Dulce.-
hola papi, ya he vuelto
Padre.- que
poco dura la tranquilidad
Dulce.- que
gracioso
Madre.-
poco has tardado
Dulce.- al
final no fui a la biblioteca, paré en una librería y me han regalado un libro
Madre.-
pues si que han acertado con el regalo, otro traste más, al que limpiar el
polvo
Dulce.-
pues mira, ahora mismo me voy a mi habitación a comenzar a leerlo
Padre.-
hija, no me hagas reír que me duele luego la barriga
Dulce.-
hombres de poca fe
Madre.- no,
si tu padre fe, tiene mucha, pero que tú ahora nos quieras hacer creer, que te
vas a leer el libro
Dulce.- en
esta casa soy una incomprendida
Madre.-
vale, que te creo, pero que mañana me lo cuentas. A ver si terminas la primera página.
Se
recostó sobre la cabecera de la cama, abrió la portada y comenzó a leer.
Cuando en el principio de los tiempos rotatorios, la nebulosa Zintan, encontró en el firmamento un espacio inmaculado, lejos de la prolífera barbarie que azotaba la constelación de Rowag, detuvo su viaje.
Resquebrajó sus entrañas y esparció en
el vacío parte de su sideral consciencia cargada de fecundidad. Junto a ella, quedarían sus tres
luminarios más fieles, los que le darían su protección y cuidado hasta la
caducidad de su existencia. De la
amalgama de las tres últimas motas de polvo allí renacería una nueva fuerza que
llevaría el nombre de… SLAVKO.
Madre.-
chicos a cenar
Luis.-
¿Qué hay de cena?
Padre.-
canguingos y patas de peces, vamos bajar a cenar
Luis.-
bueno, bueno, ni que tuvieras prisa
Madre.-
¿cómo va el examen?
Luis.- bien, me queda un repaso y a dormir
Padre.- no
te pases, que luego te dan las tantas y mañana estás que no ves
Luis.- ¿y
la petarda esta, donde anda?
Madre.-
Dulce, bajas a cenar o empezamos
Dulce.- ir
empezando, que ahora bajo
Padre.- no
te lo vas a creer, está en su habitación leyendo un libro
Luis.-
pues no, no me lo creo, para qué te voy a engañar
Padre.- eso
digo yo, seguro que se le está pasando alguna idea peregrina por la cabeza
Madre.-
bueno y si la niña quiere leer, pues que lea
Luis.- no
seas ilusa, si fuera hacer otra cosa, pero leer esta, ni el prospecto de las
aspirinas
Dulce.-
¡uum! qué bien huele, ya estoy aquí
Luis.- señores,
les presento a mi hermana, que ha decidido ilustrarse con la lectura
Dulce.- imbécil, no hables con la boca llena
Padre.-
vale, tengamos la fiesta en paz
Madre.- ¿y
de qué trata el libro?
Dulce.-
mamá, jo, que lo acabo de empezar
Luis.-
será algo con fundamento, tachán... La
dieta de la alcachofa
Dulce.- me
subo a seguir leyendo, este niño es tonto
Padre.- que
esta noche es el programa de las chicas esas
Dulce.- da
igual ya me lo cuentas tú
Madre.-
ahora subo a hablar con ella a ver qué le pasa
Padre.- no
sé, pero a esta niña le pasa algo
Luis.- yo
creo que sí, la deberíais llevar a urgencias
Madre.-
Luis que estoy hablando en serio
Luis.- y
yo, y yo
Padre.-
dejarla en paz, mañana se le habrá pasado
Luis.- a
ver si no se le pasa y al final nos sale lista
Padre.- muy
bueno, pero que cachondo eres
Madre.-
pues la verdad, es que no estáis haciendo ninguna gracia
Padre.-
hijo chitón, que se mosquea la jefa
Dulce, ya en su habitación, pasaba de las
palabras que pudiesen pronunciar seres inferiores. Ella, a lo suyo.
El gran ojo despertó, y nada
había. La soledad creó la necesidad, la necesidad el
sentimiento y del sentimiento nació la desolación.
Por primera y única vez SLAVCO lloró.
Solo una lágrima fluyó de su
retina, cayó sobre al palma de su mano y fue escapando de ella a través de sus
siete dedos. Ya tenía algo que observar. Entonces le asaltó
la duda y la duda dio paso al querer saber.
