Transcurrieron unos días
difíciles en su relación; a la hora la comida o la cena Parchís se subía a la
silla en pocas ocasiones y cuando lo hacía, Sara no le daba ni un cachito de
pan. Cuando Sara estaba con mamá en las habitaciones o la cocina, Parchís
aprovechaba para jugar en la alfombra y cuando Sara llegaba al salón, él directamente
se marchaba y se entretenía con cualquier cosa que hubiese por el suelo del
pasillo.
Los padres decidieron no
meterse por medio, no darle importancia y que ellos lo solucionasen, sería la
forma más rápida de que aquello quedase en el olvido.
El tiempo fue pasando y la tensión se fue
relajando entre los dos. Mamá había cosido
a unas horquillas dos lazos rojos con lunares blancos, uno un poco más grande
que el otro.
Esa tarde de sábado saldrían
los cuatro a dar un paseo y luego al parque a jugar en los columpios. Mamá puso un lazo en la diadema de Sara y el
otro en el collar de Parchís. Los dos se sentían orgullosos de ir tan
adornados; por fin algo que los volvía a unir, iban como dos hermanos.
En el parque unos niños
jugaban con una pelota pequeña de goma, Sara empujada por su padre, cerraba los
ojos al sentir el aire en la cara con el balanceo del columpio, Parchís
intentaba subirse por los escalones que daban acceso al tobogán y Berta en el
banco, charlaba con unas señoras.
Un cuchicheo acompañado de
risas captó la atención de Parchís:
.-.-.- que ridículos
.-.-.- los dos con el lazo
.-.-.-mírala, la ratita presumida
.-.-.-mirar el gato, parece sarnoso, ja, ja, ja,
Parchís se fue debajo del
banco y allí a la sombra se sentó junto a una de sus patas a pensar.
Las risas seguían, mientras
uno de ellos apuntaba con el dedo hacia Sara, aunque él ya no podía oír las ofensas
que su boca vertía, acompañando a ese gesto burlesco.
Siguió pensando, eran muchos
y muy grandes y si le arañaba o mordía a alguno “que es lo que se merecían” él
sería el culpable y encima recibiría las represalias.
Una
voz interrumpió en juego.
.-.-.- Vamos chicos a merendar
Todos vinieron corriendo a
por el bocadillo; Sara y su padre seguían tranquilamente en el columpio.
Mientras quitaban el papel que recubría las meriendas, la pelota fue a
caer precisamente cerca de sus patas; sin tiempo a pensar, de un manotazo, la
mando una zona del césped donde estaba la hierba bastante alta, luego como un
resorte dio la vuelta por detrás y se subió sobre las piernas de Berta.
Los niños solo tenían ojos
para el bocadillo, mientras hablaban como energúmenos con los carrillos llenos
y en cada risotada las migas dibujaban su mala educación.
.-.-.- vaya gato más chulo (comentaba una señora a
modo de guasa)
-Berta.- sí, es muy bueno y muy
listo
.-.-.- y muy adornado
-Berta.- pues sí, ¿a qué va guapo?
.-.-.- bueno mira, los lazos son iguales
-Berta.- pues sí son iguales, y como se los he hecho yo, pues ya está
.-.-.- tampoco es para que te pongas así
-Berta.- no, si yo solo digo, que
a mí me gusta cómo van
.-.-.- a ver que yo no digo que vayan mal
-Berta.- pues eso
Terminaron de merendar y se
armó la gorda. La pelota no aparecía. La madre de un niño, reclamaba al resto
que la dichosa pelota tenía que aparecer; las demás madres se levantaron
eufóricas (sus hijos no eran unos ladrones).
Viendo como se ponía la cosa, Berta cogió en los brazos a Parchís y se
fue al columpio a ver como se divertía Sara.
Como la pelota no aparecía, la
señora exigió que cada una de ellas, mostrase el contenido de sus bolsos, a ver
en cuál de ellos estaba, lo que propició una trifulca monumental que acabó después
de un rato, con cada madre por un lado agarrando de la mano a su niño y tirando
de él, al tiempo que resoplaban y marmullaban improperios hacia las demás.
-Berta.- manos mal que por fin se
han ido
-Arturo.- manuda han preparado en un
momento
-Berta.- pues yo no la he
preparado antes de milagro, porque tengo más educación que ellas
-Arturo.- ¿Qué ha pasado?
-Berta.- nada, que una de ellas
parecía querer burlarse de los lazos, porque iban iguales
-Arturo.- yo es que no sé cómo te
sientas can ellas; porque ya no es la primera vez y un día de estos…
-Berta.- bueno da igual, vamos que
ya va siendo tarde
Nada más bajarse Sara del
columpio, Parchís se acercó a ella y le mordió el cordón de la zapatilla
tirando de él. Al ver que no hacía caso, le maulló con fuerza y le volvió a
coger el cordón tirando.
-Sara.- ¿qué?
Parchís avanzó unos pasos
y cuando Sara comenzó a seguirlo siguió avanzando lentamente con la niña detrás.
Los padres ni cuenta, de lo que estaba pasando. Se metieron en el césped y de
pronto Sara dijo:
-Sara.- ¡papá! ¡mamá! Mía o que
tenía aquí Pachís
----- mostrando la pelota en
su mano ----
-Arturo.- muy bien Parchís
-Berta.- si es que eres más listo
que el hambre
Dejaron allí entre las hierbas escondida esa pelota tan cochambrosa y se
fueron paseando para casa riéndose del escarmiento que el pequeñajo les había dado
a esa pandilla de maleducados.
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