Como la
ceniza que se apaga olvidando el rescoldo de las ascuas
en su recuerdo
queda la llama que horas ante lucía en su esplendor
manojos de
romero que acompañaban las ramas de encina
crepitar de
hojas resecas creando la melodía de la vida.
Convicción en
el desanimo, de la necesidad de rebeldía
necesidad de
volver a ser luz y sentir su abrigo
ruego. Implorando a la brisa que avive la chimenea
que el humo
vuelva a brotar de los restos esparcidos.
Los oídos suplican
escuchar armónicas notas
las pupilas,
verse reflejando chispas en el aire
la garganta,
aspirar el aroma embriagador
y así las
manos, poder empuñar de nuevo la pluma
para versar
sentires que escapen teñidos de hollín
La única
forma de llegar a las alturas
y allí,
vestirse de blanco mezclada entre nubes
o en oscuro
firmamento, crear una estrella
de color
dorado, que cautive el más allá.
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