Los fusiles descargados.
Cananas de cuero viejo,
las botas y
los sombreros
se ponen sobre
la mesa.
Las viudas de negro luto
los huérfanos asustados,
el pan metido
en un saco
y el perro
moviendo el rabo.
Los muertos en una lista
que llena varios
cuadernos.
Los rencores y los odios
se meten en un
cajón
con cerrojo y cerradura.
Los cuerpos amontonados
esperan a que
amanezca
para darles
sepultura.
Los generales triunfantes
desfilan por
la avenida
entre vítores
y aplausos
que han sido
recomendados,
a los que han
perdido todo
y a los que
nada han ganado.
Los soldados cabizbajos
regresan por
los caminos
sin galones ni medallas
con uniformes roídos.
Hombres
que van de la mano
a recuperar su
vida,
hoy vuelven a
ser hermanos
y ayer eran
enemigos.
Para qué sirvió la guerra
que solo ha
causado muerte,
hambre y
desesperación.
Los campos ensangrentados,
y el azadón en
las manos
de quien siempre
trabajó.
Para qué sirvió, pregunto.
Si los mismos que mandaban,
saludan desde el balcón.
Sabia Verdad Maestro cuantas veces los pueblos viven y reviven el fantasma de la guerra, la muerte, la desolación y una vez mas a olvidar, y otra vez el dolor. Gracias Maestro por recordar nos el dolor.
ResponderEliminarDoliente verdad muy bien plasmada.
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