Catorce abriles
Ya he cumplido los catorce. De nuevo me
empiezo a encontrar pachucha y mis padres por más que intentan miran no ven
nada raro. No es dolor, es una
molestia porque se me viene todo el rato la comida a la boca.
Por la noche me despierto muchas veces
por que al estar tumbada es aún peor.
Hoy he vomitado mucho, como grumos de color
café con leche y mis padres me han llevado a urgencias.
Allí les han dicho que tengo hernia de
hiato, lo que me ha provocado una gran anemia por la pérdida de sangre del
esófago, que está muy irritado.
Me han ingresado. El doctor con palabras
sencillas y con mucho tacto, como quitándole importancia les ha dicho que si no
se corrige, antes de operar, él prefería ponerme la alimentación por sonda
directa (yo no sé qué es eso).
Esta vez, todo ha salido bien, ahora duermo
con otro invento. Han metido debajo de
un colchón de lana que tenía una tía de mi madre guardado; un
par de cojines doblados, para que la cabeza siempre esté más alta que el cuerpo. Todas
las mañanas y al medio día me dan una
pastilla para el estomago y un jarabe antes de cada comida para evitar los
vómitos.
Me encuentro mucho mejor y estoy más
contenta.
Mi hermana no para, anda todo el día por
ahí con las amigas, pero a mí no me lleva nunca.
Estoy deseando que llegue la noche, para
estar todos juntos a la hora de cena. Ella
es una cascarra, lo cuenta todo. Nos reímos de sus ocurrencias, tiene diez
años, es muy salada. Me pongo muy contenta cuando, aunque este
preguntándole algo a mi madre, me mira a
mí, así como si yo también le fuera a responder. Yo sé que me quiere mucho y que es muy
responsable pero no puedo esperar que pierda su niñez por mi culpa.
Yo sigo yendo al mismo colegio. Tengo un
maestro nuevo que es una delicia, total vocación. Nos pone en el ordenador música y hace como
que está cantando él, luego a media mañana después de cansarnos a reír con las
cosas que nos hace, nos echa en unas colchonetas y pone melodías muy suaves y
bonitas (como las que toca mi padre al piano cuando estamos él y yo a solas).
La cuidadora que me cae mejor de siempre,
(morena y bajita) este año, me da todos los días la comida y nos lo pasamos muy
bien. Me deja para la ultima, para que me de envidia de los demás y así coma. Además como con migo termina, tiene menos
prisa. Claro son muchos niños para comer y pocos cuidadores. Muchos como yo, no
sabemos comer solos.
Por la tarde nos llevan a una aula a
talleres y a mí me gusta cuando es el día del barro, lo ponen muy cerca de para que intente cogerlo y cuando lo logro… está súper blandito, según lo apretó se me
sale entre los dedos y me hace cosquillas.
Que envidia me da pensar,
lo que podría haber hecho
y nunca llegare ha hacer,
lo mismo que hace mi hermana,
ir gritando por las calles
a más correr no poder.
De
preparar fechorías
y hacerme daño al caer
de un arbolito con frutos
los que intentaría coger.
De recibir regañinas
pues me he portado fatal,
de un castigo merecido
por haber hecho algo mal.
Por perder las zapatillas,
por haber roto un cristal,
porque digo palabrotas,
por pegarle a algún chaval,
porque hoy he llegado tarde
o por todo, qué más da.
Habrá que esperar un poco,
a la hora de dormir,
nada ha de anclarme a una silla
que me lo impida vivir,
seré totalmente libre
para poder ser de noche
lo que por día no fui.
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