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sábado, 7 de diciembre de 2024

El resurgir - Cap.- 19

 

"Ver con los ojos cerrados" 19

 

 

        El comedor estaba colocado en perfecto estado de revista para una gran celebración, ciertas cosas se tenían que hacer a lo grande.

    Llegaron los mayores, tras un poco de charla acompañada de unos vinos y se fueron sentando a la mesa.

   Arturo y Roberto como cada año eran los encargados de servir y luego ocupar los dos sitios presidenciales uno frente a otro.    Aunque las creencias no fueran demasiado arraigadas, a Hortensia (madre de carolina) le gustaba bendecir la mesa como acto de respeto y dar gracias por otro año más.

 

             Ese año la familia había crecido y todo eran preguntas para los recién llegados.    Lourdes se sentía rara pero cómoda, todavía estaba alucinando con la destreza, con que se manejaba esa gente y la alegría que allí se respiraba, nadie pretendía ser más que nadie, las “deficiencias” no eran impedimento para sentirse iguales, y el aparentar, tan solo un defecto de las personas que estaban al otro lado de esas puertas ahora cerradas, para evitar molestias.

      Entre risas y anécdotas que cada uno iba contando para amenizar la velada, llegó el segundo plato.   Como no podía ser de otra manera, Nerea ya empezó a protestar por algo. (Ya ves tú, le habían servido tres filetes en salsa y ella solo quería que le pusiesen dos).   

Fernando.- Nerea, pues lo que no quieras lo dejas

Nerea.- pero si es que le he dicho a Roberto que solo quería dos

Fernando.- ponlo en mi plato y ya está

     --El filete se escurrió del tenedor y fue a caer sobre sus piernas—

Fernando.- ves si no te llegas a poner la bata, es que eres muy cabezona

Nerea.- Si es que se lo he dicho y él, ni caso

Roberto.- vamos, que no ha pasado nada

Carolina.- que hoy es Nochevieja y hay que empezar el año con alegría, por favor

     La calma y los chascarrillos, volvieron de nuevo a la mesa.  Tomás ya estaba con los brazos cruzados esperando a que el resto terminase.

Antonio.- ¿no comes más?

Tomás.- no, ya no quiero más

Antonio.- pues está muy rico

Pedro.- déjalo, si no quiere, no tendrá hambre

Lucía.- ¿Qué no tendrá hambre? Julia dile a Pedro lo que le pasa a Tomás

Pedro.- si ya me lo imagino

Julia.- Tomas ¿de qué es este año la tarta?

Tomás.- y yo que sé

Julia.- ¿y qué hacías abriendo el frigorífico cuando yo estaba sacando los vasos del armario? 

Tomás.- no sería yo

Beatriz.-  si Julia dice que eras tú, bien segura estoy yo

Lourdes.- ¿y os reconoce a todos? Y cómo

Lucía.- por la forma de andar y la manera de respirar

Tomás.- ya os dije que lo que tiene de guapa, lo tiene de bruja

Lourdes.-pues entonces sí que es muy bruja

        La tarta ya salía en los brazos de Arturo;  en otro carro, sacaba Gervasio un barreño grande lleno de hielo, donde estaban metidas las botellas de cava y sidra, y la parte de abajo llena de cuencos con las correspondientes uvas para cuando llegase la hora.

       Como siempre, ya que Julia no era mucho de dulce, se puso a tocar algún que otro villancico tradicional, de esos que todos sabían al menos tatarear.

     Lourdes dejó a un lado su vergüenza y como agradecimiento a esa gran cena se puso junto al teclado a cantar;  tenía una voz muy agradable y entonaba muy bien.   Aquello era una novedad, una gran sorpresa incluso para sus padres.

Verónica.- pero que bien canta y yo no sabía nada

Samuel.- es la reina del karaoke los viernes por la tarde

Manuel.- ¿y cómo no nos habías dicho nada?

Samuel.- porque son cosas sin importancia

       Cuando empezaron a aplaudirle, ella se puso colorada  y bajó la cabeza.

Julia.- no te de vergüenza, si lo haces muy bien

Lourdes.- si no me da vergüenza

Julia.- estás colorada como un tomate y nerviosa como un flan ¿Qué te apetece cantar ahora?

Lourdes.- y como sabes tú que estoy nerviosa

Julia.- se te oye el corazón acelerado desde la calle y el calor que desprendes parece el de una estufa de leña

Lourdes.- muchas gracias Julia

Julia.- ¿Gracias? ¿Por qué?

              --Lourdes  acercó su boca al oído de Julia –

Lourdes.- tú eres la culpable de que en mi familia nos esforcemos por ver con los ojos cerrados

Julia.- vamos a cantar otro villancico, que se están quedando fríos

    Al lado de Julia. Lourdes se sentía ya súper relajada; la admiración que desde ese momento sentía por ella y el resto de compañeros, no le dejaba sitio en el cuerpo para sentimientos de menor valor.   La vergüenza, la envidia y todos sus complejos, se habían quedado escondidos en un rinconcito, del que a partir de ese día, pocas veces volverían a salir.

