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lunes, 11 de noviembre de 2019

Minutos de Vida (15)





         En el patio Rafael doblaba la manta sobre el banco para utilizarla como cojín, y así estuviese más blandito el asiento.      Las finas ramas del árbol, se movían haciendo bailar sus hojas al ritmo del aleteo de los gorriones.  Entre la hierba surgían florecillas amarillas que despuntaban entre las dentadas hojas de diente de león. Las moscas empezaban a molestar revoloteando a su alrededor y posándose en sus desnudas manos cuando las quedaba quietas.
    Los rayos de sol de medio día dejaban sentir en su piel, un calor mesurado que el cuerpo agradecía, con una intensidad de luz que le hacía entrecerrar los párpados, disfrutando a través de sus largas pestañas de las imágenes y formas que dibujaban los setos que cubrían la verja.

                El olor a fritura rebozada, diagnosticaba mal presagio para aquellos reticentes a las espinas. Pequeños peces que como siempre irían precedidos de un plato cubierto de verde cocido y sin alegría al gusto, soso de aburrimiento y estoposo al paladar.

  Entraría a sentarse a la mesa (aunque hoy aún fuese demasiado pronto) en el comedor al menos, no tendría que aguantar a las pesadas moscas.   La soledad era su reino y el silencio gran compañía.    Había que aprovechar cada momento antes de que la algarabía lo envolviese todo y la tranquilidad pasase a un plano perdido en el tiempo, dando paso a la saturación de golpes, voces disonantes y gritos estridentes.

Un cordel rodeaba su cuello.   Anclado quedaba el babero para evitar manchas inesperadas en la camisa y enfados por parte de las jornaleras de la lavandería.
     Esa vez su intuición no se había equivocado.   El verde aparecía frente a él. Su mirada buscaba pero no encontraba ayuda para compartir tales “manjares”.
         Grifo parecía dormido, Bella se hacía la despistada con la televisión ¿y el perro?, el perro solo era amigo de la carne bien roja y poco hecha.
.- ay compañero; que poco viene tu amiga a visitarnos. El día que haya carne te la daré toda a ti, a ver si me engordas un poco.

        Al oír hablar de tan suculenta vianda, Grifo abrió un ojo para cerciorarse con desilusión que solo era eso:
      Unas palabras soñadas con una imagen dibujada en la inexistencia.  

   Rafael se siente observado.    Tras la ventana que da a la cocina, la silueta de Dolores permanece inmóvil, con la cabeza alta y los brazos cruzados.
.- ¿Qué estará pensando? Tendré que dejar el plato vacío para que no se enfade
   “no malo” se acerca al ventanuco y hablan.  Cada poco este se gira y lo mira. Rafael ya no se atreve a levantar la vista.   Pide ayuda al perro, para que intente enterarse de la conversación, pero ni caso.    A Bella mejor no molestarla, está ensimismada con la tele y Grifo sigue dormido.
   Cuidado, se acerca.     Nada mejor que seguir comiendo con la cabeza gacha. Se para a su lado. --¿qué querrá ahora? – una mano se posa en su hombro. 
        El miedo a nada, la duda de todo, le recorre la espalda con un escalofrío. Él prefiere no levantar la vista.
      .- Tranquilo Rafael, todo está arreglado
         La curiosidad le corroe y tras unos segundos alza la mirada volteando el cuello hacia atrás.  Demasiado tarde, ya se ha ido.     ¿Por qué esa tozudez que le ha impedido hacerlo antes?    Si no es malo, bueno solo…  algo raro.
     Bella se acerca a preguntarle qué ha pasado.     Está pálido.    Todos ya han terminado y él aún no ha comenzado el pescado.      En la bandeja una pastilla azul llama su atención.   A él nunca le dan medicamentos, nunca le duele nada, duerme bien y no chilla ni se altera como otros al caer la tarde.
.- ¿Será para mí? ¿Se habrán confundido?   ¿Y si la meto a la boca?   ¿Qué puede pasar?   Lo mismo nada, por probar nada se pierde.    O tal vez debería de preguntar a alguien
       Con disimulo estira el brazo y luego pone su mano escondiendo la pastilla.
     En un tris, la tiene sobre la lengua.   Ahora solo queda ayudarse con un poco de agua y tragar sin que nadie se entere.
                El miedo vuelve a invadirlo, no sabe lo que ha tomado ni qué efecto perverso puede producirle.        Hacía mucho tiempo que no sentía la duda del ayer, para saber si esa pastilla era algo excepcional o simplemente no lo recordaba.
      Bella no se acuerda haber visto nunca pastillas en su bandeja y si ella no se acuerda, malo, va a ser que no.       Solo queda esperar y ver lo que pasa, pero viendo como está el resto de los que en el comedor siguen sentados, esos que acaban de tomarlas de varios colores, peor, no va a estar y si le da sueño, pues una siesta tampoco va a ser tan grave.
    Pasan las horas y nada extraño nota.
    Bella, Grifo y el perro, también esperan sentados frente a él.
      .- me parece que lo único que ha conseguido esa pastilla ha sido fastidiarnos la siesta
       --- De pronto, pareció oírse una voz bronca ---.
.- Grifo ¿has hablado tú?
 .- Pues habrán sido mis tripas
--- Justina que siempre está pendiente de todo lo que sucedía, se frota los ojos ---           Como puede ser, nunca está con nadie y siempre tiene alguna conversación.






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