Sara se sentó a la mesa;
mamá resoplaba con cara de pocos amigos y papá clavaba su mirada en el plato;
en ciertos momentos, cuando uno no entiende lo que pasa, mejor callado, no
fuera que al final le tocase a él el premio.
-Berta.- Bueno ¿y qué tal hoy?
--- Arturo no se daba por aludido ---
-Berta.- ¿estás sordo? Que qué tal
hoy el trabajo
-Arturo.- ah bien, unos señores muy
amables, nos han invitado a merendar y al terminar nos han dado una propina
-Berta.- pues eso está bien
-Arturo.- sí, las propinas van a un
bote y se reparten a fin de mes, así se coge todo de golpe y da para más.
-Berta.- pues sí, tienen razón.
-Arturo.- y ahora, me podéis contar
ya lo que pasa
-Sara.- es que Pachís es listo
-Arturo.- muchooooo
-Sara.- que ti papá
-Berta.- esta hija tuya, que
cuando se le mete una cosa en la cabeza
-Sara.- jo, pos aceta todo
-Berta.- para ti la perra gorda,
ya verás cómo mañana no acierta ni una
-Sara.- verá que si (con cara de
enfadada)
-Arturo.- dejemos la fiesta en paz
y a terminar la cena
-Berta.- sí, va a ser mejor
--- Pero ella no podía
dejar de poner el punto final –
-Sara.- pos manana vaceta.
Cuando se fueron a la cama,
esa noche Sara tardó mucho en dormirse; todo en su mente eran suposiciones de
lo que lograría hacer Parchís, lo mismo hasta aprendía a hablar, iría con ella
a la escuela y seguro que era el más listo de la clase.
Berta estuvo explicándole a
Arturo todo lo que había ocurrido con pelos y señales. Sabía que era una
bobada, pero le preocupaba que eso fuera a más.
Arturo la miraba y se reía, cosa
que a ella no le hacía ninguna gracia. Era algo muy serio como para tomárselo a
broma.
-Arturo.- tranquila, mañana lo
examinaré detenidamente
-Berta.- sí, le haces un examen de
matemáticas
-Arturo.- no, quiero decir que lo
miraré bien. A ver si es un robot o un extraterrestre con forma de gato y
tenemos un superdotado en casa
-Berta.- pues si supieras la
gracia que me haces. Vamos a dormir que al final me voy a enfadar.
Serían las cuatro cuando por el interfono se empezaron a oír susurros y mullidos.
Los dos se levantaron y fueron hasta la habitación de Sara; abrieron la
puerta con sigilo y se encontraron con una estampa inaudita; la niña y el gato estaban dormidos profundamente.
Ella balbuceaba preguntas al aire y al final se respondía con un número o una
letra, seguía un pequeño silencio en el que el gato susurraba: miau.
Se volvieron a la cama
dejando la puerta entreabierta por si tenían que volver; mejor no despertarlos
y dejar que disfrutasen en sus sueños de aquella extraordinaria complicidad.
-Berta.- ¿no nos estaremos
volviendo locos?
-Arturo.- pues un poco, tal vez
-Berta.- lo encontraste por
casualidad, has encontrado por fin trabajo después de tanto tiempo, ahora
resulta que adivina las letras, esto no puede ser real.
-Arturo.- Tranquila, llevamos dos
días viviendo como hacía tiempo soñábamos, mañana sabemos que habrá comida en
la mesa y Sara está feliz con su regalo de cumpleaños. No sé si eso será estar
loco, pero si es así que nos dure la locura mucho tiempo.
-Berta.- la verdad es que este
pequeñajo, parece que nos ha traído suerte
-Arturo.- será una manera de
recompensarnos; él sí que ha tenido suerte con que yo lo encontrase.
Todo estaba en silencio, la
normalidad reinaba en la noche, mejor dormir y descansar que ya era tarde.
Arturo, dormido, dejó descolgar el brazo fuera de la cama, apoyando el torso de la mano en el suelo. Al
momento notó algo suave y calentito; era Parchís, se había salido de su
palangana y se había ido hasta la habitación de ellos para dormirse acorrucado
en la palma de su mano.
Subió con cuidado su mano para
no caerlo y lo puso a dormir a su lado. Que otra cosa mejor podía hacer que
dejarlo dormir tranquilo. Cuando sonase el despertador, ya lo llevaría de nuevo
a su cama.
¡Aynssss, mi gato!
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