librero.-
pero este libro no es de leer, es de pensar
Dulce.-
pero usted lo ha leído o no
Librero.-
no, no lo he leído, a mi me gusta leer
Dulce.-
he pasado la mañana con un dolor de cabeza...
Librero.-
es que pensar, requiere de mucho esfuerzo
Dulce.-
no sé, me está haciendo dudar
Librero.-
anímate, eres una persona especial, de esas a las que les gusta pensar, pero a
les da miedo saber.
Dulce.-
entonces usted ¿Por qué no ha leído este libro?
Librero.-
porque a mí, me gusta saber, pero me da miedo pensar
Dulce.-
bueno, me la vuelvo a llevar, pero no estoy muy convencida
Librero.-
tómatelo con tranquilidad, sin prisas, entendiendo cada frase e interpretando
lo que quiere expresar el autor
Dulce.-
si me está bien empleado, solo se me ocurre a mí, pararme frente al escaparate
de una librería
Librero.-
ánimo, que todo esfuerzo conlleva su recompensa
Dulce.-
y cada metedura de pata su castigo
Librero.-
así me gusta, que te rías
Dulce.-
me voy a casa, pero que conste que hoy, no voy a leer ni una línea
La intriga de que
pasaría después le pinzaba la boca del estomago, pero el no haber dormido bien
la noche anterior, la tenía derrotada.
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