    Se aproximaban las doce; Roberto puso sobre la mesa un pequeño transistor en el que estaba sintonizada Radio Nacional.    La mesa quedó limpia en un momento, sobre ella, solo las copas llenas de champán, los cuencos con doce uvas y unas bandejas en el centro donde se mezclaban turrones, polvorones, bombones y mazapanes.

     Un año lleno de ilusiones estaba a punto de comenzar y así dejar atrás esos trescientos sesenta y cinco días de los que recordar todo lo bueno que habían dejado y olvidar los sinsabores, que era mejor dejar escapar de entre la punta de sus dedos.   No merecía la pena guardar calamidades.

   Sonaron los cuartos, las doce campanadas fueron acompañadas en silencio por las doce uvas, que fueron tragadas por cada uno como pudo, y al finalizar todos en pie (Nerea y Carolina, sujetas por los que estaban a su lado), con la copa en la mano, brindando por la felicidad duradera de esa gran familia creada bajo el techo de ese edificio gastado y ruinoso por fuera, pero siempre resplandeciente en su interior.  Tal vez, lo más parecido a ellos mismos.

Roberto.- me gustaría que brindásemos por estos nuevos amigos; por suerte entre ellos no hay ningún lesionado, pero eso, no los hace menos especiales.

 

    Tras chocar sus copas, las chicas se fueron hasta el perchero, de allí cogieron sus vestidos y pasaron a cambiarse a la cocina.    Carolina se quedó sentada sin mover su silla del sitio.   A los ojos de Samuel, ni le hacía falta cambiarse, pues estaba espectacular y radiante con aquel chal nuevo sobre sus hombros.

   Bien lo conocía él.   La tarde que compró su madre los regalos, estuvieron los dos en la cocina envolviéndolos uno a uno y poniéndoles la tarjeta con nombre.

   Aquella tarde, ni se podía imaginar para quién eran esos regalos, pero el chal, por supuesto que estaba muy bien escogido y le quedaba como anillo al dedo a aquella preciosidad.

Samuel.- ¿tú ya estás arreglada? Bueno, la verdad es que estás muy guapa

Carolina.- (sonrojada) no, a mí esta noche no me apetece salir, me quedo aquí con mi madre y la gente que quiero

  Fueron saliendo una a una cada cual más preciosa. Un desfile de princesas que hacían brotar las lagrimas de emoción en cada uno de sus familiares.

   Después les tocaba cambiarse a los chicos, pero Samuel no se levantó.

Verónica.- cámbiate Samuel, que ya llegó vuestro turno

Samuel.- si veo que tal, ya me cambiaré más tarde

Verónica.- ¿pero no vas a salir?

Samuel.- seguro que sí, pero allá a las dos o las tres

      Ya arreglados salieron por la puerta a celebrar, esa última noche del año, con los amigos y amigas, que seguro les esperaban en diferentes cotillones, en los bares de moda.

Roberto.- señoritos y señoritas, cuidado con la hora de regreso y el alcohol, que mañana os quiero ver aquí despejados.

Nerea.- cuidado tú, que te gusta mucho el champán y el año pasado te quedó la comida salada

Roberto.- Serás mentirosa

Nerea.- ¡ah! ¿Qué es mentira? Me voy a callar…

Fernando.- vamos, que nos están esperando

       Los mayores alrededor de la mesa, quedaron cantando villancicos y rellenando sus copas hasta que las botellas llegaron a su fin.

     Samuel y Carolina sentados junto a la puerta observaban la gente pasar dirección a algún lugar festivo, donde celebrar el nuevo año.

Carolina.- ¿no has quedado con nadie?

Samuel.- sí, con los amigos de siempre

Carolina.- ¿y por qué no vas?

Samuel.- luego, ahora estoy aquí muy a gusto

Carolina.- por mí no lo hagas, es que yo no salgo en Nochevieja, prefiero quedarme con mi madre

Samuel.- la noche es larga y este rato es maravilloso

Carolina.- gracias por quedarte aquí conmigo un poco

         Samuel se había sacado una caja de fruta de la cocina, para estar a la altura de Carolina y apoyarse con ella, hombro con hombro.

        Sin ninguna intención, como por inercia, sus dedos se fueron imantando hasta quedar sus manos entrelazadas y sus ojos mirando en silencio aquella luna en cuarto creciente que de vez en cuando asomaba entre las nubes.

Samuel.- la luna hoy parece una cuna

Carolina.- y allí, siempre hay alguien sentado, mirándonos.

Samuel.- qué grande es el universo, que poquita cosa somos

Carolina.- pero este momento es grande, no lo olvidaré nunca

 

   Se acabó el champán, enmudecieron los villancicos, las anécdotas ya estaban contadas y era hora de recoger, organizar la cocina y dar paso a un nuevo ciclo de vida que a alguien, tiempo atrás, se le ocurrió llamarlo año.

 

     


      

 

2 comentarios:

  1. Muy evocador. Espero que tengamos todos un buen año. Tú, tu familia y nosotros también. Deseo que en dicha noche todos podamos ver con los ojos cerrados. Besos para los cuatro.

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