Había amanecido nublado. De nuevo se debía
echar mano de la camiseta de interior, no le gustaba ponerse jersey, le tapaba
el bolsillo de la camisa donde habitualmente guardaba un pañuelo de papel.
El patio estaba triste. El brillo amarillo de las flores de diente de
león, esperaban a que la nube se hiciese a un lado y que el sol les diese un arreón.
Tampoco le vendría mal a Rafael un poco de
calorcito en su cabeza, en la que hoy sus neuronas, parecían estar de capa
caída.
El revoloteo de los pájaros estaba dormido. La ausencia
de brisa enmudecía las hojas de los árboles
y hasta las moscas parecían estar menos pesadas que de costumbre.
Unos golpes en el cristal desde el interior de
la ventana del gimnasio le hacían volver en sí. Era Arturo, que lo esperaba
para hacer ejercicio y contarle alguna que otra cosa que recordar al día
siguiente. Trabajar cuerpo y mente al
mismo tiempo para que las “azulitas” fueran comiendo terreno al olvido.
No le
apetecía nada, pero bueno, al menos se le desperezaría el aburrimiento que lo
tenía anquilosado. Pasillo adelante, que
silencio. Ese cambio de tiempo parecía tener a todos aletargados. Echó
un vistazo al comedor y todo eran codos apoyados en la mesa y manos en la
frente. Mentes apáticas y aburridas,
miradas en el vacío y gestos indolentes.
Respiró
hondo antes de abrir la puerta del gimnasio. Arturo permanecía tumbado en la colchoneta. Andrea, sentada en un banco, con la espalda recostada
en la fría pared y Laura frente a él. De pie. Quieta.
.- hola Rafael
Él allí quieto, frente a ella. Mudo y sin
pestañear
Ella, inmóvil esperando respuesta a su saludo
Ni
una respiración, ni un pestañear ante la resolución del duelo esperando una
palabra.
Rafael
miró a Bella, preguntando con su mirada, pero Bella, tampoco abría la boca. El perro se limito a bajar la cabeza y grifo
dejó sus alas caer sobre el suelo. No
podía recordar su nombre, pero no lloraría. De acuerdo, nadie quería ayudarlo, pero eso
no le haría rendirse.
Las
pupilas de Andrea estaban clavadas en sus pupilas. Una combinación de ánimo tú puedes y por
favor no me decepciones. Pero no te
preocupes no me enfadaré.
Sus
puños se cerraban con fuerza. Podía
sentir las uñas clavándose en la piel de las palmas de sus manos. Ni un
parpadeo. La mandíbula temblorosa
aceleraba su respiración. Su mente
repetía una y otra vez:
. – fea
no, fea no.
El sudor comenzaba a brotar por los poros de su frente empapando sus
cejas en una sensación de impotente rabia. Durante
un segundo cerró sus parpados con fuerza para no soltar una lágrima. Al abrirlos, un minúsculo rayo de sol penetraba por los cristales
iluminando el dorso de sus manos con el vello erizado por la tensión.
Su
gesto se relajó esbozando una sonrisa. Los
codos levitaron para mostrar las palmas de sus manos abiertas y gritar: .- Hola Laura
Lleno
de satisfacción, dio unos pasos hacia delante y dejó caer su cuerpo exhausto
sobre la colchoneta. La espalda de su
camisa estaba empapada y sus axilas rezumaban un asqueroso olor a euforia.
A
su lado izquierdo, de rodillas, los tres adoraban la proeza realizada.
Al lado
derecho, los otros tres, orgullosos, lo colmaban de alabanzas gestuales y las
nubes se abrían en el cielo, dejando entrar el sol en pleno por el ventanal.
Los
pájaros comenzaban a bailar entre las ramas y el griterío del comedor,
retumbaba en el pasillo. Campanas de gloria efímeras. Un primer paso en el largo camino, no exento
de paradas y obstáculos.
La
puerta continuaba abierta. La voz de
Mercedes irrumpía para interrumpir ese momento tan íntimo.
.-
Vamos Andrea, que te duermes y aún quedan habitaciones por hacer
La puerta se cerró de golpe en sus narices, como si un fuerte viento la
hubiera empujado. Rafael tomo aire y
dijo: .- gracias Perro
Miraron al lado de la puerta (claro, buscándolo) nada había allí.
Rafael cogió la mano
de Arturo y la apretó con fuerza.
.- ay pequeño. Tú no puedes verlo
.- ni ellas tampoco
.- ya, ya. Qué pena que no podáis verlo con lo
bonito que es
.- yo me voy, que me
no quiero llevarme la bronca
.- ¡una cosa! – Dijo Laura
con gesto pensativo— Un momento, ahora
vuelvo, que voy a por el ordenador
En
el portátil mirarían imágenes, hasta encontrar a un perro parecido al de
Rafael. Así al menos podrían verlo en fotografía.
Buscaron entre un montón de perros, pero Rafael solo negaba con la cabeza, hasta
que Arturo recordó esos apuntes que había tomado aquel primer día para hacer un
dibujo que nunca realizó.
.- vamos por partes: marrón
.- sí
.- pelo largo y suave, con largas orejas
.-si
.- tamaño mediano tirando a grande
.- eso
.- ¡anda! Eso es un setter. Ya verás
---Rafael esperaba expectante a verlo en la pantalla---
.- a que es como este
.- sí, sí. Mira Perro, estás aquí
--- Daba
gusto ver la alegría que reflejaban sus ojos ---
.- ahora búscame a grifo
.- venga maja, eso te pasa por dar ideas, -- riéndose maliciosamente—
.- bueno. Eso ya lo haremos mañana, que como baje el ogro nos va a
pillar y está a punto de salir a tomar el café.
No hay comentarios:
Publicar un comentario