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lunes, 25 de noviembre de 2019

Minutos de Vida (23)





        Volvieron a la rutina de todos los días en el gimnasio.   Cada mañana le enseñaban las cosas y poco a poco él las iba recordando pero como cosas de ahora, lo cual ya era un logro.
     Se le marcaron unos horarios y gracias a su reloj, estaba pendiente de cada cosa pautada durante el día.    Ahora el reto era que cada día de la semana se le cambiase alguna rutina horaria, pero estaban seguros que se conseguiría.

    Arturo se cogía una semana de vacaciones, pero antes de ir a ver a la familia tenía una deuda pendiente con la sobrina de Rafael.    Iría a verla en persona.    No era quién para pedir explicaciones, pero sí para exigirle algunos datos que le dieran alguna pista por donde buscar.
  A media mañana llegó a ese barrio, era tal y como Laura lo había descrito.
       Dio varias vueltas por las calles hasta decidirse a llamar al telefonillo de la casa, estructurando que preguntas hacerle y que postura tomar si se negaba a contestar.
       Por fin subió al piso, al abrirle la puerta la sobrina prefirió ocultar su lugar de trabajo y se refugió en la identidad de un trabajador de bienestar social (en parte tampoco mentía)
    .- me imagino que es la sobrina de  Don Rafael
          .- sí señor ¿y que se le ofrece?
      .- estamos evaluando la actualización del expediente de su tío y para eso me gustaría que me respondiese a unas preguntas sencillas.
          .- pase, pase y siéntese
      .- ¿usted vivió siempre con él?
           .- no. Yo vine cuando se jubiló, siempre vivió solo y era un desastre. Entonces pensamos mi madre y yo que viniese a cuidarlo, ha hacerle las cosas de casa para que viviese dignamente y acompañado un tiempo
     .- entonces, usted se encargaba de hacerle las tareas de casa
             .- sí, él estaba muy contento y yo le hacía mucha compañía
      .- ¿y como fue el internarlo en una residencia?
              .- esta gente mayor.   Tenía demasiado tiempo libre.  Yo lo animaba a que hiciera algo de provecho en el club de jubilados.  Allí, siempre dan cursos de manualidades y cosas para entretenerse.   No hizo caso.    Empezó cada día a venir a una hora siempre oliendo que apestaba a vino y yo, nada, aguantaba, pero pasado un año más o menos se volvió insoportable.        Todo le sentaba mal.      Se olvidaba de donde ponía las cosas y decía que yo se las escondía o robaba.   Ya ve usted.
    Muchas noches cuando ya era muy tarde salía a buscarlo por si le había pasado algo y me lo encontraba sentado en el portal.   Luego ya dejó de salir, todo el día encerrado en su habitación.    Me acusaba de vestirlo como a un pordiosero, con lo que yo me preocupaba de que fuera limpio.
       .- pero antes de venir usted ¿Quién lo atendía?
                .- nadie, quien lo iba a aguantar, si siempre fue testarudo, una mala cabeza dominante y rezongón.     Yo vine porque al fin y al cabo  era mi tío, el hermano de mi madre.
       .- y cuando empezó usted a notar algo más anormal de lo común a nivel psíquico, aparte de que se olvidasen ciertas cosas
                .- al poco tiempo. Empezó a hablar él solo. No salía de la habitación ni para comer.   Yo le dejaba la comida en una mesita que le puse a los pies de la cama y a veces cuando volvía a recoger los platos ni los había probado. Sólo hablaba y hablaba, cosas que no tenían sentido.      Mira que cada día intentaba que saliéramos a la calle, llevarlo a dar un paseo, bueno, que viniese conmigo al mercado, o tan solo que viésemos juntos la televisión en el comedor.  Pero nada y semana a semana se empezó a poner más agresivo conmigo hasta el punto que incluso me empujaba para echarme de la habitación cuando iba a limpiar y hacerle la cama.
       .- claro, claro
              .- a sí que al verme impotente ante tal situación decidí ingresarlo con la esperanza de que se recuperase y pudiera volver a vivir aquí, pero nada
