Los porcentajes
ajustados, la simpatía de Matías, el palique que daba Berta a las clientas de
siempre y el que ese pequeño perdigón anduviese correteando sin molestar,
siempre entre los pasillos como si estuviese colocando las cosas, aunque lo que
siempre hacía era cambiar estas de sitio y volver loco a su padre para
volverlas a poner en su lugar. Hicieron
que el negocio a pesar de la crisis subiese sus ventas.
Matías subía a
casa todo lo necesario que había en la tienda y Berta compraba el resto de
alimentos en las tiendas del barrio, para compartir los gastos de la casa.
Aparte de los gastos de ropa y calzado; el resto de la caja iba directo a la
cuenta de ahorros, de donde se cobraban las facturas y el resto se iba acumulando
para el futuro, con el fin de algún día poder comprar a Berta y Jorge aquel
local.
Animaron a Berta,
para que se apuntase a un curso de informática por las tardes para que se
entretuviese haciendo alguna actividad. En la asociación cultural del barrio,
se juntaban las personas que habían vivido como amigas y vecinas toda la vida.
Enseguida, mando montar un viejo ordenador
(de los que quitaron de la asociación) en casa, desde el cual, gracias a un
programa para ella increíble, todas las semanas hablaba con su hijo y además se
veían por webcam. El tito Jorge, desde
la distancia, no se quería perder ni un detalle de cómo iba creciendo la
pequeña Lidia; se emocionaba cada vez que hablaba con ella, se hacían bobadas
como sacarse la lengua o poner gestos a ver quien ponía la cara más fea, eran
como dos críos y Berta también.
Un día
que Berta se había ido a por agua a la cocina, de pronto empezó a oír por los
altavoces chillar a su hijo: yo te como, es que te como a besos; Gloria y ella salieron
corriendo a ver qué pasaba, Jorge estaba con una sonrisa tan grande como sus
lagrimas, por fin había dejado de llamarlo goje y había pronunciado su nombre perfectamente,
todo una proeza conseguida, aunque seguía trastabillándosele un poco la rr.
No es que no le importasen el resto de las
cosas que allí pasaban, pero claro, con ver la cara de aquella pequeña y la
cara de felicidad de su madre, a la que se le caía la baba cada vez que miraba
con cara de abuela a aquel cielo de niña, se sentía satisfecho y orgulloso de
esa decisión que había tomado.
Cuando mejor iba
todo y el barrio volvía a tener un poco de actividad, Marías empezó a mostrar
un raro comportamiento poco usual, se le veía nervioso y esto se iba
incrementando semana a semana. Se refugiaba en la tienda y siempre parecía
tener cosas urgentes que hacer, cada día llegaba más tarde, últimamente
aparecía cuando ya todas estaban bien dormidas y se levantaba mucho antes de
que ellas despertasen. A cualquier
simple pregunta, les contestaba con evasivas o dando la callada como
respuesta. Gloria ya no sabía cómo disimular su
preocupación.
Tan solo se veían
a la hora de comer y en presencia de Berta aparentaban una normalidad que no
existía.
Un día comentó: mañana no vendré a comer;
esa noche sin previo aviso, tampoco acudió a la casa para dormir. Cuando Gloria se despertó fue como cada día
al comedor a recoger la manta de encima del sofá; para su sorpresa estaba
doblada allí como ella la había dejado el día anterior sobre la silla que
estaba detrás de la puerta donde ella la ponía siempre.
Salió y se dirigió
hasta la tienda, preocupada por si había pasado algo; allí estaba él, como si
nada pasase, despachando y hablando amablemente con aquellas clientas.
Durante toda la
mañana le invadieron la cabeza las dudas más retorcidas; ella, tenía que saber
que estaba pasando, le daba miedo seguirlo y encontrarse con lo que no quería,
pero tenía que cerciorarse de que no había otra mujer.
No podía quedarse
con aquella duda en el cuerpo. A las dos
cogió un taxi y lo mando parar a unos pocos metros de la furgoneta.
Cuando cerró la
tienda, montó y arranco.
.-sígalo sin
perderlo de vista intentando que no se dé cuenta
Matías se encaminó
hasta su antigua casa, aquella donde ellos vivían antes de ser
desahuciados. Estaba deshabitada, abandonada, las persianas
bajadas llenas de agujeros y el pequeño jardín selváticamente lleno de
hierbajos; no pudo por menos que echarse a llorar.
Él se bajó de la furgoneta con un maletín
viejo en la mano, se dirigió al centro del patio, levantó la tapa del sumidero
y echo la cartera dentro; luego arrojó sobre ella unos puñados de tierra y tras
volverla a cerrar, vertió entre sus hierros una botella de agua. Regresó a la tienda y allí se preparó un
bocadillo para comer.
Gloria volvió a casa pensativa, perpleja,
incluso más preocupada por lo que había visto, pero eso sí, con el corazón
tranquilo, sus celos se habían desvanecido.
