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sábado, 4 de abril de 2020

PARCHÍS (03)





Arturo se vistió y salió por la puerta, no sin antes llenar de besos las mejillas de la pequeña y decir adiós dando un suave beso en los labios de Berta.
  
    No había andado ni cien metros cuando vio un camión de mudanzas, a punto de abrir sus puertas traseras.

-Arturo.- buenos días, ¿no necesitarán ustedes unos brazos, para ayudar?
     --- Un señor se le quedó mirando ---. Fue hasta la cabina y salió con una lista.
..--- A ver, están a punto de llegar unos que ya he contratado, pero hoy tenemos dos mudanzas más, por lo que una mano no nos vendrá mal.
-Arturo.- pues usted dirá
..--- un momento. Pago treinta euros por mudanza. Cargar, descargar, y subir al piso. Los dueños que lo coloquen. Vosotros solo debéis dejar cada cosa en la habitación que os manden, ¡ah! Y hay en sitios que no se permite usar el ascensor. Hay gente muy borde.
-Arturo.- por mí está hecho, solo que me deje cinco minutos para ir a casa, vivo ahí al lado, para decirle a mi mujer que no me espere.
..--- por supuesto, vaya, vaya, que seguro que le da una alegría.

En esa ocasión, perdió la costumbre de llamar al timbre, echo mano al bolsillo y abrió con su llave.
-Arturo.- tranquilas no os asustéis que soy yo
-Berta.- ¿Qué pasa?
-Arturo.- nada, nada, que hoy tengo trabajo para rato, voy a ayudar en tres mudanzas así que no sé a qué hora acabaré, pero vosotras tranquilas que estaré bien.
    --- Ya se iba, cuando de repente se acordó, entró corriendo a la cocina, cogió a Parchís y le dio un beso en la cabezota ----
-Arturo.- ay pequeñajo. Gracias muchas gracias.
   No importaba que simplemente todo fuera tan solo una casualidad, lo importante es que era, y cada cual es libre de creer en lo que más feliz le haga.

       A la hora de comer, Sara no llegaba a comprender por qué papá no estaba sentado con ellas a la mesa. Miraba la silla donde normalmente se sentaba, el sitio donde hoy no había plato, esos gestos que él le hacía para indicarle que se debía de acabar todo.

-Sara.- ¿Y papá?
-Berta.- pero no te acuerdas. Vino esta mañana para decir que no venía a comer
-Sara.- ¿y poqué?
-Berta.- porque tiene que trabajar
-Sara.- ¿y poqué?
-Berta.- porque esta mañana el gato le ha meado las zapatillas y eso le ha traído suerte
-Sara.- estonces, si tienes suete, no comes
            ---Berta no pudo aguantarse la risa ----
-Berta.- no hija, tal vez no comes a la hora, pero en esta casa si papá tiene suerte se come.
-Sara.- ¿queeeee?
-Berta.- nada hija nada, son cosas mías; y ahora hay que terminarse todo para que papá esté muy contento y ´tu como vas a portarte muy bien, seguro que también vas a tener suerte.

   Tras el postre, mamá se puso a recoger la mesa, luego a fregar los cacharros y al recoger…. De pronto prestó algo más de atención.   Malo, demasiado silencio, que estría pasando en el comedor.

   Sara inexplicablemente, tenía todo recogido. Había metido todos los muñecos en un baúl de mimbre, uno a uno, había colocado los cojines en el sofá y se encontraba sentada en el centro de la alfombra con los ojos cerrados y con el gato sobre sus piernas.

-Berta.- Sara, ¿te pasa algo?
-sara.- e má tonto
-berta.- pero ¿Qué pasa?
-sara.- nada, que no se mea
-berta.- pero… ¿para qué quieres que se mee?
-sara.- pos, pos pá tene suete
-Berta.- anda ven con migo a la cocina, que por tener todo recogido te voy a contar un cuento muy bonito. Ves eso es tener suerte sin que te mee el gato.
 -Sara.-  ¡Vale! ¡Bien! Pachís, hemos tenío suete.






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