Se pusieron manos a la obra para que el nuevo miembro de la familia se
sintiera cómodo en ese humilde hogar. Mientras el padre buscaba en el
sobradillo del armario las cosas de cuando era bebé Sara, la madre escudriñaba
entre la ropa ya en desuso, para hacer un invento y entre tanto Sara se
limitaba tener al pequeñajo entre sus brazos, para que no tuviese frío.
Arturo apareció un una pequeña palangana de plástico, un biberón y un
par de tetinas. Berta había localizado una chaquetilla de lana gruesa, a la que
lo primero que hizo fue cortarle una manga.
En un rincón de la cocina, se puso la palangana que serviría de cama
bien mullida con la espalda de la chaquetilla modo de mantita. La manga la
cosió en un plis-plas, haciéndola un saquito, donde llevar a Parchís a dar un
paseo por el parque y así no cogiera frío.
Templaron un poquito de leche
y lo empezaron a alimentar. Vaya glotón; si no le cogía la tetina en la boca,
pero chupada de cualquier modo, aún atragantándose por la avaricia. Terminó de “mamar”, lo metieron en la manga
con la cabecita fuera y en unos segundos se quedó dormido.
Como todas las tardes salieron a dar un paseo, en el parque ese día
Sara no quería saber nada ni de los columpios ni de jugar con la arena, solo
miraba a Parchís, esperando a que abriese los ojos, pero este estaba tan ceporro,
que no daba signos de vida.
-Sara.- ¿y poqué no sespieta ya?
-Berta.- porque tiene mucho sueño
-Arturo.- no te preocupes, eso es
que está muy a gusto en tus brazos
-Sara.- caro. Pero maburo
-Arturo.- pues juega un rato,
¿quieres que montemos en el patito de muelle?
-Sara.- no, hoy no.
Empezaba a hacer fresco y allí sentados ya no apetecía estar, así que
dieron una vuelta al parque y de camino a casa, pasarían por el súper a darle
buena cuenta a los diez euros. Habría que preparar la cena y luego pronto a
la cama. No es que tuvieran que madrugar, pero la pequeña, siempre tempranito
solicitaba sus servicios porque ya no tenía sueño.
Esa noche mamá haría mini-empanadillas
con atún, tomate y huevo cocido, las preferidas de Sara. Era su cumple y había
que darle gusto a la niña.
Mientras estaban comprando,
justo, según se iban aproximando a la caja, por fin. Parchís abrió los ojos.
Sara gritaba y gritaba sin poder controlar su alegría, ellos no sabían cómo
callarla y el resto de personas miraban con cara de asombro pensando que algo
malo le estaba pasando. De repente, se sentó en el suelo callada y se quedó mirándolo
dibujando una mueca con sus labios. Al unísono a su alrededor se oyó una
carcajada. Sara volvió la cara mirando a todos con enfado.
-Sara.- Sssss, que se va atutá.
Que ocurrencia, después del susto que ella le había dado a todos. La cajera
intentó acariciar al misino haciendo una gracia. Ya, ya,
Sara clavó sus ojos en los de ella y solamente respondió ¡NO! A lo que los
padres solo pudieron hacer un gesto de “lo sentimos”.- es que es el primer día.
Esa noche apenas cenó, le alimentaba más el acariciar la barriguita de
Parchís, mientras este movía sus patitas intentando devolverle las caricias.
Le prepararon otro poquito de leche y bien cenado lo pusieron en su
cama, envolviéndolo en la mantita.
-Arturo.- bueno todos a la cama que
va siendo tarde
Al rato escucharon ruidos. No era
de extraño; sigilosamente Sara se había levantado “cosa que no había hecho
nunca, pues le daba miedo la oscuridad” y se había llevado al gato a dormir con
ella.
-Arturo.- no Sara él tiene su cama
y tú la tuya.
-Berta.- bueno, busquemos un término
medio.
---- Se fue hasta la cocina y
apareció en la habitación con la camita ----.
-Berta.- eso sí, con la condición
de que no lo subes a tu cama
-Arturo.- y que no te metes en la
suya, que tú eres capaz.
Se apagaron las luces, todos
se durmieron y la primera noche, transcurrió sin incidentes.
Enternecedor.
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