Berta abrió los ojos, ya
entraba demasiada luz por las rendijas de la persiana. - Qué raro que Sara no
hubiese gritado llamándolos como era costumbre -.
Tocó con el codo a Arturo
para despertarlo y le hizo un gesto tocándose el oído. Por el interfono situado
en la mesita de noche, se escuchaba una vocecita muy suave, que sutilmente
parecía contar un cuento.
Fueron hasta la habitación de Sara y al abrir
la puerta la encontraron allí, había puesto la almohada en el suelo y se había
sentado junto a la cama del pequeño, con
los brazos cruzados, sin tocarlo, a oscuras para que la luz un lo despertase.
-Berta.- ¿lo despertamos? Yo creo
que ya ha dormido bastante y tendrá que desayunar.
A Sara no le hizo falta que se
lo dijeran dos veces; lo cogió con suavidad y la metió en su saquito para que
no se quedase frío.
Ya en la cocina los cuatro, mamá preparaba el “bibe” y papá ponía las
tazas, la leche, las galletas y el azucarero sobre la mesa.
-Sara.- ¿le doy yo?
-Arturo.- sí, claro. Pero con
cuidado no lo ahogues.
-Berta.- pero quítale el saco que
lo vas a manchar
Que ilusión, ella le iba a dar
el biberón. Se sentía mayor, importante; ella cuidaría de aquella cosa tan
pequeña y estaría pendiente de todo lo que necesitase. Sería su sombra, para que nada le sucediese,
igual que sus padres hacían con ella.
Mal que bien se lo tomó todo,
era un tragón y la cara de Sara lo decía todo, sin decir palabra. Ese primer paso en un largo camino que les
quedaba por recorrer juntos.
-Arturo.- vamos chicas, que ahora
nos toca desayunar a nosotros
-Berta.- ¿Y las cucharillas? ¿Dónde
tendrás la cabeza esta mañana?
Sara puso una silla junto a
la suya y allí dejó a Parchís, mientras le daba vueltas a la azúcar, no le
quitaba ojo, pero en un despiste… parecía que se aproximaba demasiado al borde
y se iba a caer. Sara en su afán de cogerlo rápidamente, se abalanzó sobre él
con los dos brazos. La taza de leche se interpuso en su camino y su contenido
acabó esparcido por la mesa y sobre los pantalones del pijama de papá. Mamá se incorporó
con viveza al ver que Sara estaba a punto de caerse de la silla y con su
efusivo gesto (por cierto consiguió coger a la niña al vuelo) también su taza
fue a parar al suelo.
Arturo al ver que todo
estaba bien, hizo un gesto de “que paciencia” y se puso a recoger todo aquel estropicio
antes de ponerse a calentar más leche. La niña, encima de las piernas de mamá
con cara de susto y el gato sobre las piernas de la niña sin saber muy bien que
había pasado, Arturo con la fregona en la mano pensando.- ¿quién me mandaría a mí
traer gente a casa? “con una sonrisa de complicidad y ternura por la imagen que
llenaba sus ojos”
-Arturo.- vamos, cada una a su
sitio y Parchís al suelo, que no quiero más sorpresas
-Sara.- papá ¿taenfadaó?
-Arturo.- no hija, pero está mejor
en el suelo, así puede andar un poquito a su aire y nosotros desayunaremos más
tranquilos, espero
Se miraban sin hablar, por suerte el pijama no se había mojado demasiado
y aunque estaba un poco húmedo tampoco era para tanto, por lo que no tuvo que
andar cambiándose; de todos modos en un ratito se vestiría de calle para salir
a buscar “que se yo” como cada mañana.
El gato, se había acorrucado plácidamente a los pies de Arturo; allí
estaba hecho una bolita entre sus zapatillas de paño gris. De pronto mamá miro al suelo, levantó la
cabeza y se echó la mano a la frente. Los dos la miraron extrañados sin saber
que pasaba, pero no parecía nada bueno.
-Berta.- Sara, la que ha liado Parchís.
Sara, inclinaba la cabeza para
mirar bajo la mesa y se quedaba callada con cara de circunstancias. Arturo al
verse los pies, observaba que sus zapatillas habían tomado un tomo bastante más
oscuro de lo normal y moviendo la cabeza susurraba.- dios mío, pero que he
hecho yo para merecer esto.
Entonces Sara recordó algo que pasó hacía tiempo. Ella estaba sentada en el sofá y de pronto le
dieron ganas de hacer pis, algo tan
intenso que no pudo aguantarse y se lo hizo encima si tener tiempo ni de
moverse. Ella se puso a llorar por lo que había pasado, entonces su papá le
dijo.- no te preocupes mi niña, eso es que hoy vas a
tener suerte, algo bueno pasará.
-Sara.- papá, Parrrchís te ha
legalaó su suerte
-Arturo.- sí hija sí, ojalá y
tengas razón.
Gatito, gatito, muy bonito.
ResponderEliminarYa veo que es usted bien alcahuete Maestro...
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