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domingo, 14 de diciembre de 2014

12.-El diario nunca escrito



Que orgullosa

       Mi pequeñaja, cree muy rápidamente, ya empieza a gatear.     Se mezcla entre los muñecos en la alfombra y parece uno de ellos.
      Al final mi padre tenía razón, es un bicho y tiene una cara de pilla muy graciosa.
      Poco a poco se empieza a poner de pie agarrándose a mi silla. Cuando la ponen encima, le gusta acariciarme la cara, pero le da miedo, porque  vuelvo la cabeza con la boca abierta y piensa que le voy a morder.     Tan solo quiero besarla, pero no sé cómo se hace.
       Le han comprado un aparato con ruedas, pero no es como mi silla.   Con él, corre desde el comedor por todo el pasillo hasta la cocina,  hasta que al final se da contra la pared y entonces con el golpe se parte a reír.     A mí, me gusta verla contenta y sobre todo esa carita de mala que pone cuando se choca.
        Hay veces que me da un poco de envidia ver cómo, tan pequeña, hace esas cosas que yo no puedo pero se me pasa enseguida, al ver cómo nos reímos de que sea tan enana y pueda llegar a ser tan salvaje.
       Me han cambiado de colegio, ya soy mayor, tengo cinco años.
     Allí me hacen la rehabilitación y todo.   Hay muchos niños y niñas como yo, cuidadores y maestros.    En mi clase estamos cinco y el profesor nos pone música y en corro nos va diciendo que hagamos cosas y que luego señalemos a ver quien lo consigue.  Luego nos tumban en colchones, para que no estemos todo el rato con la misma posición.       Se portan, pero que muy bien y yo voy muy contenta.
           Todas las cuidadoras y cuidadores nos cambian y nos dan de comer, tienen mucha paciencia y hasta que no acabamos todo no dejan de insistir.   Aunque no nos guste da igual.    Hay una morenita y bajita que siempre con la sonrisa puesta, me dice:
   .- Raquel, venga, que hay que comer de todo.
        Y yo me rio, pero cuando llega el postre, a eso no le digo que no y ella me amenaza con no dármelo, pero ja, siempre me lo da.
        Mi hermana, ya ha tenido hoy el primer aviso de su primera lección.     Cuando ha llegado a chocarse contra la pared de la cocina, ha rozado los pelos de la cabecita con la encimera.   A partir de ahora ya puede empezar a tener cuidado o se va a hacer más de un chichón.

Correteas por los pasillos
enloqueces nuestro hogar
nos arrancas risotadas
con ocurrencias sin par.
Eres mala, eres graciosa,
eres un bicho sin más,
y toda delicadeza
cuando la mano me das.
Yo, que me creía que eras,
mi juguete y nada más,
y ahora el juguete soy yo,
me cuidas y me acaricias
para mí, todos tus besos
para las dos, muestro amor
y para ti, mi sonrisa
lo único que sé dar yo.
 



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