Qué tiempo tan feliz
Hace
tiempo que empecé a ser consciente de mi futura existencia.
Comencé a sentir una serie de vibraciones
agradables como un cosquilleo a ritmo de unos sonidos graves, que parecían dar
palmaditas en el ombligo de mi mami. Una sensación que me relajaba y me hacia
dormir.
Según iba creciendo, fueron apareciendo
esas nuevas sensaciones. Podía
sentir la felicidad trasmitida por mi papi al besarme y hablarme; mientras
estaba ingrávida en un liquido viscoso y suave. Unida simplemente por el cordón
umbilical al ser que me daba parte de todo ella, a cambio de un exiguo movimiento de vez en
cuando. El que hiciera saber que sería parte de su futuro.
Los días y semanas iban pasando; mis
movimientos cada vez eran más intensos;
yo iba creciendo y el lugar donde estaba se empezaba a quedar
pequeño. Cuando me estiraba, contactaba
con aquellas paredes blanditas de aquel lugar.
Cada vez que esto ocurría, podía notar la sensación de dolor de mi
madre, seguida de un gran sentimiento de agrado por aquella patada. A veces mi papi, me buscaba con la palma
de su mano, para con un suave masaje, acariciar la parte de mi cuerpecito, el
que estaba apoyado y provocaba un ligero bultito en la piel tensa que esa tripa
que parecía no poder dar más de sí.
Y trascurrieron los
meses. Se acercaba el momento de afrontar mi salida al exterior; dejar aquel estupendo mundo idílico y
experimentar la sensación de sentir el aire entrando en mi cuerpo e hinchando
mis pulmones por primera vez.
El orificio de salida,
todavía era demasiado pequeño, tenía que esperar paciente que terminase la dilatación,
para poder sacar mi cabecita ya encajada. Tras la
cual con la ayuda de la viscosidad de aquel fluido gelatinoso, emergería todo
el resto de mi cuerpo a un mundo lleno de distintas e ilusionantes
experiencias.
Mi mami y yo estamos muy
tranquilas, sabemos que es cuestión de dejar a la naturaleza que siga su curso.
Parece que alguien tiene
demasiada prisa por irse a descansar después de no haber hecho nada.
El
efecto de dolor placentero que me estaba
siendo trasmitido por mi madre, se convirtió de repente en un desolador
estremecimiento. Pude
percibir como algo duro y frio, intentaba sujetar mi cogote, por lo que algo
instintivo me hizo tirar con fuerza hacia atrás, pero ese utensilio no cesaba
en su intento una y otra vez.
Cuando consiguieron sacarme, mi frágil vida
recién adquirida me sorprendía con un frio espeluznante, esta parecía pretender
abandonarme antes de ser iniciada.
Una
densa niebla invadió mi ser, mientras mi padre me llevaba en sus brazos,
envuelta en una toalla al lado de mi abuelo, dejándose sentir una desolación
que se iba alejando poco a poco hasta quedar en nada.
Un desfallecimiento absoluto de mi
consciencia.
Alma que vagando esperas
un cuerpo en el que habitar,
no te diluyas en agua
como la sal en la mar.
¿Dónde vas a estar mejor
que junto a este corazón?,
tan grande como la luna
tan brillante como el sol,
¿dónde hallaras otra niña
tan preciosa como yo?,
¿dónde buscarás un ser
que desprenda tanto amor?.
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