Los cuartos ya están sonando.
Las uvas
preparadas.
En la copa de champán,
una alianza en
el fondo.
La expectación
se hace silencio
en el momento
en que suena
la primera
campanada.
Doce como cada año
acompasadas milimétricamente.
Cuando llega la tercera,
la cuarta y la
quinta,
el tragar se
amontona.
No se puede parar, hay que conseguirlo,
así dicta la
tradición.
La doce está a punto de caer,
toda una pasta
a medias de masticar,
se traga de
golpe, con fuerza.
La última
se degusta sola,
con el alivio
de lo conseguido.
Los abrazos, besos y copas,
se entremezclan
en un jolgorio.
Los ojos buscan a derecha e izquierda,
nadie puede
quedar sin un achuchón.
.-
Cuidado don el anillo,
no lo vayas a
tragar.
.- Feliz año nuevo para todos.
Las risas y lágrimas bancas,
se mezclan con
los recuerdos
alzando la
vista al techo
por esos que
ya no están.
Pero nadie los pronuncia,
no hace falta,
está en todos
y cada uno de nosotros.
Un año que se ha marchado
y otro acaba
de nacer.
Borrón y cuenta nueva
se pretende en
la velada.
Se alarga la algarabía
y al llegar la
madrugada
cada mochuelo
a su olivo
a seguir
acurrucado
en el país de
las hadas.
El final ya lo sabemos
poco cambia en
una noche
más bien que
no cambia nada.
Pero otro ciclo comienza
cargado con la
esperanza
de que todo
sea mejor.
Los deseos son deseos,
y los sueños,
sueños son.
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