MADRE nuestra
que estás en las alturas;
Perdona nuestras ausencias
más largas de lo debido,
por dejar para mañana
lo que ayer te prometimos.
Arrópanos con tus alas
como tus brazos lo
hicieron
cuando solo éramos niños.
Regálanos el sentir
de tus manos las caricias
secando nuestras mejillas.
Impregna con luz las
noches
y de esperanza los días.
Convierte, ojos de duelo,
en miradas de alegría.
En la bruma del tormento,
no nos permitas caer
con seca garganta y mirada
vacía.
Cera a la cera,
luz a la luz,
aceite y pan
en manos frías.
Escucha nuestra plegaria
llena de amor y de orgullo
junto a la vela encendida.
Encamina nuestros pasos
por una alfombra florida,
vestida con los recuerdos
que tejen quienes no
olvidan.
Rodéanos con un manto
de corazones Bordado.
Los nuestros en hilo fino,
el tuyo, de hilo dorado.
Bendito sean los recuerdos
que nuestros ojos empañan.
Bendita, sea la cera,
que representa tu cuerpo.
Bendita, sea tu luz,
representada en la llama.
Bendita la Madre eterna,
que siempre nos acompaña.
Carlos Torrijos
C.a.r.l.
(España)
Impresionante Carlos. No tengo palabras para alabar estos versos tan llenos de verdades dolorosas. Te dejo el abrazo nuestro de cada día. Eres lo mejor de lo mejor. Besos
ResponderEliminarMaestro nostálgica oración porque me recuerda cuando mi madre se fue al cosmos y dejó este campo material después de esa partida se queda una onda herida y nos consuela su mirada que se nos queda en el horizonte perdida. AMEN
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