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martes, 9 de diciembre de 2014

00.- El diario nunca escrito

 
Qué tiempo tan feliz

         Hace tiempo que empecé a ser consciente de mi futura existencia.
   Comencé a sentir una serie de vibraciones agradables como un cosquilleo a ritmo de unos sonidos graves, que parecían dar palmaditas en el ombligo de mi mami. Una sensación que me relajaba y me hacia dormir.

    Según iba creciendo, fueron apareciendo esas nuevas  sensaciones.    Podía sentir la felicidad trasmitida por mi papi al besarme y hablarme;   mientras estaba ingrávida en un liquido viscoso y suave. Unida simplemente por el cordón umbilical al ser que me daba parte de todo ella,  a cambio de un exiguo movimiento de vez en cuando. El que hiciera saber que sería parte de su futuro.

        Los días y semanas iban pasando; mis movimientos cada vez eran más intensos;  yo iba creciendo y el lugar donde estaba se empezaba a quedar pequeño.  Cuando me estiraba, contactaba con aquellas paredes blanditas de aquel lugar.  Cada vez que esto ocurría, podía notar la sensación de dolor de mi madre, seguida de un gran sentimiento de agrado por aquella patada.     A veces mi papi, me buscaba con la palma de su mano, para con un suave masaje, acariciar la parte de mi cuerpecito, el que estaba apoyado y provocaba un ligero bultito en la piel tensa que esa tripa que parecía no poder dar más de sí.

        Y trascurrieron los meses. Se acercaba el momento de afrontar mi salida al exterior;  dejar aquel estupendo mundo idílico y experimentar la sensación de sentir el aire entrando en mi cuerpo e hinchando mis pulmones por primera vez.

      El orificio de salida, todavía era demasiado pequeño, tenía que esperar paciente que terminase la dilatación, para poder sacar mi cabecita ya encajada.     Tras la cual con la ayuda de la viscosidad de aquel fluido gelatinoso, emergería todo el resto de mi cuerpo a un mundo lleno de distintas e ilusionantes experiencias.

      Mi mami y yo estamos muy tranquilas, sabemos que es cuestión de dejar a la naturaleza que siga su curso.

        Parece que alguien tiene demasiada prisa por irse a descansar después de no haber hecho nada.

       El efecto de  dolor placentero que me estaba siendo trasmitido por mi madre, se convirtió de repente en un desolador estremecimiento.      Pude percibir como algo duro y frio, intentaba sujetar mi cogote, por lo que algo instintivo me hizo tirar con fuerza hacia atrás, pero ese utensilio no cesaba en su intento una y otra vez.

         Cuando consiguieron sacarme, mi frágil vida recién adquirida me sorprendía con un frio espeluznante, esta parecía pretender abandonarme antes de ser iniciada. 

        Una densa niebla invadió mi ser, mientras mi padre me llevaba en sus brazos, envuelta en una toalla al lado de mi abuelo, dejándose sentir una desolación que se iba alejando poco a poco hasta quedar en nada.

    Un desfallecimiento absoluto de mi consciencia.

 

Alma que vagando esperas

un cuerpo en el que habitar,

no te diluyas en agua

como la sal en la mar.

¿Dónde vas a estar mejor

que junto a este corazón?,

tan grande como la luna

tan brillante como el sol,

¿dónde hallaras otra niña

tan preciosa como yo?,

¿dónde buscarás un ser

que desprenda tanto amor?.

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