Los diminutos solidificados cuerpos, rotaban
sobre sí mismos, al tiempo que se desplazaban formando cirulos concéntricos
alrededor del más grande.
Sí el más grande, ese que permanecía quieto
para que los demás no perdiesen su rumbo y terminaran chocando entre ellos.
Pensó en como agradecer su
quietud y entonces lo dotó con lo más preciado, algo que lo haría distinto a
los demás: La LUZ.
Ese fue el primer error de su
existencia. La desigualdad entre el más cercano y el más alejado, por más que
pensó, no encontró la fórmula para que llegase su calor a todos por igual.
Pese a todo, siguieron girando y girando,
sus dispares formas, se fueron redondeando con el paso del tiempo. Un halo de polvo los recubría, parecía
darles también luz propia y en un instante, como si fuera un regalo, se
alienaban todos, dando comienzo a un nuevo ciclo repetitivo.
La comprensión y aceptación por
parte de SLAVKO, de que todo es cíclico
lo llenó de esperanza, sabiendo que su fin, no sería otra cosa que un nuevo
principio y le hizo mirar hacia atrás, pues su principio también estaría
provocado por un fin.
La pequeña Dulce, se quedó dormida con el
libro entre sus manos.
Padre.-
mira, se ha quedado dormida
Madre.- voy
a decirle que se desvista y se acueste
Padre.-
tápala con esta manta, apágale la luz y déjala que duerma feliz
Madre.-
cada día está más loca, maravillosos dieciséis
Padre.-
vamos Luis, a dormir
Luis.- ya
voy
Madre.-
venga que es tarde. Hasta mañana
Luis.-
hasta mañana
Padre.- que
cosa más rara, ¿de qué coño tratará ese libro?
Madre.-
mañana cuando se vaya, le hecho una ojeada
Padre.-
esta muchacha, no tiene término medio, o sea, que espérate cualquier cosa
Madre.-
miedo me da
Padre,
bueno ya nos enteraremos, ahora a dormir.
A la mañana siguiente, cuando su madre
entró hacer la habitación, el libro no estaba.
Se lo había llevado para
seguir leyendo en el rato del “recreo”.
Tan similares y tan distintos,
cada uno de ellos iba tomando una peculiaridad exclusiva, sus volúmenes apenas
habían cambiado, pero la gama de tonalidades, variaba en distintos colores
dependiendo de su situación y formando una combinación de belleza irresistiblemente.
Aquel error había dado paso al mayor acierto.
Los ocres, rojizos y grises,
imperaban sobre todos los demás colores, entonces sintió el deseo de soplarles
un suave beso, a cada uno, llegó una gota de vaho de su aliento y se instaló en
los surcos que formaban los recovecos de sus formas. Ante esa nueva situación,
la peculiaridad les hizo exclusivos.
Poco a poco fue naciendo
espontáneamente algo nunca imaginado.
SLAVCO, cerró un momento su
gran ojo y al volverlo abrir pronunció esa palabra… VIDA.
La cantidad de luz y calor provocó
variaciones complejas, las distinciones se acentuaron y la grandeza de aquel
logro evidenciaba su satisfacción de lo creado.
El timbre sonó, Dulce debía volver a
clase. ¿Por qué no enseñarían en el colegio esas cosas? Estaba claro, la culpa
de que ella no hubiese leído nunca era de esos libros aburridos que le
obligaban a estudiar.
Estaba deseando llegar a casa y terminar
de comer, para subir a su habitación a seguir con aquella historia.
Dulce.- hola, tengo un hambre
Luis.- mamá, deberías llamar ya al médico, la he
visto en el recreo culturizándose, mientras sus amigas chateaban por el
whatsApp
Dulce.- no hay nada peor, que ser un soso y creerse
súper gracioso
Padre.- cuéntanos de que va ese libro
Dulce.- no se
Padre.- anda, venga, dímelo
Dulce.- papá no seas pesado
Padre.- porfi, porfi, porfi
Luis.- ja, ja, lo haces igual que ella, porfi, porfi
Madre.- no les hagas caso
Padre.- dame un besito
Dulce.- buf, que pesado
Padre.- pues dime de qué trata el libro y te dejo en
paz
Dulce.- que no papá, que no
Padre.- dame una razón convincente para no contármelo
Dulce.- es sencillo, igual que lo leo yo, cuando lo
termine te lo dejo y lo lees tú
Madre.- oye, a ver si me voy a tener que enfadar, si
cuando hacemos bromas nos reímos, también hay que saber reír y aguantar cuando
nos las hacen
Dulce.- pues que me dejen comer tranquila
Madre.- ¿Qué queréis de postre?
