En
el patio Rafael doblaba la manta sobre el banco para utilizarla como cojín, y
así estuviese más blandito el asiento. Las
finas ramas del árbol, se movían haciendo bailar sus hojas al ritmo del aleteo
de los gorriones. Entre la hierba
surgían florecillas amarillas que despuntaban entre las dentadas hojas de
diente de león. Las moscas empezaban a molestar revoloteando a su alrededor y
posándose en sus desnudas manos cuando las quedaba quietas.
Los
rayos de sol de medio día dejaban sentir en su piel, un calor mesurado que el
cuerpo agradecía, con una intensidad de luz que le hacía entrecerrar los
párpados, disfrutando a través de sus largas pestañas de las imágenes y formas
que dibujaban los setos que cubrían la verja.
El olor a fritura rebozada, diagnosticaba mal presagio para aquellos
reticentes a las espinas. Pequeños peces que como siempre irían precedidos de
un plato cubierto de verde cocido y sin alegría al gusto, soso de aburrimiento
y estoposo al paladar.
Entraría
a sentarse a la mesa (aunque hoy aún fuese demasiado pronto) en el comedor al
menos, no tendría que aguantar a las pesadas moscas. La
soledad era su reino y el silencio gran compañía. Había que aprovechar cada momento antes de
que la algarabía lo envolviese todo y la tranquilidad pasase a un plano perdido
en el tiempo, dando paso a la saturación de golpes, voces disonantes y gritos
estridentes.
Un cordel rodeaba su cuello. Anclado quedaba el babero para evitar manchas
inesperadas en la camisa y enfados por parte de las jornaleras de la
lavandería.
Esa
vez su intuición no se había equivocado. El verde aparecía frente a él. Su mirada
buscaba pero no encontraba ayuda para compartir tales “manjares”.
Grifo
parecía dormido, Bella se hacía la despistada con la televisión ¿y el perro?,
el perro solo era amigo de la carne bien roja y poco hecha.
.- ay compañero; que poco viene tu amiga a
visitarnos. El día que haya carne te la daré toda a ti, a ver si me engordas un
poco.
Al oír hablar de tan suculenta vianda, Grifo abrió un ojo para
cerciorarse con desilusión que solo era eso:
Unas palabras soñadas con una imagen dibujada
en la inexistencia.
Rafael
se siente observado. Tras la ventana
que da a la cocina, la silueta de Dolores permanece inmóvil, con la cabeza alta
y los brazos cruzados.
.- ¿Qué estará pensando? Tendré que dejar el
plato vacío para que no se enfade
“no
malo” se acerca al ventanuco y hablan. Cada
poco este se gira y lo mira. Rafael ya no se atreve a levantar la vista. Pide ayuda al perro, para que intente
enterarse de la conversación, pero ni caso. A Bella mejor no molestarla, está
ensimismada con la tele y Grifo sigue dormido.
Cuidado,
se acerca. Nada mejor que seguir comiendo con la cabeza
gacha. Se para a su lado. --¿qué querrá ahora? – una mano se posa en su hombro.
El miedo a nada, la duda de todo, le recorre
la espalda con un escalofrío. Él prefiere no levantar la vista.
.-
Tranquilo Rafael, todo está arreglado
La
curiosidad le corroe y tras unos segundos alza la mirada volteando el cuello
hacia atrás. Demasiado tarde, ya se ha
ido. ¿Por qué esa tozudez que le ha impedido
hacerlo antes? Si no es malo, bueno
solo… algo raro.
Bella
se acerca a preguntarle qué ha pasado. Está
pálido. Todos ya han terminado y él aún no ha
comenzado el pescado. En la bandeja
una pastilla azul llama su atención. A
él nunca le dan medicamentos, nunca le duele nada, duerme bien y no chilla ni
se altera como otros al caer la tarde.
.- ¿Será para mí? ¿Se habrán confundido? ¿Y si
la meto a la boca? ¿Qué puede pasar? Lo mismo nada, por probar nada se pierde. O tal vez debería de preguntar a alguien
Con
disimulo estira el brazo y luego pone su mano escondiendo la pastilla.
En
un tris, la tiene sobre la lengua. Ahora
solo queda ayudarse con un poco de agua y tragar sin que nadie se entere.
El miedo vuelve a invadirlo, no sabe lo que ha tomado ni qué efecto
perverso puede producirle. Hacía
mucho tiempo que no sentía la duda del ayer, para saber si esa pastilla era
algo excepcional o simplemente no lo recordaba.
Bella
no se acuerda haber visto nunca pastillas en su bandeja y si ella no se
acuerda, malo, va a ser que no. Solo
queda esperar y ver lo que pasa, pero viendo como está el resto de los que en
el comedor siguen sentados, esos que acaban de tomarlas de varios colores, peor,
no va a estar y si le da sueño, pues una siesta tampoco va a ser tan grave.
Pasan
las horas y nada extraño nota.
Bella,
Grifo y el perro, también esperan sentados frente a él.
.- me
parece que lo único que ha conseguido esa pastilla ha sido fastidiarnos la
siesta
--- De pronto, pareció oírse una voz bronca ---.
.- Grifo ¿has hablado tú?
.- Pues
habrán sido mis tripas
--- Justina que siempre está pendiente de todo
lo que sucedía, se frota los ojos --- Como puede ser, nunca está con nadie
y siempre tiene alguna conversación.
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