Vivía en una pequeña capital de provincia
conservadora, incluso me atrevería a calificarla de feudal, sin temor a
equivocarme. Con la separación de sus
padres, comenzó una nueva vida. Algo distinto a todo lo que se había podido
imaginar, por las cosas que hasta ese momento le contaban amigas de su entorno
en la misma situación. En contra de lo
habitual, en los casos de “divorcio”, sus padres luchaban por que la custodia
recayese en el otro cónyuge.
Tanto para el padre como para la madre, parecía
ser un estorbo para su nueva perspectiva de futuro. De repente sus abuelos y
tíos, cambiaron de aptitud ante ella, como si todo su cariño hubiese sido
fingido en todo ese tiempo en que sus padres convivían.
Pasó radicalmente de ser la “niña de los
ojos” de una familia acomodada, a la chica problemática de aspecto rebelde. De
llevar siempre dinero de sobra en el bolsillo y jugar unos billares alguna
tarde que otra, a poderse llevar a la boca un simple chicle, cuando alguna
amiga se lo pagaba. El móvil le fue retirado y el ordenador de casa bloqueado
con una nueva contraseña. Cuando volvía de clase, se encontraba con una casa
vacía, una cocina sin apenas comida y en el salón, su piano electrónico, en el
que pasó tantas horas practicando y al que le podía contar en este momento sus
penas. Había quedado en desuso, su madre había hecho desaparecer el cable de
corriente. Otra manera de intentar que no estuviese ni un segundo de más en
casa. A no ser que estuviese recluida en su habitación donde una pequeña
televisión seguía en funcionamiento. Empezó
a pasar las noches en vela mirando el techo. Hasta los sueños se habían puesto
en su contra, cada vez que cerraba los ojos, apararía en su mente un internado
para reeducar adolescentes descarriados, donde irremediablemente veía abocado
su futuro.
A veces sonaba la flauta. Cuando surgía. Alguna
amiga la invitaba a comer en su casa, todo un lujo esporádico. Un acto efímero
que le reconfortaba y animaba a seguir hacia adelante con paso firme, sin
convertirse en esa muchacha imposible de dominar, que sus padres querían
mostrar a los encargados de asuntos sociales.
Su forma de vestir, algo extravagante para
la mentalidad de los vecinos, jugaba en su contra. Había sido su estilo del
último año, por lo que no tenía otra cosa que ponerse y la de sus amigas,
tampoco es que fuese demasiado poco llamativa. La ropa de niña bien, le quedaba
demasiado pequeña. No sabía si su imagen, sería la más apropiada para la
reunión a la que se le había convocado en pocos días en el despacho de la
asistente social, antes de someterse al dictamen psicológico que la institución
de menores había solicitado para su evaluación.
Al acostarse, como cada noche mirando el
techo pensaba: ¿cómo comprar algo de ropa? ¿De dónde sacar dinero? ¿Y por qué
no pedir en la calle? ¿Si tuviese un teclado a pilas? por fin una noche durmió
tranquila, soñando que tocaba en una calle llena de gente y entre sus notas, se
dejaba oír el chocar una moneda que caía sobre las que ya cubrían el centro del
pañuelo que extendido descansaba a su lado sobre el suelo.
A los pocos días, parecía quererse
cumplir parte de su sueño. Un conocido, se prestaba a dejarle un pequeño
teclado de casa con altavoces incorporados (casi de juguete) con opción a
compra, con el único compromiso de cuidarlo.
Por la noche, lo volvió a pensar,
su cordura le hizo renegar de su intención: ¿y si la policía me denuncia? ¿Y si
la denuncia llega a asuntos sociales? ¿Y si me quitan el teclado? A no, eso sí
que no. mis problemas no pueden afectar a aquellos que intentan ayudarme a
solucionarlos. Y se durmió. Y volvió a
tocar en sueños, sin el sonido de las monedas cayendo, pero sintiendo en los
dedos el rozar de sus yemas en las teclas. Sensación maravillosa conjuntada con
la ternura de su interpretación. Aquella melodía que aprendió hace tiempo, se fundía
con el rostro de los transeúntes, volviéndolos luminosos y alegres. Uno tras
otro se iban parando frente a ella. Los móviles dejaban de funcionar y el
tiempo se detenía para ellos unos segundos. Luego proseguían dejando su lugar a
otros. Todos, todos, seguían su camino con un gesto de felicidad y
satisfacción. Impregnados por esas próximas fechas, por ese tan olvidado
durante once meses y medio espíritu navideño.
A unos metros de ella, sentado sobre un
cartón, envuelto en un viejo abrigo de paño, con la mano extendida. Un alegre
mendigo recibía las monedas solidarias de aquellas personas que habían
escuchado su música.
Se puso de pie, desentumeció sus piernas y
se acercó a ella.
.- toma, ponte estos guantes, se te
están quedando las manos heladas
.-es que con guantes de lana se
toca muy mal
.-un momento.
