CAPÍTULO.- 03
El hermano Pedro siempre tuvo buena mano
para la cocina; es enviado a León, al comedor que allí reparte
alimentos a los pobres de la localidad.
Tiene un genio muy fuerte, por lo que
siempre está metido en las cocinas sin tener apenas comunicación con los que
allí van a recibir alimentos. De eso ya se encarga el resto, gente amable
que no deja pase por alto su labor y nombrándolo cada vez que alguien alaba el
cambio que ha surgido en esa cocina.
.- con lo poquito que tienen y que rico
está todo
.- eso es gracias al hermano
Pedro que con cuatro cosas prepara el mejor manjar
.- y que lo diga, esta todo buenísimo
.- si no fuera tan arisco
.- cada uno pone el amor en un sitio, unos
nos dan la amabilidad al servirnos y él es amable con los pucheros
.- aunque os parezca raro, a
las cacerolas, hasta les canta mientras las friega.
Los meses pasaban: El hermano Pedro fue entablando amistad con
una treintañera que a diario entraba por la puerta de atrás para dejar las
sobras de huesos y carne con la que dar sustancia a aquellos ricos guisos.
Al poco tiempo “sorprendentemente” dejó
de vestir hábito y empezó a relacionarse más con la gente.
Muchas tardes se acercaba hasta una
carnicería que había cerca de allí regentada por un matrimonio a punto de
jubilarse, que casualmente eran los padres de aquella, con la que algunos domingos
se le veía a la entrada del cine y a veces a cenar de tapas en algún bar de la
zona.
Eran la comidilla de todos, aunque estos se
esforzaran en aclarar que era una simple amistad y que el dejar el hábito en el
armario, no significaba renunciar a sus votos.
Los padres por su parte veían con
buenos ojos aquella posible relación; Pedro se había convertido en una
persona muy amable con todos; de siempre
había demostrado ser un gran trabajador y no le importaba gastar su tiempo y
esfuerzo en ayudar a cualquiera que requiriese sus servicios. Como aportación comunal entre los comerciantes
del barrio montaron cocinas nuevas en aquel local tirando unos tabiques para
darle amplitud.
Esto hizo que allí se formasen grupos
a los que Pedro enseñaba a cocinar y al mismo tiempo eran más manos para
desempeñar la tarea.
No siempre las aguas estaban calmadas. La
exigencia era la perfección en todo lo que se hacía y la dedicación en cuerpo y alma durante las
horas convenidas.
El ayudante de cocina, había
pasado de ser el pinche de fogones, a actuar como moderador en las discusiones.
Siempre pendiente de cualquier gesto de
desagrado, para acercarse y entablar algún tipo de conversación chistosa que le
sacase una sonrisa y calmase los humos, antes de que la presión se le saliese
por las orejas.
.- que Pedro, hoy que toca ¿cine o cena?
.- ya empezamos
.- venga tontorrón no te enfades
.- llevo un rato, que como
me haga ir para allá
.- pero que no está haciendo nada mal, no
ves que se está esforzando
.- vete tú a ver, porque
como vaya yo
.- tranquilo ya voy a echarle una mano
.- cuidado con las manos
donde van
.- si fuera un joven apuesto como tú…
pero esa a mí no me hace tilín
.- anda, anda, zalamero; te
tengo dicho que dejes la pluma fuera
.- bueno guapetón, ya me voy.
Eloy discriminado por su sexualidad,
pasaba todo el día entre los fogones. Allí se sentía valorado y Pedro poco a
poco lo fue tratando como a un igual, aguantando sus bromas y agradeciendo su compañía
en esos días tan grises que todos tenemos.
Se aproximaba un mes de ingenio para dar
sabor a los caldos; la carnicería se disponía a hacer reforma.
Querían poner todo el sistema nuevo de
refrigeración antes de jubilarse y que así su hija “y quizás ese monje” tuviesen
todo a la última cuando se hiciesen cargo del negocio.
Pedro y Eloy cogieron juntos el camino
del mercado. Su intención era hablar con todos los dueños de puestos para
solicitares aportaciones en efectivo o en especies (aunque fuese el sobrante)
para abastecer la demanda de alimentos que crecía día a día.
-A mitad del camino Eloy paró en seco su
caminar-.