Luis.- ¿Qué hay?
Madre.- fruta o yogur
Dulce.- no me apetece, me subo a mi habitación
Enfadada subió las escaleras con el libro
de la mano y se echó en su cama.
Ese
diminuto punto, en que la vida sería más variada y hermosa. Ese que por
hallarse a la distancia justa, aquella sublime gota de vaho, permanecería en
estado líquido, proporcionándole color azul intenso. Ese, sería el único que
alteraría su sosiego. Ese al que por sus
relieves definiría como tierra.
Solo
él era culpable. Y cuando llegase la ocasión, solo la mano que hizo, tendría la
potestad de deshacer.
Miró sus siete dedos, y arrancó uno de
ellos. Tras estilizar su forma alargada, Los posó
sobre la palma de su mano herida. Le dotó de nombre y misión que cumplir.
.- Tú, Duilich, has
de esparcir el perdón, para que la tierra y el fuego detengan sus continuas
disputas y que aún teniendo el mismo poder, cada uno ocupe su espacio.
Duilich, lo
intento por todos los medios, pero el fuego no se cansaba de escupir sobre la
tierra y esta como venganza, iba enfriando todas sus lenguas y cegando sus bocas.
Duilich.- a partir de
ahora, perdonareis vuestros enfrentamientos y vuestra colaboración será el
orgullo de Slavko.
Fuego,
vivirás en las entrañas, tendrás el dominio, pues todo se verá atraído por tu
fuerza. La tierra te cubrirá con su
manto, pero para que nadie dude de tu existencia, unas bocas quedaran abiertas
y por ellas darás a conocer tu poder.
Volvió
la calma, poco a poco las agua ocuparon las hendiduras y el viento campaba a
sus anchas sin respetar nada. Entonces las aguas embravecieron intentando
atraparlo. Ambos se sitian tan importantes, como para erosionar la tierra e
incluso desafiar la fuerza del fuego.
Slavko, hubo de arrancarse otro dedo.
Tú, Ketenangán, serás el encargado de inculcar la
serenidad a las aguas y vientos.
Ketenangán fue claro. .- tocando en la
parte superior de la esfera, el liquido comenzó a convertirse en cuerpo frio y sólido.
Se formó un gran iceberg, como muestra.
Si la calma no era respetada, los
mares serían congelados, formando una gran muralla y esta serviría como cárcel,
donde sería encerrado el viento.
Ambos comprendieron la gravedad del
castigo, si no aplacaban sus brusquedades y ansias de protagonismo.
Conseguido
el objetivo, Slavko, pudo observar como por fin el azul predominaba sobre los
ocres.
La
mansedumbre y la colaboración amigable entre el agua y el viento hicieron que
algo nuevo surgiera.
Ancladas
a la tierra de la cual se alimentaban, refrescadas por las gotas de lluvia que
el vierto portaba y estirándose pretendiendo abrazar la luz, aparecieron las
plantas, estilizadas siluetas que apresuradamente, querían cubrir todo de color
verde, su invasión era irremediable.
Subyugarían
a los cuatro elementos y esa sería su propia erradicación.
Slavko, miró su mano, no había más remedio.
Tú,
Geduld, te encargaras de la paciencia, la virtud de
evitar la prisa.
Geduld, pacientemente, intentando dar ejemplo se
dirigió a las plantas y les habló de las consecuencias. Ellas
tenían demasiado vigor como para detenerse a escuchar. Geduld, evitando ser una
mala influencia, a cada planta le regaló su
preciosa flor, pero solo cuando esta diera su fruto, el ciclo de la
reproducción, podría empezar de nuevo.
Slavko, entendió que la
belleza lleva su tiempo.
Y… La fragancia que emanaba aquella variedad de
colores le hizo suspirar de gozo.
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