Luego, por la
noche llegó un poco antes de la hora de cenar.
.-ya era hora
que se te viese el pelo una noche
.-he andado muy
liado, ya sabes cosas de hacienda y como no me cuadraban las facturas y el
jaleo del IVA.
.- ya te lo
dije, llévalas al día y siempre colocadas por orden
.-tenias razón, no
me volverá a pasar
.-papá hoy puedes dormir un poco con migo
.-claro que sí y
toda la noche si hace falta
.- ja, de
eso nada monada, un ratito, un cuento y a nuestra cama
.-eso y de madrugada
a la mía
Lidia, con la
boca entreabierta, se quedó mirando a Berta con cara de asombro
.-que no, que es una
broma
(La niña respiro
aliviada)
Cuando se
acostaron, Lidia quedo dormida en un momento, acurrucadita contra el pecho de
su padre. Él, se sentía tan a gusto, que
para no molestarla, no movía si quiera las pestañas para no entorpecer aquel
sueño.
Gloria, harta
de esperar despierta, se levanto para avisarle de que ya estaba bien, habían
pasado casi dos horas; cuando abrió la puerta y aquella linda estampa, los dos
abrazados en el séptimo cielo llegó clara a sus pupilas se dio la vuelta y se
fue a dormir, no sin sentir algo de envidia de aquella complicidad.
Todo parecía ya
volver a la normalidad, los nervios habían cesado e intentaba siempre cerrar a
la hora para llegar a casa a disfrutar de la compañía de sus mujeres.
La economía
andaba bien y ese verano planeaban el realizar los cuatro un viaje a la playa,
para que Lidia conociese el mar. Aparte del tiempo de la reforma, nunca Berta
había cerrado el negocio una semana por vacaciones y ya era hora.
Con el nuevo
curso, Lidia, ya empezaría a asistir a las clases de preescolar y a Berta le
hacía ilusión poder ir a llevarla y recogerla cada día. La
primera mañana, la casa parecía desierta, faltaba aquel bicho preguntando ¿por qué?, a todo aquello que hacían. Que
ganas de que llegase la hora de comer para ir a recogerla.
.- ¿qué tal mi
perdigón el primer día de cole?
.-bien papá, ya tengo una amiga, se llama Cris
.-sí, calla,
que a la hora de dejarla nos ha montado una llorera
.-pero como ella,
ya es una pequeña mujercita, se le ha pasado enseguida
.-eso quiere
decir que está en buenas manos
.- ¿como se llama tu
maestra?
.-es un chico muy guapo y se llama Nando
.- ¿será Fernando?
.-no, solo Nando
.-pero Nando ¿no
será tu novio?
.-mamá, mira papá, que dice que es mi novio
.-ven aquí con
migo, que papá está bobo
.-abuela, ¿a que no es mi novio?
.-pues claro que no, es que papá es hombre
y no sabe de estas cosas de chicas. (Las pocas veces que la llamaba abuela, se
ponía tierna)
.-mira Gloria, ya
está poniendo pucheros la abuela
.-eres más
tonto, pues no me haces gracia
.-es que es hombre y no entiende
.-y tu cállate
perdigón
.-va, no le
hagas caso, tu y yo nos entendemos
.-claro, porque somos princesas
(A los pocos días
ocurrió de nuevo).
.-Mañana no vendré
a comer
.- ¿pasa
algo?
.-nada poca cosa,
ya sabes un viajante que viene, ese de los chorizos de Salamanca y claro, pues,
que iremos a comer juntos y no sé, luego tomaremos un café para hablar un rato
.-así
son los negocios hijo
.-me voy a abrir
.-espera, ven
un momento
(Entraron en la
habitación)
.-esto por
casualidad, no tendrá nada que ver con esa cartera negra
.-tú no sabes nada
de esa cartera, nunca la has visto, nunca, recuerda, nunca
.- ¿pero qué
pasa?
.-nada ¿y tu cuando has visto?... mejor olvídalo y
punto, es lo mejor para Lidia
.- ¿Lidia?
explícame porqué
.-mañana por la
noche te contaré todo, pero luego lo olvidarás para siempre
.-de acuerdo,
tú ganas, mañana por la noche, pero sin mentiras
Gloria, no podía ni
quería quedarse sin saber lo que pasaba, seguro que al final le contaría alguna
milonga para convencerla. Así que hizo
lo mismo que la vez anterior, pero esta mandó aparcar al taxista y esperar a
una distancia poco sospechosa frente a su antigua vivienda. Con un parasol de ventosa, tapó el cristal
de la ventanilla trasera para no ser vista y reconocida por los que pasaban por
la calle.
A las dos y diez,
un coche con los cristales tintados, redujo su velocidad frente a la casa hasta
casi quedar parado, giró a la derecha y se detuvo junto a la acera.
