Un día de estos que Arturo volvía del trabajo, se paró frente a un
escaparate que estaba lleno de animalitos de trapo. Le llamó la atención un pequeño ratón gris de
larga cola y grandes bigotes. Aunque
estaba cerrado, aún estaba el dueño tras el mostrador repasando papeles, así
que dio con sus nudillos en el cristal, para llamar su atención.
El señor enseguida salió y abrió la puerta con mucha amabilidad.
…--- dígame caballero
-Arturo.- perdone que le moleste;
quería saber el precio de ese ratoncito
…--- bien barato; los muñecos
grandes a diez euros, los medianos a cinco y los pequeños a dos.
-Arturo.- ¿el ratón?
…--- ese es de los pequeños
-Arturo.- pues si no le importa, me
vende uno
…--- un momento que se lo saco
del escaparate, es el último que me queda. Pero pase, no se quede en la puerta.
El señor cogió una barra
con una pinza en su extremo y lo sacó de entre todos los demás poniéndolo en el
mostrador.
-Arturo.- perdone que le siga
molestando; ¿Cuánto vale esta cajita?
…--- nada, ya me imagino que es
para regalar
-Arturo.- bueno pero si tiene que
cobrármela…
…---- nada, nada, me da a mí que
usted va a ser un buen cliente
-Arturo.- pues buenas noches y
hasta pronto
…--- Aquí estamos para lo que
necesite.
Entró en casa y dejó la caja sobre el mueble del pasillo antes de
entrar a la cocina; allí Berta y Sara estaban poniendo los platos en la mesa.
-Arturo.- Que tal la tarde
renacuajas
-Berta.- bien ¿y tú? ¿Muy cansado?
-Arturo.- no, este trabajo se lleva
bien
Sara extendió los brazos
con las palmas de las manos hacia arriba.
-Sara.- ¿y pá mí?
-Arturo.- hoy no he traído nada
-Sara.- y poqué
-Berta.- todos los días no te va a
traer cosas
-Sara.- siiii
-Berta.- noooo
-Arturo.- he traído una cosa, pero
es para compartir
-Sara.- pa mí y pa mamá
-Arturo.- es para Parchís, y para
ti también un poquito
-Sara.- a ver, dodeta
-Berta.- no, primero a cenar
Con cara de pocos amigos,
Sara se sentó a la mesa y Parchís enseguida se subió a su silla. Que sería aquello que papá había comprado
para Parchís. Y si era algo de comer los gatos ¿también podría comerlo ella? Qué
raro.
Por fin la hora del
postre; se aproximaba el momento de descubrir la sorpresa.
-Berta.- Que quieres Sara, yogur o
medio kiwi
-Sara.- ya no más
-Arturo.- pues si no comes postre
no hay sorpresa
-Sara.- bueno, meyo yogú
-Berta.- vale nos lo comemos a
medias
-Sara.- vale
Arturo fue a por la
cajita, de ella sacó el ratoncito y lo puso junto a Parchís para ver su
reacción. Lo olisqueó, le dio unos lametazos y después lo cogió con la boca y
se lo llevó a su cama, donde se tumbó a su lado.
Enseguida fue Sara y se puso
a acariciarlo; era muy suave y le hacía gracias el rabo tan largo que tenía.
Papá lo cogió en la palma de
su mano y parecía que se movía solo, lo que provocaba el asombro de Sara y el
descontento de Parchís.
Papá permanecía sentado en el suelo y Sara de pie a su lado. Parchís se
fue a los pies de Sara, pero esta estaba demasiado distraída como para hacerle
caso en ese momento. Después fue a ponerse sobre las piernas de papá, pero tampoco
le hizo ni una caricia. Se puso junto a las zapatillas de mamá, pero esta
estaba demasiado ensimismada con los gestos y las risas de Sara, por lo que ni
se percató de su presencia. Así que decidió volverse a su cama y hacerse el
dormido.
Pasado un rato se fueron a
dormir dejando el ratoncito de nuevo en la cama junto a Parchís.
En un primer momento prefirió
no hacerle ni caso; luego lo acercó a su lado para que no tuviese frio “era tan
pequeño”; Sí, pequeño, un intruso que le había quitado las caricias y los mimos
de Sara y su familia. Clavó sus uñas en su cuerpecito y cuando se disponía
arrancarle la cola de un mordisco, vio en la oscuridad que la puerta de la
cocina estaba entre abierta; así que lo cogió con su boca, lo llevó hasta el
comedor y lo dejó junto al cesto del resto de muñecos de Sara después de
rechupetearlo y marcarlo con un abundante pis. Ese juguete él ya no lo quería.
Celoso gatunin
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