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martes, 21 de enero de 2014

Angélica-5.-El miedo a los medios

      Pasados unos meses, todo permanecía igual.     Algunas hermanas empezaban a agradecer su acompañamiento musical en la misa del domingo a la mañana, aunque jamás lo demostraran. Todas las culpas y castigos seguían recayendo sobre ella. Sor Beatriz la seguía preparando con dureza y amabilidad al tiempo, junio se acercaba y no le bastaba con que aprobase, tenía que ser en todas las materias la que sacase la nota más alta. Un nueve no era suficiente y juntas lo podían lograr.
     Un día llegó una carta no oficial, dirigida a la superiora, a nivel personal.  Al abrirla y después de leerla la madre montó en cólera y se desahogó, propinándole una brutal paliza con el cíngulo de cuero que siempre llevaba atado a la cintura de su habito, poniendo como excusa la rotura de uno de los ángeles de piedra que custodiaban la entrada.
    Ángel que ella misma había precipitado contra el suelo de un soberbio  empujón lleno de rabia.
     En la carta se le comunicaba por parte  del gerente de asuntos sociales (amigo personal y cómplice activo de los desmanes económicos que allí se cometían), que alguna de las enfermeras del hospital, junto a una asociación de derechos del menor. Habían puesto el caso en manos de un abogado, con la pretensión de pedir la revisión de la sentencia.
    Una mujer, ingresada en la misma planta durante aquellas navidades, se había ofrecido voluntariamente junto a su marido a acogerla en su domicilio hasta su mayoría de edad.
     El que ella fuera psicóloga. Su marido profesor. No tener hijos y su previlejada situación económica. La hacían una familia idónea para que un juez les concediese la tutela y educación de la menor.
      Lo que debería ser una grata noticia se convertiría en una merma de ingresos para la comunidad. Por lo que su mente  avariciosa y pervertida, se puso de inmediato a maquinar como solucionar dicha situación. Aunque….
        Tal vez la desaparición de aquella jovenzuela del centro, haría que las aguas siguiesen su cauce habitual, antes de que aquello desembocase en una intromisión de los medios de comunicación, y que estos pusiesen el buen nombre de la institución en boca de todos, lo que podía llevar a que se efectuasen investigaciones internas que no favorecerían su gestión.
      La salida de aquella machucha, aunque los trámites se demoraran en el tiempo, se veía como irremediable e incluso inminente.   Aún podía tener tiempo suficiente para embaucar a aquella mocosa y que a su salida, se observase la gran labor humanitaria que gracias a la tolerancia y dedicación que  ejercían sobre el comportamiento  de aquellas niñas adolescentes que se les habían confiado para incidir en su educación, con la finalidad de su posterior y satisfactoria reinserción en la sociedad.
      Llegó la mañana siguiente, la mandó presentarse en su despacho.  Algo que jamás había ocurrido en todos los años que  podían recordar por las hermanas que más tiempo llevaban allí.
      Después de tan soberana y reciente paliza todas se esperaban lo peor.
      Temblaron las hermanas. Temblaron las internas. Hasta los gruesos muros de piedra que rodeaban el contorno del reformatorio, se estremecieron por el acontecimiento.
         Llamó a la puerta.
         .-pasa Angélica
         Con una sensación de terror, que se extrapolaba de su pequeño cuerpo aún dolorido,  entró sumisa en el despacho despacito, casi arrastrando los pies como forma de retrasar unos segundos lo que se le venía encima.
       .-siéntate pequeña
       Su “inmaduro cerebro”, quedó aún más bloqueado. Ese tratamiento afable con un tono de dulzura, era una cosa desconcertante. Su mente, ya se esperaba la primera bofetada en cualquier momento.
      .-quería pedirte perdón. Durante todo este tiempo he cometido muchos errores culpándote de cosas, que por fin anoche por casualidad pude descubrir que tu no habías hecho.
      Prosiguió hablando ante la mirada estupefacta de la adolescente.
       .- sé que no puedo pedirte que halles justificación a mi comportamiento, pero lo normal es que aquí lleguen  expedientes de grado cinco, incluso seis (mentira) pero al recibir un grado ocho, nuestro reto de recuperación, hacía más estrictas nuestras normas con tigo.