Los minutos se
hacían interminables, si no hubiera sido por ese coche, ya habría desistido
pensando que se había equivocado su
intuición y estaba reunido con alguien en otro lugar.
Tardaba demasiado en llegar, tampoco estaba
tan lejos de la tienda, de pronto apareció, aparcó, bajó y luego fue a sentarse al escalón de entrada; parecía no
haberse percatado de la presencia de aquel coche, del que al momento bajó un
señor para acercarse a hablar con él.
Más que hablar
parecían discutir, por sus gestos. Matías, no cedía a sus exigencias, no se
acercaba en ningún momento a aquel sitio donde se encontraba la cartera
escondida. En un momento dado, se dio
la vuelta y se dirigía a la furgoneta cuando se pudo oír claramente como el
señor le gritaba: espere, espere.
Este se acercó al coche y habló unos instantes con el ocupante de la
parte trasera del mismo; entonces abrió la puerta y bajó de él don Anselmo con
cara de pocos amigos.
Se volvieron a
juntar los tres en el centro del jardín. Se podía apreciar cómo se amenazaban
mutuamente entre los dos, mientras el tercero se mantenía a unos pasos de
distancia con los brazos cruzados.
Matías indico con
el dedo, señalando el sumidero; el hombre se agacho, separó la tapa, desabrocho
el puño de la camisa y junto a la manga de la chaqueta la remangó hasta el
codo; de allí, llena de barro sacó la cartera y sin limpiarla si quiera la
llevo e introdujo en la parte trasera, donde inmediatamente subió otra vez, el
tal, don Anselmo para alejarse de allí a toda velocidad.
Tapó de nuevo la
reja del sumidero y se volvió hasta la tienda a comer algo y a tomarse un
refresco.
Cuando Gloria
llegó a casa ya eran más de las tres y media; la pequeña y Berta ya habían
comido cansadas de esperar.
.- ¿dónde te
metes?, ¿qué horas son estas de venir a comer?
.-ya he comido
.- ¿cómo que ya
has comido?, hay bruja, ya pasó lo mismo de la otra vez
.- ¿cuándo?
.-sí, sí, no te
hagas la tonta; si no pasa nada, pero si queréis comer los dos solos a mi me
parece muy bien
.-bueno, pero que no se entere nadie de que lo sabes
.-si ya me parecía
a mí que eso del representante de chorizo era poco convincente, pero por no
decir nada sin saber
.-voy a fregar, ¿y Lidia?
.-dormida como un
ceporro en el sofá
Ya por la noche
mientras estaban cenando; las dos intercambiaban sus miradas, luego lo miraban
a él y se reían. Así una y otra vez.
.- ¿qué os pasa?,
¿tengo cara de risa o qué?
.-nada, nada
son cosas nuestras
.- ¿qué tal
la comida con el representante?
.-bien, lo normal
Y se volvieron a mirar y a reír
.-pues me está dejando a mí de hacer gracia
.-ja, pues es
gracioso
.-a ver listilla, explícame tú de qué se ríen
.-es que eres hombre
y no los ibas a entender
.-ya salió la gracia, desde luego, tu
también le podías haber enseñado otra frasecita a la niña
.-oye, que la aprendió ella solita
.-está claro que sois tres contra uno,
reíros de lo que os dé la gana; yo paso
.-pero no te enfades
.- ¿me iba a servir de algo?
.-no
.-pues eso, termino de cenar, me voy a
dormir y así os podéis reír tranquilas
.-Lidia, dile a papá que no se enfade
.-pá, no te enfades,
que ser hombre no es tan malo
.-la cagaste perdigón
La
levantó de la silla como si fuera un guiñapo, luego la tiró sobre el sofá y
empezó a hacerle cosquillas por todo el cuerpo gritando:
.-ja, ja, ahora el dragón se comerá a la
princesa
Entre Berta y Gloria; cogiéndolo de los hombros a traición, lo
tiraron sobre la alfombra, de inmediato se echaron encima de él.
.-el dragón ya es nuestro
.-Lidia, corre, agarra al dragón por las
orejas que no se escape
.-que al final os vais a hacer daño
.-el dragón será nuestro prisionero
.-pufs, que paciencia dios mío
.-te rindes
.-sí, me rindo
.-más fuerte que no se te oye
.-ya está bien
Dando un giro brusco a su cuerpo, se dio la vuelta
y de que se quisieron dar cuenta, las dos estaban bajo él, entre sus rodillas y
con las muñecas cogidas entre sus dedos; dos en cada una de sus grandes manos.
.-suelta bruto que me haces daño
.-nos rendimos, nos rendimos
La pequeñaja que acercó a toda prisa por
detrás
.-tranquilas no
puede haceros nada, lo tengo cogido por las orejas
Soltó sus muñecas y los tres, rompieron a
carcajadas con las ocurrencias de aquella mona.
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