Sara se despertó muy temprano; Berta aún con los ojos cerrados fue
hasta su habitación y de la mano la llevó hasta su cama y las dos se volvieron
a acostar otro ratito.
Con la persiana entreabierta para que entrase algo de luz, mamá no
tardó en quedarse de nuevo dormida; Sara miraba el techo con la intención de no
dormirse, pero el silencio junto al aburrimiento la vencieron y así las dos
disfrutaron de un nuevo y lindo sueño.
Esos minutos que en su percepción habían sido cortos, se habían elevado
a la enésima potencia; vaya horas, las once y las dos en la cama (tampoco es
que nadie les metiese prisa)
-Berta.- vamos Sara que nos hemos
quedado dormidas
-Sara.- mamá un poquico más
(rodeando su cuello con los brazos)
-Berta.- lo nunca visto. ¿Pero aún
tienes sueño?
-Sara.- no sé, se etá mu bien
-Berta.- vale cinco minutos y a
desayunar, voy a preparar y ahora vengo a buscarte
Sara lo que quería era estar
en la cama con su mamá, estar allí sola sin el abrazo no tenía sentido.
-Berta.- ¿pero ya?
-Sara.- sí, a sayunar
-Berta.- ¿quieres una tostada con
mantequilla y mermelada?
-Sara.- Ummmmm ¿y tú?
-Berta.- claro, yo también.
Una vez terminado el desayuno
y el aseo personal, todo parecía estar dentro de la normalidad. Sara jugó un poco con Parchís se fue a buscar
el ratoncito”quería probar a ver, si al ponerlo en la palma de su mano se
movía, como en la palma de papá”. Pero el ratón, no aparecía.
-Sara.- ¿y datón?
Parchís como es normal, ni
caso.
-Sara.- ¡mamá! ¿Y datón?
-Berta.- no sé, estará en la cama
de Parchís
-Sara.- no tá
-Berta.- pues lo habrá escondido
en algún sitio, luego o buscamos
Habría que irse al salón a
jugar con el resto de juguetes.
Qué alegría, allí estaba el
ratoncito; al ponerlo en su mano… ¡buag! Qué asco. Estaba mojado y olía fatal.
-Sara.- mamá, huele mal, ven
corre
Berta fue a ver qué pasaba,
se esperaba cualquier cosa menos lo que se iba a encontrar
-Sara.- qué asco
Berta lo cogió con cuidado
por la punta del rabo y lo llevó al cubo de la basura
-Berta.- que cosa más asquerosa,
vamos Sara, vamos a lavarnos bien las manos.
Sara y parchís se dijeron
todo, con una simple mirada.
Mamá, puso en la alfombra
los cubos de las letras, para que Sara siguiese aprendiéndolas poco a poco.
Parchís se mantenía a una
distancia prudencial, por miedo a las represalias no le fuera a tocar alguna
galleta.
Mientras Sara jugaba con las
letras, él se entretenía dando manotazos a la cajita donde había traído papá al
ratón. Sara lo miraba y pensaba, más
tarde pensaba y lo miraba. Se levantó de
la alfombra y le quitó la cajita, se la llevó a la cocina, la puso en su cama y
se puso en cuclillas para mearla (maldito pañal); eso no iba a quedar así. Con sus
manitas la rompió un lado y luego la echó al cuenco del agua.
Parchís la miraba pensando en
algo nada bueno, alzando el lomo y enseñando los dientes.
Sara le repetía gestos
diciendo: acércate, acércate, con una mano y con la otra preparada para darle,
pero ninguno de los dos daba un paso al frente.
Tras unos minutos de tenso duelo, entró mamá en la cocina.
-Berta.- ¿Qué pasa que estáis tan callados?
Sara se fue al salón a
seguir jugando sin abrir la boca; Parchís prefirió tumbarse un rato, era el
sitio más seguro donde podía estar en esos momentos.
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