.- hay algo que estamos haciendo mal
.- qué estas pensando, mira
que tú eres muy peligroso.
.- vamos a tu casa
.- ¿ahora a mi casa? Mira
que andamos muy justos de tiempo
.- pues lo dejamos para mañana, un día no
va a ningún sitio y el éxito o fracaso puede depender de lo que estoy pensando
.-
vamos, suelta lo que está maquinando en esa cabeza de chorlito
-Ya que tenían tiempo, entraron a un
bar a tomar un café con leche mientras lo hablaban-.
.- tú mañana vas a venir vestido con el
hábito
.- bueno sí
.- que sí, tú calla. Y yo me voy a dejar la pluma en casa y me voy
a poner un traje de los tuyos que tienen mejor aspecto que mis ropas
.- mira eso ya me parece
mejor
.-cuando lleguemos al mercado sabes que
las señoras normalmente son más de iglesia.
.- y eso que tiene que ver
.- en el puesto donde haya señora hablas
tú y claro donde haya un señor hablo yo.
Así acaparamos más
sensibilidades
.- menudo sensiblero estás
tú echo
.- a
ver, mira lo que nos interesa es que den lo máximo posible, si para eso hay que
ponerse traje y hábito, pues se pone
.- pero tú crees que serás
capaz de dar buena percha a un traje mío
.- por favor, yo tengo un tipo elegante, ¡Ay! cuantos quisieran. La
pena es que tú no me miras con buenos ojos
.- no hemos quedado en que
vas a dejar la pluma en casa
.- mira que eres tontorrón, si por mi
fuese
-en ese momento se dieron cuenta que medio
bar los estaba mirando-
.- por favor me cobra. Anda vámonos que nos van a sacar cantares
en todo León
.- a mi me da igual
.- tira, tira, que me sacas
de quicio
Volvieron a sus cocinas sin hablarse en todo
el camino.
Eloy
esbozando una sonrisa burlona y Pedro con cara de pocos amigos, intentando
aguantar el gesto y cada poco moviendo la cabeza al tiempo que resoplaba.
Al día siguiente así lo hicieron, tal y como
había sugerido Eloy.
.- qué, a que me sienta bien el traje
.- bueno pues la verdad es
que sí
.- tú con el hábito, la verdad es que sí,
te hace muy atractivo
.- mira, no empecemos que
salimos a mal
.- que era una broma y además mira no le
pienso decir nada de esto a la carnicera
.- te estás metiendo en un
chaco demasiado profundo y al final te vas a ahogar.
.- venga tontorrón, nos ponemos serios que
estamos llegando
Uno por uno, fueron pasando puesto
por puesto. En unos más en otros menos, pero en todos iba cayendo algo, bien
fuera el compromiso de un dinerico al mes o el llevar lo que se fuera pudiendo
hasta el almacén de aquella pobre cocina.
La artimaña al final había surtido
efecto y mientras Eloy convencía a los maridos para que acercasen el género
hasta allí cuando terminase el día, Pedro camelaba a las señoras, para un
donativo en nombre del señor.
Pasados los meses, siempre tenían recursos
para dar de comer a sus mendigos. La carnicería cercana estaba en
funcionamiento de nuevo y seguía siendo un gran aporte a los caldos. La
iniciativa del mercado fue calando en casi todos los establecimientos de
alimentación de la ciudad.
Esa noche se respiraba algo extraño en el
ambiente.
Durante la tarde Pedro había estado bromeando
con Eloy a la vista de todos, incluso a veces en voz alta, lo que hacía que se
escapase al aire alguna carcajada entre los que allí estaban. A las diez en punto, cuando estaban ya recogiendo
se hacía el silencio.
La treintañera entraba a la cocina deshecha
en lágrimas; no sabían cómo había
podido pasar pero al ver que su padre no llegaba a cenar, ella bajó hasta el
bar donde normalmente tomaba unos vinos antes de ir a casa (allí esa tarde no
había estado) luego iba hasta la carnicería por si se había entretenido
haciendo algo, las persianas estaban abiertas y después de llamarlo repetidas
veces le dio por mirar en la nueva cámara frigorífica.
La temperatura de frío estaba al máximo y la
puerta bloqueada. Cuando logró abrirla, se encontró dentro a su
padre ya congelado sin esperanza de reanimación.
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