Hola Ferdinando;
Ya ves, hoy es el día de tu cumpleaños y yo
quería escribirte algo. Voy a intentarlo.
Por nuestra diferencia de
edad y a consecuencia de que antes de tener en mi mente un poco de sentido
común te fuiste a estudiar a la universidad de Córdoba.
Digamos que bastantes recuerdos de tu
adolescencia están como esos cuadros que siempre hacen que estés presente en el
pasillo de casa. Con plumilla en blanco
y negro.
Del dibujo hecho por ti, el que siempre miraba
con devoción y que ya hablamos un día, nunca se volvió a saber su paradero; la
cartulina durmió enrollada encima del armario de la habitación, y la última vez que la recuerdo, dentro de un
estuche rígido y con tapa de plástico
verde oscuro, “creo” que era un embalaje de granadas de mano, que alguno de
vosotros trajisteis cuando estuvisteis en la mili. Círculos
de color rojo y negro, el que parece, solo yo recuerdo.
(Que pena no saber dibujar, ahora mismo cierro
los ojos y aún puedo “verlo” después de tantos años)
Ya ves tú, sin embargo debe
de haber otro, del que no recuerdo nada, está oculto castigado cara a la parez
en la parte trasera de una de las láminas que hay en el pasillo
Era tal mi admiración por
todo lo que hacías, que quizás, eso hizo mantenerme más distante de ti y de lo
que pensabas (grave error).
Por
suerte todos los recuerdos que guardo de los momentos que por vacaciones, pasábamos
juntos en casa; allí, sentados a comer en la mesa de la cocina, son los más
alegres y de más risas.
Tu seriedad contrastaba con tu peculiar y
sarcástico sentido del humor. Yo, nunca conocí tu término medio.
Te reías de todo y todos,
sabiendo ser burlesco pero sin ofender a nadie. Siempre encontrabas algo a
alguien o alguna situación como diana de
tus chascarrillos.
Tenías una habilidad pasmosa
para contar cualquier cosa mil y una veces contada y darle un punto de guasa
gestual que la hacía diferente, pero lo más importante era que nos hacías reír
a todos, incluso al afectado por tus ocurrencias.
(Algo cabroncete, sí que eras,
para que negarlo)
Un tiempo (demasiado largo)
sin nada, y empezaron a aparecer frente mi vista todo tipo de exuberantes
colores celestes, anaranjados, ocres, violetas. Colores suaves, intensos,
pálidos, fosforescentes.
Tal amalgama de tonalidades que nunca jamás me
había preocupado de abrir los ojos para ver.
El observar ese sorprendente espectro de tu
persona, hizo que tal vez me diera cuenta, que no nos habíamos conocido como
deberíamos haberlo hecho, SÍ, por ese motivo empecé a escribir y por eso, hice el
blog, de ahí lo de su título:
“ironías de la vida”.
Empecé a analizar lo que decían tus escritos.
En tus trabajos caligráficos, intentaría saber el porqué de la utilización de
cada color en cada momento. Era una simple
obsesión por averiguar algo más de ti; hasta que me di cuenta que siempre como
cualquier artista, haces (aunque respetando algunas normas, o no) lo que se te
pone en la punta de la chorra.
Por
fin se desvaneció, aquella imagen rígida y seria de aquel hermano al que quizás por cobarde,
no me atreví a conocer. Tan especial y grande lo veía, que no me di cuenta que
yo también crecía.
El negro sobre balnco y el blanco sobre negro, quedarán como unas simples
láminas anecdóticas de tus principios artísticos, colgadas en el pasillo de
casa.
Feliz cumpleaños Ferdinando.
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