"Ver con los ojos cerrados" 09
En esos días, tocaba hablar de algo
distinto;
Quería estar seguro de esa gran decisión a tomar
y no pensaba tomarla solo. Tomaría en
consideración la opinión de su familia y nuevos amigos, aparte de encontrar
alguna otra contraprestación, que no solo fuera económica.
Lo que más le apetecía en ese momento en que
piso la calle tras salir de la oficina, era irse él solo a pasear, pero recordando
lo que pasó anteriormente decidió hacerlo avisando, y primero llamó por
teléfono a su mujer para evitar preocupaciones.
Manuel.- oye, te importa si no voy a comer, me apetece pasear
un rato, pensar sobre algo que me ha dicho
don Andrés
Verónica.- ¿has tenido bronca?
Manuel.- no, modificaciones en la oficina
Verónica.- y por qué no vienes, comemos con los niños y
luego nos vamos los dos tranquilamente, también podemos pensar juntos
Manuel.- no, tú vete a tomar café y jugar la partida
Verónica.- anda y que le den a la partida, prefiero estar
contigo
Manuel.- entonces ¿voy para casa?
Verónica.- pues claro, venga, que ya tengo la mesa puesta
No tenía nada claro lo que hacer, sabía que
el resto de compañeros de trabajo se limitaban a tramitar cinco expedientes
diarios, que para ellos no eran más que un número, sin tener en cuenta la
gravedad de cada situación y hay veces que aunque las normas de arriba digan lo
contrario, hay que meter alguno de más, para agilizar algunas cosas demasiado
dormidas.
Manuel.- ya estoy en casa
Samuel.- vamos papá que se te pegan los zapatos a la acera
Lourdes.- ya estamos todos sentados
Manuel.- dejadme al menos lavarme las manos
Verónica.- el día que lleguéis vosotros tarde os vais a
enterar
Manuel.- mira que sois caga prisas, ni que tuvieseis
hambre
Verónica.- ahora con papá delante, me vais a aclarar lo del
pollo ese y la rubia
Samuel.- bueno sí, ahora vamos a comer
Lourdes.- déjalo para otro rato
Manuel.- que “jodíos”, como se hacen los tontos
Verónica.- es que resulta, que aquí la niña tiene un “roneo”
con un pollo al salir de la biblioteca, y este otro anda detrás de una rubia de
bote
Manuel.- a ver, explicaros
Samuel.- a mí, dejarme en paz, que es ella la que anda
detrás de mí y yo no quiero saber nada
Lourdes.- tú eres muy chulo
Samuel.- y tú muy pánfila, que te vas a dar un tortazo con
ese imbécil
Manuel.- quietos, a ver si ahora os vais a poner a
discutir por nada
Verónica.- la que se va a enfadar soy yo, queréis que os
contemos las cosas, pero vosotros no contáis nada, me parece bien, pero en esta
familia todo es importante, y cualquier cosa, mejor enterarnos aquí que por
boca de otros, que luego vienen las confusiones, o no
Manuel.- venga que no pasa nada,
ya lo hablaremos en otro momento más tranquilos; ahora a comer que mamá se tiene que
arreglar para irnos de paseo, que tenemos que hablar de una cosa
Lourdes.- de qué
Verónica.- de cosas nuestras
Samuel.- pero mira que eres metija, a ti que te importa
Lourdes.- no, voy a ser como tú
Samuel.- pues mira, esta tarde no voy a la biblioteca ¿os
importa que vaya con vosotros a dar ese paseo?
Lourdes.- ah, pues yo también
Samuel.- desde luego, si culo veo, culo quiero
Manuel.- no me importa que vengáis, pero creo que mejor,
vais a estudiar y luego en la cena lo comentamos, o no, depende de las ganas
que tenga
Verónica.- ¿ha quedado claro? Vosotros a lo vuestro, que ya no
quiero que me contéis nada
Samuel.- mira que eres rencorosa ¿quieres saber quién es
esa rubia?
