Quien
puso nombre a los huesos
que amontonados reposan
cubiertos por blanca cal
entre alambradas de espinos.
Quien
despojó de galones
los uniformes manchados
con sangre del enemigo.
También
con su propia sangre,
cuando fueron abatidos.
Quien
quemó aquella bandera
que no cometió delito,
más allá de ser la enseña
de los que habían perdido.
Quien
amontonó los cuerpos
con la única intención
de a un pozo ser ofrecidos.
La historia se quedó coja.
Pues solo tienen derecho,
a escribirla de su puño
aquellos que la han vivido.
Los que
quedaron sin nombre.
Huesos cubiertos de cal.
Cuerpos de apellido olvido.
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