Clavada
rodilla en suelo
y los codos apoyados
en el banco de
delante.
Frente a la boca que reza
las manos entrelazadas
solicitando perdón.
La mirada en esa cruz
coronada por
espinas.
La mente… quien sabe donde
y el alma
llorando sangre
bajo la luz de
un candil
que
cuelga en aquella esquina.
Su plegaria no atendida
por los
hombres y mujeres
que por la
calle transitan
viene a
contarle a su Dios
a ver si este
la escucha.
Tan solo un cacho de pan
para llevar a
la boca
en un rincón
abrigado
con un cartón
como cama.
Tan solo poder dormir
sin el asedio
de porras
de los hombres
de uniforme,
y poder soñar
de nuevo
con sus días
de juventud
vestida de
linda dama.
Induce a meditar sobre nuestro final Maestro.
ResponderEliminarTriste
ResponderEliminarMaravilloso poema...
ResponderEliminargraciñas
EliminarEs Mariana, me encantó 💕
ResponderEliminarGracias compy
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