Verónica.- que no, que no lo quiero saber
Samuel.- pues cuando lo quieras saber me preguntas, me voy
a la biblioteca
Verónica.- pues eso, a estudiar mucho
Lourdes.- espera Samuel que voy contigo
---Verónica cogió por el brazo a
Lourdes según salía de la cocina---
Verónica.- quién es la rubia
Lourdes.- yo no te voy a decir nada, pregúntale a él
Verónica.- vale, a ti te espero yo traidora
Manuel.- déjalos en paz, no ves que están en la edad de
tontear
Verónica.- tú cámbiate de ropa
Manuel.- sí, ahora mismo, ve cambiándote, que recojo la
mesa y voy
Esa tarde de otoño no estaba demasiado
apacible, por lo que directamente se acercaron hasta su sitio preferido, y allí
sentados tranquilamente disfrutaron de un café calentito pensando en la
propuesta de Andrés.
Verónica.- hombre, pensándolo bien, en atención al cliente
se están menos horas y si al final vas a ganar más
Manuel.- sí bueno, a partir de las dos, la verdad es que
se cierran las puertas y el que está en el mostrador, no tiene nada que
archivar ni revisar para el día siguiente
Verónica.- yo creo que a ti eso se te daría bien, de no ser
así, no te lo habría ofrecido
Manuel.- la verdad es que desde que voy al comedor, el
trato que tengo con la gente ha cambiado mucho, ahora frente a mí, ya no veo
solo un número de expediente, sino a una persona, una familia, una situación, y
hay veces que tienen que dar mil vueltas de despacho en despacho, con lo
sencillo que es mandarlos directamente al sitio adecuado y que vayan con los
documentos bien rellenos y ordenados.
Verónica.- pues yo creo que vas a estar en el sitio adecuado
Manuel.- pero no sé, la burocracia no va a cambiar
Verónica.- pero puedes hacer que para algunos, sea un poco
más llevadera
Manuel.- y si cambiase de puesto ¿te importaría que algún
día a la semana no fuese a comer?
Verónica.- que estás pensando ya
Manuel.- que los días que tú vas al café, puedo salir a
los dos e ir a echar una mano al comedor
Verónica.- ya me parecía a mí, pero, eso si te deja esos
días salir a las dos
Manuel.- yo creo que sí, si se lo pongo como condición
Verónica.- no juegues con fuego, a ver si te vas a quemar
Manuel.- el no ya lo tengo, pero si dice que sí
Verónica.- inténtalo, por mí no tengas problema; yo sabiendo dónde estás y que estás bien
Manuel.- me fastidia el dejar de comer dos días más con
los niños
Verónica.- de todos modos, sabes que llegan y se van a la
carrera
Manuel.- yo después de dar las comidas, te llamo todos los
días antes de que salgas de casa y si es necesario porque pasase algo, (que
espero que no) a las tres y pico, estoy en casa y os pillo comiendo. Y si hace
falta antes también
Verónica.- ya les diré yo a estos que días tienen que llegar
antes para comer tranquilos, que siempre se van con la comida en la garganta.
Se terminaron el café en silencio,
mirándose de vez en cuando, sonriéndose con las pestañas en un parpadeo sumiso,
que acompañado por una mueca de la comisura de labios daba resplandor a la
curvatura de sus pómulos rosados.
Sus manos frías se unían sobre la mesa con un
tacto suave de las yemas de sus dedos contra la piel de las palmas marcadas por
las líneas de la vida.
Manuel.- parece que al final se ha quedado buena tarde y
no parece que vaya a llover.
Verónica.- seguro que hoy, el atardecer va a ser precioso
Manuel.- ¿te apetece que vayamos a sentarnos en nuestro banco?
Verónica.- pues sí, vamos. Vamos al banco a verlo con los
ojos cerrados.