Se acercó a un macuto, sacó unas
tijeras y le recortó la punta de los dedos
.- ¿y ahora?
.- ¿pero porqué los ha roto? ¿Y
para usted?
.-yo me puedo envolver las manos en la
bufanda
Se enfundó los guantes y siguió tocando y repartiendo
alegría hasta que sonó el despertador. El día había llegado.
Con la carta de la cita en el bolsillo
trasero del pantalón, se dirigió al edificio de la junta, a la segunda planta,
donde estaba la consejería de bienestar social.
Nadie de dignó a acompañarla. Para sus padres
y actuales parejas, tíos, abuelos y demás familia, ella era la única
responsable de tan anunciada separación.
Las discusiones y enfrentamientos,
las repetidas infidelidades por parte de ambos, incluso algún maltrato
mutuo, conocido por todos y ocultado por el que dirán, podían tener
justificación. Lo que no tenía perdón, era que el vástago menor de tan
relevante estirpe, llevase el pelo teñido de rojo, un piercing en la nariz, un
tatuaje en el hombro y vistiese siempre de negro, botas de militar, pantalones
ajustados y camisetas con símbolos demoniacos. Aspecto que nunca pareció
importarle a nadie, excepto a su abuelo paterno, Como siempre decía: parecía
una machorra vulgar y andrajosa, la vergüenza de su distinguido apellido.
Después de un rato esperando sentada en
un pasillo:
.- ¿Angélica?
.- sí, soy yo
.-hola, siéntate. Me llamo Laura, soy la asistente social. Nuestra misión, entre otras cosas, es la
de proteger a los menores jurídicamente para que se desarrollen física y
emocionalmente en un entorno propicio, teniendo en cuenta su edad, antecedentes
familiares e historial educativo. Ahora
vamos a rellenar un formulario básico, para centrar la línea a seguir en la
revisión con los psicólogos y así poder ayudarte mejor en los aspectos más
sensibles y necesarios. En esta carpeta
tengo todos los informes presentados por parte de tus padres y del personal
docente del instituto, pero para evitar errores y conocer tu versión, prefiero
que empecemos de cero.
.-como usted diga
.- ¿qué edad tienes?
.-quince, bueno cumplo dieciséis
el mes que viene
.- ¿con quién vives?
.-desde que se separaron mis
padres, vivía en la calle doctor Varela con mi madre, pero desde que su novio
se fue a vivir con ella, decidieron que estuviese a meses alternantes, uno con
ella y otro en casa de mi padre con su novia.
.- ¿los estudios?
.-estoy repitiendo 3º de la
E.S.O.
.- ¿y este año?
.-pisí pasá, yo creo que una me
va a quedar este trimestre
.- ¿cuál?
.-matemáticas. Es que no término
de entenderlas y le digo al profesor que me lo explique y pasa de mí.
.- ¿tus amigas aprueban?
.- si, más o menos, andamos todas
con una o dos en dudas
.- ¿Como calificarías tu comportamiento en
el instituto?
.-bueno
.-pero tus profesores dicen que has bajado
demasiado el rendimiento y que no atiendes en clase
.-lo que pasa es que me cuesta
concentrarme, tengo la cabeza llena de historias
.- ¿y en la calle?
.-sin problemas, ni nos metemos
con nadie, ni nadie se mete con nosotras
.- pero tienes una denuncia por agresión a
otra menor
.-porque insultó a mi madre y
cuando vino además a pegarme, me defendí, pero sus amigas lo negaron todo y
dijeron que yo le había pegado sin ningún motivo
.- ¿es verdad que os llaman la pandilla
heavy?
.- si, pero eso no es nada malo,
es un tipo de música
.- ¿y no os gusta otra música?
.-si, yo he estudiado hasta el
año pasado piano clásico y me encanta
.- ¿dirías que vives en una familia
desestructurada?
.-puffff no sé, puede ser, tal vez, no sé
.- ¿qué tal te parecería vivir un tiempo
con una familia de acogida, hasta que tu situación familiar se regularize?
.-mal, muy mal, yo quiero vivir
con mis padres, me da igual si me quieren o no, son mis padres y algún día todo
volverá a ser normal.
.-serian solo unos meses, cambiarias el
modo de vestir, de amigas, te centrarías en los estudios y así les demostrarías
que los quieres y que no eres conflictiva
.-que no, que no. no me da la
gana
.-en realidad sería la mejor solución a
tus problemas, solo hasta que se decida a quien de los dos se otorga tu
custodia
.-vallase usted a la mierda
¿Custodia? Si no la quiere ninguno
Se levantó de la silla y salió del
despacho dejando tras de sí un sonoro portazo. Andando rápido, llorando, bajo
una tibia lluvia, llegó a su casa empapada de impotencia y rabia. Entró en el servicio, llenó la bañera, se
metió en ella. Se fue relajando mientras sus muñecas dejaban salir la sangre de
sus venas tiñendo el agua de color rojizo y su consciencia se volatilizaba, mientras
se nublaba la visión de unos azulejos empañados por el vaho.
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