       .- y en la residencia ¿Qué le dicen? ¿Cómo está ahora?
                .- pues peor que cuando entró.   La mente se deteriora y no parece haya marcha atrás
                        --- de pronto empezó a gimotear ----
                .- pobrecito mi tío, con lo bien que podíamos vivir aquí los dos, juntos y haciéndonos compañía.
           --- Arturo no terminaba de creerse nada de lo contado ---
    .- tranquila señora, son cosas de la edad, tranquila.   Mandaré el informe y esperemos que al menos su situación no vaya a más
          .- sí, allí al menos con especialistas estará mejor atendido
    .- por cierto Cuándo lo visitó por última vez ¿la reconocía?
            .- no. Cuando voy,  una vez cada poco es como si no fuera nadie. Pero hay que ir a verlo, para ver que lo cuidan bien y está alimentado y limpio
           ---Eso encendió a Arturo y antes de estampanarla contra la pared ---
     .- pues hemos terminado. Buenos días y a sobrellevarlo lo mejor posible
            .- muchas gracias por venir y cuando nada se puede hacer…
    Arturo bajo las escaleras de dos en dos.    O se alejaba pronto de ese sitio o se metería en problemas irreversibles.  Se fue a comer con una espinita clavada que no sabía cómo quitar.   Así que después decidió volver de nuevo al barrio.
     Cerca de la casa había dos bares.  Entró en uno que estaba justo al lado del portal.    Parecía llevar abierto bastante tiempo y donde el señor que había tras la barra tenía pinta de ser el dueño y a punto de jubilarse.
 .- buenos tardes; me pone usted un café solo. Por favor cortito
       .- ahora mismo se lo pongo
.- no parece que haya mucho movimiento
        .- ya sabe, los clientes de siempre se van o se los llevan y los jóvenes prefieren sitios más modernos
.- usted no se acordará de Rafael.       Un señor que vivía aquí arriba en el piso donde ahora vive su sobrina
         .- no, no recuerdo.  Espere sí. Un tío muy majo, buen cliente, pero hace ya años que creo que está en un asilo.   Lo que son las cosas
.- y que me puede contar de su vida
       .- de lo que yo sé, tenía un taller de mecánica en el polígono.   Le iba bien, tenía varios empleados.  Por aquí venía con su panda siempre a tomar la última antes de subir a casa y poco más.    Eran clientes asiduos de otro bar que cerró hace un par de años, allí siempre se juntaban a jugar la partida y a ver el futbol.     Eso sí, siempre antes de subir a casa aunque viniese él solo, pasaba a dar las buenas noches y a tomarse un vinito de reserva, aunque normalmente ni lo acababa.     Yo creo que lo hacía por educación o por costumbre.
  .- que venía… ya un poco…
       .- ¡jamás! eso sí lo puedo asegurar. Nunca lo vi ni un poquito mal
 .- y no sabe de nadie que aún viva por aquí y que lo conociera bien
      .- pues mire usted...  Sí.     Uno de los de aquella panda suele venir casi todos los días, pero allá a las siete o las ocho.   Ahora vive en casa de una hija y viene siempre para coger el correo y dejar un rato las luces encendidas y que se vea que la casa no está deshabitada
.- me haría el favor de  cuando venga que se espere para hablar conmigo, en caso de que no esté yo aquí
       .- no hay problema. Así al menos tendré a alguien que me haga compañía un rato, esto está muerto.
           Arturo se tomó el café (por cierto excelente) y se dirigió a la puerta.
 Daría una vuelta por ahí y haría unas fotos antes de la hora de ver a ese amigo de Rafael.

        .- oiga perdone, se le olvida algo
.- me he vuelto a dejar el móvil en la barra
        .- no. Se le olvida pagarme el café
.- vaya cabeza la mía
         .- un euro y la voluntad
.- uno cincuenta y estamos en paz
         .- muchas gracias
.- hasta luego y perdone por el despiste.

      Entre las callejuelas de la zona vieja de la ciudad, pasó la tarde.
   No quería dejar ningún monumento o fachada antigua sin fotografiar para poder enseñárselas a Rafael, a ver si alguna le traía algún recuerdo especial.





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