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miércoles, 17 de diciembre de 2014

20.-El diario nunca escrito



Reflexión

       Hola, ahora ya me conocéis un poquito más.
        He intentado que entendáis un poco a las personas especiales, al igual que a sus familias.    Sus inquietudes, problemas, los conflictos con los que se encuentran y lo doloroso que llega a ser para ellos, comprender nuestro carácter posesivo y a veces tener que olvidarse de toda insistencia por parte nuestra y poder desconectar unos momentos al día para seguir adelante.
     Hay cosas que no puedo callar, porque me molestan. Porque me parecen definiciones injustas y nos excluyen de vuestra sociedad con apelativos despectivos.
      como dice mi padre, las cosas claras y a la cara, con nombre y apellidos por si alquilen quiere replicar mi opinión.
           Soy Raquel Torrijos Sánchez parálisis cerebral. grado 99%. 
                  pienso y siento. por si alguien lo duda.

       Por suerte se ha dejado de oír la palabra subnormal como forma de describirnos, pero hay palabras que aún con una “definición correcta” se usan a veces como una infravaloración de nuestra mente.   
    ¿Por qué minusválidos? A ver, tú, tú y también tú.
             Empezaremos por ti: nunca valiste para estudiar y eres un zoquete.   Y tú, que después de un montón de veces tuviste que abandonar eso tan ridículo como es el sacarse el carnet de conducir.    ¿Y tú? Que eres un flojo sin  fuerza suficiente para trabajar en una obra, porque no vales ni para cargar sacos. Y de ti, prefiero no hablar,  solo has valido para vivir de tus padres toda tu vida, por no tener las suficientes agallas para encararla solito.
    Pues hay muchos minusválidos que tienen su carrera, conducen, trabajan y son independientes.
     ¿Por qué discapacitados? Tanto como has estudiado, ¿eres capaz de leer en mi mirada? ¿Utilizar tu lenguaje, para conciliar, en vez de para discutir? ¿Serias capaz de hacer lo que yo? Dar todo por nada, regalar mi sonrisa, cuando es lo único que tengo.  Más simple, tú que eres tan capaz ¿Cuántas veces, tus labios han pronunciado la palabra perdón? Demasiado capaz para rebajarte.
        Los discapacitados intentamos dialogar, sabemos el valor enorme de esas cosas que parecen insignificantes, utilizamos unos lenguajes que vosotros no entendéis e intentamos asumir nuestros errores y defectos que son muchos.
   Ja, ja, ja, validos, capaces y una mierda.
Sí, somos distintos, ¿Por qué no?
   Somos especiales, ni mejores, ni peores.
   Tenemos una meta que no entendéis.
   Un sexto sentido que jamás llegareis a tener.
   Unas cualidades que son desconocidas para vosotros.
O tal vez, ¿debería haber dicho extraordinarios?
   Como todos esos a los que llamáis raros. 
   Esos a los que miráis desde lejos, porque os da miedo acercaros y sentiros pequeños.   
   Esos a los que tacháis de locos en toda su vida y luego encumbráis a los “altares” tras pasar cien muertos.
   Esos que su cualidad de genios, lleva implícita vuestra incomprensión.
         Minusválidos y discapacitados sois todos, pero aún peor, también sois hipócritas y nos miráis con pena por no miraros a vosotros mismos.
    Gente especial hay mucha.  ¿Extraordinarios?...   Solo unos cuantos.  ¿Y mis padres?...    Son, eso, del montón,  igual que vosotros.   Pero ellos al menos, como muchos otros  padres, son únicos……..    Sí. Únicos porque les ha tocado aprender a base de palos…  ¿a qué? pues a…..   
  Saber leer lo que no está escrito.
  Escuchar lo que no se oye.
  Dar lo poco que tienen.
  Creer en la nada, para seguir entregando todo.
  Jugar por necesidad y perder por obligación.
    Esos; que con cada lágrima, pierden una gota de vida,  con la sola esperanza de humedecer la semilla para que eche sus primeras hojas.
   Planta que tal vez;  languidezca sin llegar a florecer.
    
      
Cuando veáis mi hora cerca
que nada, os cause pena,
dejadme partir en paz
y romped vuestras cadenas.
Pensad que lo que el señor os dio
también el señor os quita,
que ya bastante habéis hecho
con endulzarme la vida.
Cuando veáis mi desnudez
fría y de color de cera,
sabed que empiezo el camino
y  alguien nuevo me espera.
Que en mi próxima morada
podré saltar y correr,
entenderán mi lenguaje,
y tal vez estudiaré
para cuidar especiales
que no tengan quien les cuide,
y en sus ojos leeré
esos cuentos tan preciosos
que a muchos harán felices,
en los que al final los buenos
siempre comieron las perdices.
Y colorín colorado,
el diario se ha acabado.




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