       Sacó un flagelador de esparto trenzado, con las puntas deshilachadas del cajón y lo puso sobre la mesa. Angélica volvió a temblar. Pero no. Se levantó la madre y se puso mirando a la pared con los brazos en cruz.
      .-Rásgame la costura trasera del hábito y azótame hasta que creas cumplida mi penitencia, es la única manera que encuentro para enmendar todos mis graves errores
.-no madre. Yo no soy quien para juzgarla, conociendo su carácter, el gesto al pedirme perdón, seguro que ya le ha costado bastante y creo que le habrá supuesto demasiada penitencia para su orgullo
         Se volvió a sentar y guardó de nuevo los cordeles en el cajón. (Su siniestra intuición de vieja zorra, no se había equivocado)
        .-las dos internas (sus siempre protegidas) que han estado realizando estas fechorías y provocando esta injusticia, tendrán un castigo ejemplar. Para que nunca vuelva a ocurrir
 .-madre, perdone mi opinión: ¿porqué no habla con ellas, como lo está haciendo con migo y las advierte de las consecuencias si se vuelve a repetir, antes de someterlas a un castigo?
        .- sin castigo, no aprenderán
.-pero un castigo leve. ¿Qué le parece si se quedan ellas a fregar por la noche y así duermo yo un poquito más? (con una sonrisa desdibujada de sus labios desde hacía ya tanto tiempo)
      .-te haré caso. Pero la próxima vez no habrá ningún tipo de indulgencia
       La madre se volvió a levantar. Ella también se levantó, pensando que la reunión había terminado.
      .-espera, me queda compensar tu benevolencia
         Abrió la puerta. Todas las hermanas estaban en el comedor rezando o no, esperando el desenlace. Su puerta estaba situada justo enfrente del despacho.
       .-Sor Beatriz, ¿puede venir un momento? No tarde, se que está ahí
      Ahora, si que la situación podía llegar a un estado excepcional.  Las hermanas pasaron de rezar de pie a ponerse de rodillas para hacer como que imploraban a dios con todas sus fuerzas.  Ninguna levantaba la cabeza por si su rostro exteriorizaba su hipócrita sentir interno.
      .-pase, siéntese junto a Angélica
           .-madre. Como usted mismo me advirtió, yo soy la única responsable de cualquier cosa que haya sucedido. Solo yo me merezco asumir la responsabilidad
     .-pues sí, como bien dice, sobre usted recaerá una nueva, pero espero agradable responsabilidad.  Sor Consuelo se encargará desde este momento de la educación de las internas
          .-mi voto de obediencia siempre a su disposición
     .- el tiempo que dedicaba a dar clases en el aula, lo pasará en la biblioteca, dedicando esas horas únicamente a preparar a Angélica para los exámenes de junio
          Se arrodilló junto a ella besándole las manos
      .- ¿Qué se pensaban, que no sé lo que se cuece en esta comunidad?
        Angélica se levantó de la silla dispuesta a darle las gracias. La madre, cambio el tono de voz y con su soberbia característica.
      .-vamos, fuera de mi vista, antes de que me arrepienta
       Ya sola en su despacho, sacó un folio con membrete oficial y redactó un informe favorable  que mandaría al juzgado de menores para su posible consideración,  en el que ensalzaba su buen comportamiento, la inestimable ayuda como organista en el coro, lo aplicada que era en sus estudios y la inmensa satisfacción que en su persona producía el ver como había crecido emocionalmente para reinsertarse con todas las garantías en la sociedad.
       Si en los exámenes libres, alcanzaba unas notas de sobresaliente, sería un beneficio inesperado en su puesto de madre superiora. La pequeña, indeseable y repulsiva criatura, terminaría siendo su mayor triunfo.
     La falta de castigos, se convirtió en una tortura continua. Por las noches, las compañeras las despertaban a cada momento y por el día en sus tareas, todo eran zancadillas, ensuciar lo que ya había limpiado, intentando poner todas las trabas posibles a su tranquilidad y concentración.
    A Sor Beatriz, las hermanas la miraban por encima del hombro y la madre superiora se hacía la ciega, hasta ver resultados, prefería no posicionarse en ningún bando.
     En las horas de estudio, se preocupaban de avanzar y eludían comentarios sobre los incidentes diarios, los cuales en parte reforzaban su cabezonería,  dándoles la fuerza que les faltaba a veces para llevar tan pesada cruz.

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